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Argüelles, dueño de Sidus: "Hay que mejorar el sistema tributario bajando impuestos, no aumentándolos"

La salida de empresas extranjeras del país empezó a acelerarse en los últimos meses y, junto a los casos más resonantes, como los de Latam Argentina o Walmart, se produjeron otros como los del laboratorio francés Pierre Fabre, que dejó su operación en manos de sus socios locales, el grupo Sidus. En diálogo con LA NACION, su dueño y presidente, Marcelo Argüelles, miembro de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), se refiere al éxodo y a temas como el impuesto a la riqueza, al que critica por "recesivo", y el aparente giro ortodoxo del ministro de Economía, Martín Guzmán.

-La industria farmacéutica depende de los insumos importados. ¿Cómo está funcionando con la escasez de divisas del país?

-Razonablemente bien; hemos trabajado desde el primer día con protocolos muy rigurosos, pero pudimos seguir abasteciendo el mercado y nuestra producción descendió muy poco, entre el 10 y el 15%. Nuestras plantas siguieron trabajando con un 80% de la gente y el otro 20%, aproximadamente, quedándose en sus casas por problemas relacionados con enfermedades. Hemos vivido una circunstancia muy distinta a la del mercado general. El mercado ha caído, números más, números menos, entre un 8 y un 10% en unidades respecto del año pasado. Respecto de la pregunta, ya empezamos a tener problemas de abastecimiento pero son más de orden administrativo que otra cosa. La industria farmacéutica siempre ha sido bien tratada cuando hubo escasez de divisas; hoy cuesta un poco más, preguntan todo, no hay nada automático, pero con un poquito de trámite van saliendo las cosas.

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-Cuando estaban los franceses, ¿tenían problemas con el giro de utilidades?

-Sí, totalmente. Es uno de los grandes problemas de las compañías multinacionales que, en algunos casos, generan utilidad local y después no pueden mandarla al exterior si no es bajo la forma de compra de mercadería. Pero el principal problema que percibían en Pierre Fabre, que es una empresa con la cual nosotros tenemos una relación de muchos años como licenciatarios de algunos productos, es el desorden macroeconómico y la inflación. La inflación hoy, para europeos y países desarrollados, es algo incomprensible; además, después no pueden ajustar los balances por inflación y los complica para homogeneizar la información a nivel internacional.

-¿Es lo que termina definiendo la salida del país?

-Tal cual, porque ya no son problemas de demanda en el caso nuestro, aunque hay otras empresas que sí, sino las condiciones macroeconómicas, que se hacen muy dificultosas. Entonces, como tampoco tenemos la magnitud de China o de Brasil como mercado, dicen "bueno, nos manejamos de otra forma". Nosotros pudimos encontrar un mecanismo por el cual nos quedamos con los productos y con las inversiones de ellos en la Argentina. Retuvimos las 160 personas que trabajan acá. No hemos despedido ni una sola persona; fue uno de los compromisos mutuos.

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-¿Se quedaron con la compañía por un valor simbólico o invirtieron algo más?

-Algunas inversiones tuvimos que hacer, pero realmente el valor más importante fue la continuidad de las 160 personas. Pasamos de 420 empleados a 580, 600.

-Es parecido al caso de Brighstar, que se vendió a Mirgor por un dólar con la condición de que se hiciera cargo de toda la gente. ¿Esta fórmula podría empezar a extenderse?

-Es probable, porque el costo de indemnización, con gente con muchos años de antigüedad, es muy grande. Incluso a las pautas locales se les agregan las de las multinacionales y da una cifra millonaria, que dificulta cualquier salida. Creo que se pueden ver ese tipo de cosas, probablemente no sea lo mejor, pero es una alternativa. En el caso de Pierre Fabre [la decisión] también se ve acompañada por un proceso de unificación de unidades productivas en Francia, porque del mismo modo en que a veces se expulsa de algunos países hay otros países que se dirigen a la inversión local. Que haya una producción en incremento en Francia era muy importante para ellos, por eso también cerraron algunas operaciones en Asia.

-Las empresas se retiran porque no soportan el contexto macro, pero la contraparte son otras, como ustedes, que lo aceptan. ¿Por qué?

-Porque estamos acostumbrados. Nosotros ya somos homus inflacionarius: los que tenemos algunos años no hemos vivido fuera de la inflación, está insertada en nuestras vidas, entonces, estamos acostumbrados a eso. Vemos las cosas con otra perspectiva, una perspectiva local en el sentido de que estamos acostumbrados a medir cuál es el peligro y cuál no. También hay que reconocer que para nosotros ha sido un salto de estructura muy importante que nos permite un reacomodamiento de gastos fijos y solucionar algunos problemas de índole financiera que teníamos por magnitud. La otra cosa es que la industria farmacéutica, más allá de algún problema de precios, frente a la recesión no decrece de la misma manera que los mercados de consumo. Entonces no nos afecta tanto como a otros sectores. Además, tenemos un potencial muy importante de crecimiento en productos de exportación de Rovafarm y otros proyectos en el campo de los "snacks saludables", con productos liofilizados en frutas, verduras y semillas.

-¿Van a seguir representando a Pierre Fabre en la Argentina?

-Adquirimos dos empresas. Pierre Fabre dermocosmética, que tiene cuatro líneas de productos (Avene, Klorane, Ducray y Aderma). Hemos cerrado este acuerdo con una licencia por diez años en ese sector. Las marcas siguen siendo de ellos y nosotros somos licenciatarios para la Argentina y Uruguay. Y también hemos comprado la planta de la marca Rovafarm, que es una empresa de producción de condroitinsulfato para los problemas osteoarticulares, con un convenio de exportación por los próximos cinco años del orden de 10 millones de dólares anuales.

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-Hay otro tema que preocupa a las empresas, que es el aumento de la presión impositiva, y la semana pasada avanzó en Diputados el impuesto a la riqueza.

-Me parece que es un esquema negativo, recesivo. Tiene elementos técnicos como la duplicidad y otros temas. Y todos sabemos que la Argentina tiene que mejorar su sistema tributario de una forma muy importante, pero reduciendo los impuestos, no aumentándolos. Más allá de lo que le puede tocar a cada uno desde el punto de vista personal, no es un buen ejemplo para las empresas, que se van a ver perjudicadas fuertemente por la doble imposición. Del mismo modo, tampoco son un buen síntoma la mayoría de las declaraciones que uno escucha cotidianamente que son contradictorias con el camino que quiere tomar el ministro Guzmán: ir hacia un ordenamiento macroeconómico compatible con la situación social, pero no incrementar el desorden administrativo. Ya se cerró un acuerdo con los bonistas y ahora estamos con el Fondo. Da la sensación de que el ministro también quiere dar todos los pasos necesarios como para que el mundo vuelva a confiar en la Argentina y a veces esas declaraciones que encontramos no sabemos qué sentido tienen. Para alguien que está tratando de manejar la coyuntura a 10.000 kilómetros de distancia es mucho peor.

-¿El giro ortodoxo de Guzmán es sincero o es un gesto para los mercados?

-Si uno toma solamente los hechos, se cerró el problema de la deuda; frente a los excesos que pueda haber en la paridad cambiaria se tomaron ciertas medidas, que son complejas y que van a tener costos, pero [el tipo de cambio] se aquietó, y se está negociando con el Fondo. Del mismo modo, hay otra gente que está diciendo permanentemente que esto no tiene salida. Es decir, tenemos visiones extremas de ambos lados y Guzmán está yendo por el camino del centro. Tampoco hay mucho para hacer porque en materia económica el país está muy condicionado; estamos frente a un desfiladero en el cual sería ideal que todos habláramos lo menos posible y actuáramos en un mismo camino, pero no es fácil.

-¿Los empresarios no tendrían que estar más presentes respaldando a Guzmán en público?

-En principio diría que sí. Lo que sucede también es que es muy probable que las opiniones que se viertan desde el sector empresarial se vean como las de un sector interesado. La única forma de mejorar nuestros condicionamientos sociales es con crecimiento y con una distribución del ingreso razonable, una herramienta que permita pensar en crecer y generar nueva riqueza y que después tengamos mecanismos sociales de redistribución que sean adecuados.

-Pero el Gobierno toma medidas en nombre de la distribución del ingreso, como el impuesto a la riqueza. ¿No hay una contradicción ahí?

-Son medidas recesivas, que pueden tener una utilización de coyuntura, pero en el mediano plazo van en detrimento de la inversión.

-Otra medida que apunta a la contención social es el control de precios. ¿Por qué las empresas lo rechazan?

-Independientemente de que pueda haber quienes piensan que acá toda la riqueza se la llevan determinados sectores, el problema es que tampoco se genera la rentabilidad suficiente en las empresas. Es la problemática de las compañías internacionales que deciden irse del país, pero también hay una enorme cantidad de empresas nacionales que no tenemos rentabilidad desde hace muchos años por problemáticas relacionadas con una estructura tributaria horrible, una estructura laboral muy compleja, por impuestos de todo tipo que frenan cualquier iniciativa de inversión. La economía no funciona, y es evidente porque no crecemos. Estamos con los niveles de hace 10 años. Hemos crecido a tasas chinas y también decrecido a esas mismas tasas.