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Invertir en vagabundos, la propuesta que dejó asombrados a varios hombres y mujeres de negocios

La ONG Weingart Center lleva años ayudando a personas sin techo, y tienen claro que ya no basta con pedir donativos de la manera tradicional. Por ello, se han lanzado a llevar a cabo una acción sorprendente que seguro que remueve muchas conciencias.

Su idea fue convocar en su sede a un grupo de inversores con un ‘caramelo’ muy apetecible para atraer su atención: se les iba a presentar una innovadora oportunidad de inversión con un increíble potencial. ¿Algo relacionado con el sector inmobiliario? ¿Un prototipo tecnológico? Nada de eso…



La oportunidad en cuestión era un hombre llamado Will. Un vagabundo. Como es normal, las personas reunidas en la sala se quedaron de piedra al verle entrar. Alguno, incluso, se vio incapaz de darle la mano mientras trataba de entender lo que estaba pasando.

El responsable de la ONG les explicó entonces la existencia de un programa destinado a sacar a las personas de la calle y conseguirles un trabajo. “¿Qué ocurre si hacemos esto? Reducimos el coste de las fuerzas de orden público, ellos gastan dinero en comercios locales, pagan impuestos”.

Para rematar su argumento y acabar de dejarles boquiabiertos, les reveló que él mismo es una prueba de que invertir en vagabundos es rentable: “Lo creáis o no, yo fui un vagabundo adicto a la heroína. A día de hoy estoy casado, tengo un hijo adoptado, soy propietario de una casa y tengo un negocio que da trabajo a cinco personas”.

Con este poderoso mensaje la ONG ha cambiado de manera muy inteligente el discurso tradicional que ofrecen estas organizaciones. Ya no piden ayuda. Ni caridad. Ni donaciones. Lo que piden es que la gente invierta. 

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¿Cómo reacciona un vagabundo al saber lo que opinan de él?
La ONG canadiense Raising the Roof también ha lanzado una campaña que está dando mucho que hablar, en este caso por su crudeza. Lo que hicieron fue mostrar a varios vagabundos mensajes reales de lo que opina la gente sobre ellos. Mensajes muy hirientes. Su reacción fue la misma que la de cualquier persona: echarse a llorar. Y es que a veces parecemos olvidar que son personas.