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Los árboles no deben tapar el bosque

09 Luis Suarez of FC Barcelona celebrating a goal during La Liga match between FC Barcelona and RCD Espanyol behind closed doors due to Coronavirus at Camp Nou Stadium on July 08, 2020 in Barcelona, Spain. (Photo by Xavier Bonilla/NurPhoto via Getty Images)
Luis Suárez celebra el 1-0 ante el Espanyol. (Foto Xavier Bonilla/NurPhoto via Getty Images)

El mismo día que Luis Suárez completó uno de sus partidos más flojos de la temporada también dio el gol de la victoria a su equipo ante el Espanyol. Capaz de ser determinante en un momento puntual y de firmar un partido para el olvido, el atacante sudamericano combina goles con actuaciones globales insostenibles para un delantero centro de primer nivel. La situación no es extraña y representa un fenómeno que se ha ido repitiendo a lo largo de las últimas campañas en el Camp Nou. El uruguayo es el vivo ejemplo de que jugar mal no está reñido con marcar goles.

El delantero centro charrúa vive en El Día de la Marmota. Es vital en los mecanismos ofensivos del cuadro azulgrana, pero su figura limita el techo competitivo del equipo. Incapaz de combinar en espacios reducidos por su técnica, su físico le ha dejado de otorgar ventajas ante rivales más jóvenes y mejor preparados. Lejos quedan ya esas exhuberantes exhibiciones físicas del que en su momento fue el mejor en su puesto. Algo realmente preocupante para un futbolista que vive tanto de su condición física.

A sus 33 años, el ‘9’ del Barça no se ha adaptado a su nueva realidad y sigue intentando esas jugadas imposibles que tan solo Luis Suárez podía realizar en su pico más alto. Las de correr, chocar, recibir, soltar y definir. Las acciones que dibuja en su cabeza no pueden ser plasmadas por sus pies. Del apoyo, la posterior ruptura al espacio y el abanico de desmarques por los tres carriles del ataque en tiempos de MSN ya no queda nada. Quizás el recuerdo de un delantero infalible dentro del área para pescar en aguas revueltas pero en permanente conflicto cuando parte lejos de ella.

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En este sentido, el progresivo bajón del ‘9’ culé ha provocado que cada día salga más barato lanzarse a presionar al Barça arriba. En lugar de dar oxígeno a su equipo, lo ahoga ante la ausencia de profundidad al contragolpe. Así lo demuestran los enfrentamientos de altos vuelos ante rivales de envergadura en la Champions League. La falta de piernas y energía que acompaña a un Luis Suárez al espacio en el ocaso de su carrera permite a los contrarios atreverse a buscar al cuadro catalán a sabiendas de que tendrán tiempo para replegar y corregir si le superan la primera línea defensiva.

El marrón para Quique Setién es pujante: Luis Suárez resta más de lo que suma pese a seguir facturando dianas. La jerarquía del uruguayo en el vestuario del Barça es enorme, pero lo cierto es que es difícil justificar su ascendencia al observar lo poco que aporta a su equipo en el terreno de juego. Probablemente, aquí se encuentre el verdadero problema: hay que tener una personalidad y un apoyo muy fuerte dentro del club para dar un golpe sobre la mesa y dejar al ‘9’ en el banquillo o quitarlo del campo.

No es casualidad que el Barça haya tanteado la llegada de un delantero como Lautaro Martínez con un perfil tan similar al de Luis Suárez. El club necesita a un delantero con la agresividad, el gol, la profundidad y el juego de apoyos y descargas del Suárez que encandiló al Camp Nou y que, por una cuestión generacional, ya no encuentra en el propio uruguayo. Sea como fuere, la entidad catalana deberá mover ficha en un futuro inmediato para atajar una de las renovaciones más importantes de los últimos tiempos.

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