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Acuerdo con el Fondo: el daño de frenar justo en el borde del precipicio

Kristalina Georgieva, titular del FMI, junto Martin Guzmán, ministro de Economía de la Argentina
Archivo

El alivio que provocó en el ambiente empresarial -y especialmente en los mercados- el anuncio del principio de acuerdo con el FMI, no oculta los daños autoinflingidos en la economía por el oficialismo y su contradictorio despliegue discursivo desde antes de las PASO de 2021 hasta el primer vencimiento de intereses de 2022.

A esta fecha límite se llegó con las reservas netas del Banco Central en niveles alarmantes; brecha cambiaria por encima de 110%; inflación en alza, al igual que el riesgo país y creciente deterioro de las expectativas debido a la incertidumbre en el futuro inmediato. Un cuadro similar al que había dejado Cristina Kirchner al final de su segundo mandato en 2015, también caracterizado por acumular los desequilibrios macroeconómicos en el borde del precipicio.

Todo esto complica el punto de partida del programa económico esbozado hoy a grandes rasgos, que no incluye reformas y deberá rendir exámenes trimestrales durante dos años y medio para mantener con vida la reestructuración de la deuda con el Fondo por US$44.500 millones que contrajo Mauricio Macri. Es, además, una implícita forma de admitir que las metas podrán ser renegociadas por el próximo gobierno para llegar al plazo máximo de 10 años (con cuatro de gracia para el pago de capital) de los acuerdos de facilidades extendidas, que sí prevén reformas estructurales.

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En su breve mensaje televisivo, Alberto Fernández recurrió al folklórico manual de otros presidentes argentinos que debieron anunciar acuerdos con el FMI y podría resumirse en cuatro palabras: “Esta vez será distinto”.

Por eso rescató la consigna de “crecer para pagar”, aunque se ocupó de su frente interno con la mención de lo que “no” exige el organismo (déficit cero, baja real del gasto público, salto devaluatorio, reforma laboral, afectación de derechos jubilatorios). O sea, ningún costo político a la vista, como sí lo exige CFK y más aún después de su radicalizado discurso en Honduras.

Lo mismo vale para el pedido de apoyo de la oposición en el Congreso y su frase de que la historia juzgará quién creó un problema y quién lo resolvió. Con el mismo criterio, Macri podría afirmar que en 2018 no tuvo otra opción que recurrir al FMI como ahora el Gobierno y que la deuda es hija del crónico déficit fiscal que heredó de CFK, sin lograr reducirlo hasta que tuvo la soga al cuello, por usar las mismas palabras del Presidente.

Aunque el acuerdo preliminar con el Fondo es una noticia positiva, principalmente porque se contrapone a las irresponsables consignas de cesación de pagos agitadas desde el kirchnerismo, los números aportados por el ministro Martín Guzmán no despejan todas las incógnitas.

Por un lado, lucen razonables el sendero de reducción gradual del déficit fiscal primario (de 2,5% del PBI en 2022 a 1,9% en 2023 y 0,9% en 2024), la recomposición de reservas brutas con el reintegro (en DEG) de los pagos que se realicen al Fondo (al menos este año) y la posibilidad de sumar financiamiento de otros países como Rusia y China, que le resta tensión a la próxima visita presidencial. A esto se suma que la inversión pública apuntaría a obras de infraestructura para el desarrollo de exportaciones y tecnología, en vez de aviones para gobernadores.

Por otro, genera dudas que las metas de menor emisión de pesos se limiten a la financiación del déficit del Tesoro y no a la deuda del BCRA, sobre todo con tasas positivas frente a la inflación, que además encarecerán el crédito al sector privado. También que no haya cambios más allá del ajuste ya anunciado de las tarifas de electricidad y gas (17% y 20%), que mantendrán un alto componente de subsidios, a diferencia de la reducción progresiva que figura en el comunicado del FMI.

Otra incógnita es la política para bajar la inflación desde su actual piso de 51%. En este caso, con la actual política de acordar precios cuidados (limitada a 1300 productos con ajustes trimestrales de 6% promedio), cuando la realidad indica que el resto aumenta muy por encima, y paritarias en torno de 50% fraccionadas en tramos, frente a una previsible aceleración de las minidevaluaciones diarias del tipo de cambio oficial para reducir la brecha cambiaria.

Mientras tanto, más por necesidad que por virtud, el anuncio de esta mañana minimiza el riesgo de una crisis cambiaria e inflacionaria, como la que los mercados venían descontando desde el arranque de este año.