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Activa este 'brazalete del silencio' y Alexa no podrá escuchar tus conversaciones

El brazalete, una pulsera con transductores puntiagudos, posee veinticuatro altavoces que emiten señales ultrasónicas cuando el portador la enciende.
El brazalete, una pulsera con transductores puntiagudos, posee veinticuatro altavoces que emiten señales ultrasónicas cuando el portador la enciende. (Foto: Petra Ford/The New York Times)

El año pasado, Ben Zhao decidió comprar un altavoz inteligente Echo con Alexa para su hogar en Chicago. Zhao solo quería un asistente digital para reproducir música, pero su esposa, Heather Zheng, no estaba emocionada. “Se puso como loca”, dijo él.

Zheng describió su reacción de una manera diferente. Primero, se negó a tener el dispositivo en su hogar, dijo ella. Después, cuando Zhao puso el Echo en un área de trabajo que comparten, ella expresó su postura de forma perfectamente clara y afirma que le dijo: “No quiero eso en la oficina. Por favor, desenchúfalo. Sé que el micrófono está constantemente encendido”.

Zhao y Zheng son profesores de Informática en la Universidad de Chicago, y decidieron canalizar su desacuerdo hacia algo productivo. Con la ayuda de un profesor asistente, Pedro Lopes, diseñaron una pieza de armadura digital: un “brazalete del silencio” que bloqueará al Echo o a cualquier otro micrófono en la proximidad para evitar que escuchen las conversaciones del portador.

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El brazalete es lo opuesto a un reloj inteligente, tanto en su estética ciberpunk como en su propósito de derrotar a la tecnología. Luce como una pulsera blanca, grande y poco elegante con transductores puntiagudos. El brazalete posee veinticuatro altavoces que emiten señales ultrasónicas cuando el portador lo enciende. El sonido es imperceptible para la mayoría de los oídos, con la posible excepción de personas jóvenes y los perros, pero los micrófonos cercanos detectarán el sonido de alta frecuencia en lugar de otros ruidos.

“Es tan sencillo grabar en la actualidad”, dijo Lopes. “Esto es una defensa útil. Cuando tienes algo privado que decir, puedes activarlo en tiempo real. Cuando reproduzcan la grabación, el sonido no aparecerá”.

Durante una entrevista telefónica, Lopes encendió el brazalete y se escuchó un ruido parecido al de la estática.

La sociedad de la vigilancia educada

Como los hogares estadounidenses están equipados de manera constante con aparatos de grabación, el estado de vigilancia ha adquirido un aire de domesticidad. Google y Amazon han vendido millones de cámaras de seguridad Nest y Ring, por lo que se estima que actualmente uno de cada cinco estadounidenses adultos posee un altavoz inteligente. Tocar la puerta de alguna persona o charlar en la cocina de algún conocido ahora involucra la significativa posibilidad de ser grabado.

Todo esto genera nuevas preguntas de etiqueta sobre si y cómo se debe advertir a los invitados que sus rostros y palabras podrían acabar en los servidores de una compañía tecnológica o incluso en manos de desconocidos.

Los altavoces inteligentes fueron diseñados para tener micrófonos que siempre están encendidos, para escuchar las llamadas palabras para despertar como “Alexa”, “Oye, Siri” u “Ok, Google”. Solo después de haber escuchado esa señal se supone que comienzan a grabar. Sin embargo, contratistas empleados por los fabricantes de dispositivos para analizar las grabaciones por cuestiones de calidad reportan haber escuchado fragmentos de audio que probablemente fueron captados de manera no intencional, lo que incluye negociaciones sobre drogas y situaciones de sexo.

Dos investigadores de la Universidad Northeastern, David Choffnes and Daniel Dubois, recientemente reprodujeron 120 horas de televisión para un público de altavoces inteligentes con el fin de observar qué activaba los dispositivos. Descubrieron que las máquinas despertaban decenas de veces y comenzaban a grabar después de escuchar frases similares a sus palabras para despertar.

“La gente teme que estos dispositivos están constantemente escuchándote y grabándote. No es así. Sin embargo, en ocasiones sí despiertan y te graban cuando no deberían hacerlo”, dijo Choffnes.

Rick Osterloh, vicepresidente sénior de dispositivos y servicios de Google, dijo recientemente que los dueños de las casas deberían dar a conocer la presencia de altavoces inteligentes a sus invitados. “Yo lo haría, y lo hago, cuando alguien entra en mi hogar, y es probablemente algo que los productos mismos deberían tratar de indicar”, dijo a la BBC el año pasado.

Los tapetes de bienvenida podrían algún día ser cambiados por tapetes de advertencia. O tal vez las compañías tecnológicas diseñarán sus productos para que se presenten a sí mismos cuando escuchen una nueva voz o vean una nueva cara. Por supuesto, eso también podría llevar a situaciones incómodas, como que Alexa en el Echo Dot al lado de tu cama de repente se presente a sí misma a tu conquista de solo una noche.

‘Ya no son consideradas como locas’

El “brazalete del silencio” no es el primer dispositivo inventado por investigadores para saturar los oídos de los asistentes digitales. En 2018, dos diseñadores crearon el Proyecto Alias, un apéndice que puede ser colocado sobre un altavoz inteligente para ensordecerlo. Sin embargo, Zheng argumenta que un bloqueador debería ser portátil para proteger a las personas a medida que se mueven a través de diferentes entornos, dado que no siempre sabes dónde un micrófono está al acecho.

En este momento, el brazalete solo es un prototipo. Los investigadores dicen que podrían fabricarlo por tan solo 20 dólares y que un puñado de inversionistas les han preguntado sobre comercializarlo.

Otros precursores del brazalete incluyen un “abrigo bloqueador” diseñado por una firma austriaca de arquitectura en 2014 para bloquear ondas de radio que podrían recolectar información del celular o las tarjetas de crédito de una persona. En 2012, el artista Adam Harvey creó prendas de vestir plateadas que cubrían la marca térmica de las personas para protegerlas de los ojos de los drones, así como una línea de maquillaje y peinados, llamada CV Dazzle, para impedir la labor de las cámaras de reconocimiento facial.

En 2016, Scott Urban, un fabricante de gafas de Chicago, desarrolló una línea de armazones reflectores que rebotaban la luz visible y la infrarroja. Cuando una cámara de vigilancia graba a una persona que usa los armazones de 164 dólares, la luz reflejada difumina el rostro. Urban los llamó Reflectacles [en inglés: “reflected” (reflejado) y “spectacles” (gafas)].

Él trabaja tiempo completo en la creación de gafas de protección de la privacidad, incluyendo una nueva versión con anteojos que absorben la luz infrarroja para disuadir el escaneo de iris y las cámaras de reconocimiento facial. Sus clientes incluyen a amantes de la privacidad, activistas políticos y contadores de naipes cuyos rostros han sido incluidos en las listas de advertencia de los casinos.

“Las personas que cuidan su privacidad ya no son consideradas como locas”, dijo Urban.

Woodrow Hartzog, un profesor de Derecho e Informática en la Universidad Northeastern, no piensa que una armadura para la privacidad sea la solución para nuestros problemas modernos.

“Crea una carrera armamentista, y los consumidores perderán en ella”, dijo. “Cualquiera de esas cosas es una medida a medias o un recurso provisional. Siempre habrá un modo de superarlo”.

Hartzog cree que, en vez de construir defensas individuales, necesitamos que los legisladores aprueben leyes que protejan nuestra privacidad de maneras más efectivas y nos den el control de nuestros datos.

“Hasta que eso ocurra, estamos jugando al gato y al ratón”, dijo. “Y eso siempre acaba mal para el ratón”.

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company