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Cuando los adolescentes encuentran desinformación, estos profesores están listos

Paul Blakesley, que lleva años enseñando a los estudiantes a identificar los prejuicios y la desinformación, imparte una clase en la escuela Palmer High School de Colorado Springs, Colorado, el 22 de agosto de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)
Paul Blakesley, que lleva años enseñando a los estudiantes a identificar los prejuicios y la desinformación, imparte una clase en la escuela Palmer High School de Colorado Springs, Colorado, el 22 de agosto de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)

Entre las lecciones sobre la guerra de la Independencia y las funciones del Congreso, los alumnos de tercer año de varias clases de historia y gobierno de Estados Unidos de Palmer High School de Colorado Springs, Colorado, aprenden a defenderse de la desinformación.

Los estudiantes, muchos de ellos en edad de votar, pasan hasta dos semanas cada otoño explorando cómo las falsedades, los prejuicios y las opiniones pueden estar al acecho en los muchos lugares donde obtienen información. Aprenden a rastrear los orígenes de los documentos, a validar un sitio web tras abandonarlo para consultar otras fuentes y a entrenar un ojo crítico sobre las afirmaciones hechas por los influentes de TikTok y en los videos de YouTube.

“Con los estudiantes y con los adultos, es fácil mirar las cosas en las redes sociales y tomarlas tal cual y no cuestionarlas”, comentó Paul Blakesley, que ha enseñado a los estudiantes sobre medios de comunicación y alfabetización informativa durante varios años en la escuela. “Puede ser difícil superar esa apatía, pero vale la pena intentarlo”.

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Los niños y adolescentes no son los únicos susceptibles a la desinformación: varios estudios sugieren que los adultos mayores tienen más dificultades para reconocer las noticias falsas y son los más propensos a compartirlas.

Sin embargo, como los jóvenes pasan más tiempo en internet, donde se arremolinan narrativas engañosas y falsas en torno a las próximas elecciones intermedias, la pandemia del COVID-19 y otros temas, los educadores intentan cada vez más ofrecer protección. Utilizando técnicas actualizadas para la era digital, están enseñando a los estudiantes que la viralidad no confiere legitimidad, que el contenido puede ser fabricado o manipulado y que un dominio.org no hace que un sitio web sea digno de confianza.

En Palmer High School, Blakesley intenta demostrar cómo distinguir entre la buena y la mala información: ¿cuáles son las fuentes? ¿Cuál es su perspectiva? ¿Cuándo es apropiado recurrir a Wikipedia?

Alarmados por el aumento de la desinformación en internet, varios grupos educativos que representan a más de 350.000 profesores de matemáticas, ciencas sociales y otras disciplinas crearon una alianza para apoyar mejor a quienes intentan enseñar la alfabetización mediática. Uno de los grupos fundadores, la National Association for Media Literacy Education (Asociación Nacional para la Enseñanza de la Alfabetización Mediática), señaló que su número de miembros se había duplicado en los últimos cinco años.

Paul Blakesley, que ha pasado años enseñando a los estudiantes a identificar los prejuicios y la desinformación, fuera de la escuela Palmer High School en Colorado Springs, Colorado, 22 de agosto de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)
Paul Blakesley, que ha pasado años enseñando a los estudiantes a identificar los prejuicios y la desinformación, fuera de la escuela Palmer High School en Colorado Springs, Colorado, 22 de agosto de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)

Los legisladores federales y estatales han intentado en los últimos años apoyar la alfabetización mediática en las escuelas públicas. Cinco estados, entre ellos Colorado, aprobaron desde principios de 2020 un texto que exigía a los departamentos de educación tomar medidas como proporcionar recursos de alfabetización y revisar los estándares de aprendizaje, según el grupo sin ánimo de lucro Media Literacy Now. Muchas de las leyes existentes equivalen a un respaldo legislativo a la necesidad de alfabetización más que a un mandato real. Solo un estado, Illinois, exige que se enseñe a los estudiantes de secundaria a acceder y analizar los mensajes de los medios de comunicación.

Sin embargo, sin un mandato explícito de los legisladores, algunas escuelas —muchas de las cuales se enfrentan a la escasez de personal y a las luchas políticas por las asignaturas— se esfuerzan por integrar la alfabetización mediática en su plan de estudios. Y las que lo logran, a menudo lo enseñan con listas de comprobación obsoletas que se imparten en breves momentos, en lugar de que sea parte integrada de las materias principales.

No obstante, los defensores de la alfabetización mediática e informativa afirman que las dificultades se ven superadas por los peligros que entraña el hecho de que los jóvenes estudiantes no sepan reconocer las señales de alarma retóricas y sean presa del sesgo de confirmación en internet, donde podrían alimentar de manera involuntaria los rumores y contribuir a la polarización.

“Hay dificultades para introducir esto en las escuelas”, señaló Jimmeka Anderson, que fundó el grupo enfocado en la juventud I AM not the MEdia. “Pero es una necesidad para el modo en que vivimos en la actualidad, porque todos participamos en este espacio en línea, sobre todo los jóvenes”.

Para un estudio publicado el año pasado, investigadores de la Universidad de Stanford pidieron a 3446 estudiantes de secundaria que evaluaran varios tipos de contenidos. No les fue bien. En un ejemplo, un sitio web afirmaba ofrecer datos sobre la ciencia del clima, pero en realidad estaba vinculado a la industria de los combustibles fósiles. Engañó a casi el 97 por ciento de los estudiantes.

Estos resultados sugieren que muchos estudiantes necesitan ayuda para aprender a filtrar el aluvión de información que les llega, aseguró Sam Wineburg, uno de los investigadores, quien dirige el Grupo de Educación Histórica de Stanford. Él y otros investigadores han sugerido que se enseñe a los estudiantes a leer de manera lateral, comprobando la información en línea mediante la exploración más allá del sitio web original.

Otros estudios han presentado sitios web que promueven la conservación de animales imaginarios, que la gran mayoría de los niños y adolescentes encuestados no reconocieron como engaños. Un estudio global realizado este verano descubrió que casi la mitad de los jóvenes adultos compartían información errónea porque creían que era cierta, mientras que un tercio lo hacía de forma impulsiva. Muchos aseguraron que estaban demasiado ocupados para verificar la información o que se sentían presionados para opinar sobre un acontecimiento de actualidad, según la investigación, dirigida por el Instituto Poynter de Estudios de Medios de Comunicación.

Gracie Gilligan realizó su propio estudio este año en Maynard, una pequeña ciudad liberal de Massachusetts. Gilligan, recién graduada del Maynard High School, descubrió que el 47 por ciento de los estudiantes de su distrito escolar rara vez hablaban con sus padres y tutores sobre lo que hacía que las fuentes de los medios de comunicación fueran fiables. Solo al 52 por ciento de los alumnos de último curso se les había enseñado que las empresas de comunicación ganan dinero vendiendo la atención de la audiencia.

Sin embargo, en lo que consideró una señal alentadora, el 95 por ciento de los estudiantes de último año señalaron que habían realizado un proyecto de investigación que les exigía reunir información de múltiples fuentes y resumir sus conclusiones.

Gilligan, que trabajó en la encuesta con el grupo sin fines de lucro Media Literacy Now y el Media Education Lab de la Universidad de Rhode Island, se dio cuenta de que Instagram se estaba convirtiendo en una de sus principales fuentes de información, a través de infografías y “publicaciones que contenían explicaciones de una sola frase sobre temas realmente complejos”.

“Muchos de mis amigos y compañeros se polarizaron mucho a una edad muy temprana y la gente estaba realmente enfadada con cualquiera que tuviera creencias diferentes de las de ellos”, dijo. “Y mucho de eso provenía de tener una visión muy unilateral de los temas que veíamos”.

Este año, Gilligan cumplió 18 años y tiene previsto votar por primera vez en las elecciones de mitad de mandato. Pero muchos instructores creen que la educación en materia de medios de comunicación debería empezar mucho antes, en la secundaria o incluso en la primaria, cuando los niños apenas empiezan a aventurarse en internet.

Desde 2004, Timothy Krueger enseña Historia a los adolescentes más jóvenes del distrito de North Syracuse, al norte del estado de Nueva York. Sus alumnos plantearon una vez una falsa teoría conspirativa en TikTok según la cual Helen Keller fingió su ceguera y sordera. Otros dijeron que no se habían vacunado contra la COVID-19 porque sus padres les habían dicho, de forma inexacta, que la vacuna los haría infértiles.

Krueger empezó a incluir más lecciones sobre la evaluación de las pruebas y la comprobación de los hechos. En noviembre, se pondrá en marcha en Cleveland un programa piloto que él ayudó a diseñar con la Federación Estadounidense de Profesores y que contribuirá en parte a formar a los educadores para que enseñen la alfabetización mediática e informativa utilizando métodos “seguros” para protegerlos del acoso.

Constantemente se despliegan nuevas iniciativas educativas. Twitter y Google tienen las llamadas iniciativas de desacreditación preventiva con el fin de advertir a los usuarios sobre las tácticas habituales de desinformación. El Proyecto de Alfabetización de Noticias sin fines de lucro, el cual afirmó que el número de estudiantes que usan su plan de estudios gratuito Checkology aumentó un 248 por ciento entre 2018 y 2022, hace poco presentó una breve guía de desinformación sobre las elecciones en Flip, una plataforma en línea basada en videos para maestros.

Pero Peter Adams, un exprofesor que dirige la investigación y el diseño del News Literacy Project, está ejerciendo presión para que haya un consenso más amplio sobre los tipos de habilidades que los estudiantes deben aprender y los resultados que los educadores quieren. Sin él, le preocupa que las lecciones puedan ser contraproducentes.

“Algunos métodos se han arraigado en las escuelas y casi implican que los estudiantes deben cuestionar todo lo que ven con la misma cantidad de escepticismo”, explicó. “Esto puede invitar a los jóvenes a concluir que todas las fuentes de información son sospechosas de igual manera o, peor aún, influir en una especie de nihilismo, que todas las fuentes de información tienen algún tipo de motivo oculto o que tienen como fin manipularlos de alguna manera”.

© 2022 The New York Times Company