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Cinco familias ilustres que dilapidaron sus fortunas

¿Cuántos planes no se hacen en la mente cuando se juega un billete de lotería? La humana aspiración a tener una vida sin preocupaciones financieras hace más incomprensible aún que existan personas afortunadas que habiendo nacido en cuna de oro hayan dilapidado sus fortunas.

Te contamos a continuación los casos de cinco familias que fueron acaudaladas y lo perdieron todo, o casi todo.

Gloria Vanderbilt con su esposo Sidney Lumet luego de su boda en 1956.
Gloria Vanderbilt con su esposo Sidney Lumet luego de su boda en 1956.

Los Vanderbilt

Al morir en 1877, Cornelio "Commodore" Vanderbilt había acumulado 100 millones de dólares, más de lo que tenía entonces el Tesoro de Estados Unidos, según la revista Forbes. Con 100 dólares que le prestó su madre, Vanderbilt comenzó a manejar botes de pasajeros en Staten Island, Nueva York, y gradualmente comenzó a edificar su imperio de barcos de vapor y ferrocarril en 1810.

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"Cualquier tonto puede hacer una fortuna; se necesita un hombre de cerebro para mantenerla", le dijo a su hijo Billy, quien logró duplicar el patrimonio familiar. Pero la tercera generación de esta familia comenzó a perder dinero. El nivel de derroche y filantropía de William Vanderbilt mermó la fortuna al nivel de tener solo lo que había heredado de su padre. Sus hijos siguieron sus pasos en materia de gastos.

En 1947 todas las casas que alguna vez poseyeron los Vanderbilt habían sido demolidas y para 1970, New York Central, que alguna vez fue la compañía ferroviaria más importante la región, se declaró en bancarrota. De lo que una vez fue un verdadero emporio sólo sobrevive la Universidad Vanderbilt y un par de mansiones menores.

Sin embargo, Gloria Vanderbilt, bisnieta de Cornelio y madre del presentador de CNN Anderson Cooper, logró tener un negocio de modas y diseño tan próspero que su fortuna asciende a unos 200 millones de dólares actualmente. Ni un centavo le toca a Cooper, por cierto, y él asegura que no le importa. "No creo en heredar dinero", dijo. "Creo que roba la iniciativa. Creo que es una maldición". Y la historia de su familia parece demostrarlo.

Huntington Hartford en 1968. (Wikimedia Commons)
Huntington Hartford en 1968. (Wikimedia Commons)

Los Hartford

El caso de Huntington Hartford, heredero de la cadena de supermercados A&P, es emblemático. Nieto del fundador principal de la Great Atlantic & Pacific Tea Company, tuvo una vida de príncipe en su infancia, consentido por su madre y un ejército de sirvientes. Su mesada anual era de 1.5 millones de dólares. En 1940, los Hartfords eran considerados entre las familias más ricas del país por parte de la Comisión de Bolsa y Valores.

Aspirante a escritor y amante de las artes, pero pésimo en los negocios, Huntington Hartford se embarcó en varios proyectos fallidos, entre ellos un garaje de estacionamientos automatizados en Manhattan, un instituto de caligrafía, una agencia de modelos y su propia y desastrosa adaptación teatral de "Jane Eyre", recordó The New York Times en su obituario en 2008.

Se estableció en Bahamas, también con grandes proyectos. Compró la isla Hog Island y la renombró Paradise Island, donde comenzó a construir un exótico resort con la idea de llevar a cabo allí carreras de carruajes, al estilo romano. Sólo en ese proyecto perdió entre 25 y 30 millones de dólares.

Hartford tuvo una larga y fastuosa vida que se extendió a los 97 años. Al fallecer en Bahamas –donde se refugió tras declararse en bancarrota- había dilapidado 80 de los 90 millones de dólares que heredó.

Patricia Kluge. (AP Photo/Steve Helber)
Patricia Kluge. (AP Photo/Steve Helber)

Los Kluge

Es una historia novelesca: Patricia, una hermosa modelo de desnudos criada en Irak, conoció a John Kluge, fundador de la compañía Metromedia, durante un viaje a Nueva York. Se casaron en 1981 y se divorciaron 9 años después, cuando Kluge era el hombre más rico del mundo, según Forbes, con una fortuna estimada en 5,000 millones de dólares.

Patricia no recibió mucho tras la separación: una mesada de un millón de dólares anuales más la enorme mansión de Abernale en Georgia. Con su tercer esposo, Patricia incursionó en el negocio vinícola, estableciendo el Kluge Estate Winery, que tuvo un éxito bastante rápido.

Embriagada por este, Kluge pidió 65 millones de dólares en préstamos para expandir la producción de vino y construir una comunidad lujosa con 24 casas destinadas a multimillonarios.

Y entonces explotó la burbuja inmobiliaria. Kluge se vio obligada a poner Abenarle en venta, y al no poder venderla, quedó en proceso de ejecución hipotecaria. El magnate Donald Trump adquirió la propiedad y Kluge, aún involucrada en varios procesos legales, se fue a vivir con su esposo en una modesta mansión valorada en 3 millones de dólares.

Los Strohs

Bernhard Stroh fue un inmigrante exitoso. Llegó a Estados Unidos desde Alemania en 1850 con apenas 150 dólares y una receta familiar de cerveza que comenzó a vender de casa en casa. En 1890 sus hijos, Julio y Bernhard Jr., distribuían cerveza en el área de los Grandes Lagos.

La familia sobrevivió a la Ley Seca cambiando la fábrica de cerveza a helados y produciendo jarabe de malta. En la década de 1980 Stroh era una de las compañías de más rápido crecimiento de EEUU y el tercer imperio cervecero más grande del país, sólo detrás de gigantes como Anheuser-Busch y Miller. La familia Stroh poseía entonces una fortuna que Forbes calculaba en por lo menos 700 millones de dólares.

¿Cómo se esfumó todo?

“Tomamos la decisión de expandirnos nacionalmente sin tener el presupuesto", recordó Greg Stroh, un miembro de la familia y exempleado de Stroh Brewery, en declaraciones a Forbes. "Fue como ir a un tiroteo con un cuchillo. No tuvimos oportunidad alguna".

La compañía se vendió por partes. Las Empresas Stroh repartieron sus últimos dividendos a los accionistas y lo único que permanece en pie de aquel imperio cervecero fue un edificio de oficinas medio vacío en Detroit.

Peter Pulitzer. (Forbes)
Peter Pulitzer. (Forbes)

Los Pulitzer

El ilustre apellido acompaña el premio de periodismo más prestigioso de Estados Unidos, pero la familia que lo otorga es también un caso emblemático de fortuna dilapidada.

Peter Pulitzer, nieto del magnate de las publicaciones Joseph Pulitzer y conocido chico travieso –para decir lo menos- fue protagonista de un sonado divorcio en 1982. Entonces con 52 años, Pulitzer alegó que su esposa Roxanne tenía un desenfrenado apetito sexual que la había llevado a mantener relaciones con un piloto de carreras, un dulcero, un narcotraficante y un agente de bienes raíces, entre otros hombres. La mujer, entonces de 31 años, y madre de sus hijos mellizos, negó esas acusaciones aunque admitió haber usado cocaína.

El divorcio no la dejó en buena situación: sólo una manutención de 2,000 dólares mensuales por dos años y una deuda de 700,000 en gastos legales.

Pero la vida da caprichosas volteretas. Pulitzer, residente en la ciudad floridana de Palm Beach, comenzó a tener problemas financieros en 2006, cuando perdió 88,000 árboles de toronja a causa de una plaga de cáncer de los cítricos. Asediados por las deudas y los impuestos desde entonces, padre e hijos no lograban recuperarse.

Y fue entonces que apareció un buen samaritano en el camino de los Pulitzer, uno casi increíble: nada más y nada menos que el quinto esposo de la bella Roxanne, Tim Boberg. En 2011 hombre salió al rescate de la finca de 800 acres de los Pulitzer y de su casa, cuando estaban a punto de perder ambas propiedades.

El generoso Boberg no sólo está a cargo de la hipoteca de la casa, de 200,000 dólares, sino que es garante de otra por valor de 1,3 millones de dólares, paga los intereses y les ha dado a los Pulitzer una línea de crédito de 400,000 dólares. “Lo hubiéramos perdido todo sin él”, admitió Mac a Forbes, reconociendo el mérito de su padrastro.

Roxanne, por su parte, hizo un comentario lapidario, que aplica tanto a los Pulitzer como a otras familias: “El péndulo se mueve. Es un final diferente”.