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“Ad terrorem” las ideologías totalitarias imponen su verdad

Muy de moda en todos los discursos es, sin duda, la democracia. La que debemos recordar “…es el menos malo…”. La democracia representativa tiene sus razones de peso y muestra su forma lógica de delegar el poder a los políticos, fórmula eficiente si éstos fueran honestos y coherentes, han perdido sus oportunidades en atmosferas ideológicas y defensas a ultranza de caprichos que no son ideológicos. La crisis real radica en que no significan nada en la gobernabilidad de los pueblos con sus estructuras de Estado secuestradas por las ideologías. “Un botón basta de muestra…”; la llegada de Médicos cubanos a ejercer su profesión, un acuerdo de mandatarios que deja sin efecto la normativa profesional mexicana y de los tratados internacionales: ni homologación, ni cedulas profesionales emergentes, un trato distintivo no otorgado a los connacionales, un formato sin tasas fiscales sobre sueldos de profesionales extranjeros… Con ello deterioran la democracia representativa, las decisiones están en las matrices y determinantes caprichos. El pueblo está en condiciones de gobernar en un acuerdo de voluntades en el cual las decisiones tengan la fuerza de la simpatía y el consenso. En el otro lado de la moneda, solo vemos la utilidad del clientelismo. En esa intensidad autocrática se presenta el deterioro de la CONFIENZA, los electores ven en el “menú político” solo ideologías, en consecuencia, muestran preferencias ideológicas, más aún, quedan sin “esfínteres”democráticos de mando popular. Las ideologías, presas de sus inculturas, han destruido la dualidad: soberanía y gobernar. La acción de mandar queda diluida. En la posmodernidad ideológica el pueblo no gobierna por vía de sus representantes, queda desfigurado el voto trasferido, un imperio efímero. Las simpatías electorales tienen “camisas de fuerza” de propaganda, una legitimación al engaño.

Elegir gobiernos es apresado por la geometría política, de todos sus colores, logran una suerte de salvo conducto para hacer y deshacer. Es el verdadero ente político, el cuerpo electoral, quien queda timado con la publicidad, venta del producto político y, con la propaganda, la venta ideológica. Otro botón de muestra, en días pasado una entidad de interés publico ejerció su democracia interna en un verdadero caos de procedimientos, sin razonamientos jurídicos de sus propios documentos básicos. Un abuso inmoral de los liderazgos. Un mercado de arbitrariedades propias de la mala administración del poder y del saber.

Se muestra una libertad mancillada, una capacidad manipulada por delincuentes de la política que cancelan actuación del “pueblo bueno” en la esfera pública. Insisto, en el tema de la salud pública, es una muestra de transgresiones y violaciones al derecho a la salud de la ciudadanía. Los pueblos, comunidades, pluralidades, diversidades…, quedan a merced de los antojos, alucinaciones, asistencias…, de quienes buscan desvalijarnos de todo derecho, los corsarios del poder.

La real política, queda en un penoso olvido, la deliberación y la participación permanece acotada por la agenda que la ideología en turno enferma de un cáncer muy extendido, con padecimientos de ocurrencias, sinrazones, violencias, prepotencias, despotismos, mentiras…, como eje de manipulación por vía del miedo, falta de respeto al Estado de Derecho… Vivimos una narrativa al estilo “rulfiano”, han quedado bajo tierra, en el sepulcro, anhelos, utopías, sueños, esperanzas, ilusiones, populares. El teatro ideológico muestra una baja estofa política, una preocupación electoral por ganar o mantener el poder a cosa de los que sea, entronizan un sistema clientelista, el cuerpo electoral intercambia su voluntad a cambio de favores diversos que “aparentemente” dejan ver una “lealtad política”,que es muy cuestionable. La corrupción de las campañas electorales deja como saldo un sentido desprestigio de la política, lo más preocupante una desconfianza en las instituciones públicas, en consecuencia, un debilitamiento de la democracia.

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Esta incautación de la democracia en nuestro país es muy grave, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pierde terreno ante el “chicharronero”, se robustece la cancelación de poder y saber en calidad de bienes públicos y estructura de los Derechos Humanos. La democracia demanda demócratas críticos, con carácter (éthos), para estar y ser en los espacios públicos, verdaderos escenarios de los debates, plurales, diversos, participativos, respetuosos, en los que los interlocutores sepan escuchar antes de proferir sus argumentos y motivos. La democracia queda determinada por nuestra CONSTITUCIÓN POLÍTICA, sus principios constitucionales determinan la vida compartida, en la que coexistan subjetividades democráticas, ciudadanía activa, en las que el espacio público adquiere sus nuevos extremos y límites virtuales y, desde luego, físicos. Nada peor le puede pasar a nuestro pueblo que una suerte de dictadura con casulla y birrete de democracia de pódium. En donde la ideología asume el papel de abrigar las apetencias políticas del electorado, de las masas en calidad de público, limitadas a los deseos y avaricias del principado. La masa electoral transita su boleta a voto, esencia democrática, al servicio del muro de las ideologías.