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La Argentina, un país con sus activos de remate

Hacía tiempo que los bancos de inversión en la Argentina no tenían tanto trabajo. Pero también, que no les costaba tanto poder cerrar algún negocio. Se está dando un fenómeno por estos días en la Argentina: hay una gran cantidad de activos argentinos en venta y no hay quién quiera comprarlos. Son muchas las compañías que buscan achicar su exposición en el país o directamente abandonarlo por completo. No hay industria que sea ajena al fenómeno. La Argentina está de remate. Aunque el Gobierno no parece todavía haber tomado nota de ello.

Algunas son operaciones conocidas, otras no tanto. Los enigmáticos en las conversaciones con abogados y banqueros sobran: “En los próximos días te vas a enterar de dos empresas de gas y una de electricidad que se van”, dice un hombre de la industria. “Hay marcas de indumentaria internacionales buscando banco para salir”, agrega un banquero. Pero también hay nombres que se hacen públicos, y son muchos. Por caso, la petrolera china Sinopec está negociando la venta de áreas en Santa Cruz; Danone, que anunció la revisión de su operación en la Argentina, tiene en venta su negocio de aguas, y el laboratorio Eli Lilly, que se destaca en medicamentos para la diabetes y tratamientos oncológicos, sondeó la posibilidad de dejar su marca en manos de algún operador local (aunque en la empresa, dijeron que “reiteraban su compromiso con los pacientes de la Argentina y que en este momento no tiene ninguna nueva alianza o acuerdo específico sobre el cual brindar información). Son sólo algunos ejemplos que se suman a los ya concretados: Latam, Falabella, Nike, Walmart, entre otras.

El problema en muchos casos es que los vendedores se encuentran con que el apetito de los inversores internacionales por el riesgo argentino es prácticamente nulo. Sólo se acercan algunos locales, que ya acarrean la reputación de hacer negocios con poco dinero. Así es que, por ahora, Telefónica le habría cerrado las puertas a la oferta del Grupo Olmos, lo mismo que la distribuidora de gas Naturgy a la propuesta que le acercaron José Luis Manzano y Mauricio Filiberti, flamantes dueños de Edenor.

Los grandes fondos de inversión internacionales –como Advent, Pegasus o Linzor Capital–, que en otros momentos no hubieran dejado presa por olfatear, están concentrados en sondear oportunidades en otros países de la región.

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“Hay una cantidad de empresas que están de remate, otras que están esperando ver si consiguen un buen precio. No se quieren ir a cualquier costo”, explica un banquero con años en el negocio corporativo. “Lo dramático es que muchas empresas no quieren hundir plata cash en el país, no sólo que el local quiere vender. El de afuera no quiere entrar plata, entonces se habla de canjes de acciones con valuaciones escalofriantes en comparación con las de otros países de la región”, resume.

La falta de interés por la Argentina tiene su correlato en los precios de los bonos, que no logran levantar cabeza y rinden 18% en dólares, una tasa tan alta como la que llegaron a tener previo el canje de deuda.

Los empresarios y el mercado perciben que la agenda del Gobierno, concentrada en las cuestiones judiciales y en la política, está muy alejada de su realidad. El presidente Alberto Fernández prácticamente no les dedicó más que unos pocos minutos de su discurso de apertura de la Asamblea Legislativa, y no les ofreció –excepto a la agroindustria, a la que le prometió avanzar con una nueva ley de incentivos impositivos– ninguna perspectiva de mejora. Más aun, el anticipo de que se impulsará un proyecto de ley para la pesificación de la energía generó un cimbronazo entre las empresas de petróleo y gas.

La realidad es que tampoco la oposición –concentrada en sus propias internas– se mueve activamente para impulsar proyectos que contribuyan a revertir las expectativas del sector privado.

No se crece sin inversión

“Acá el Gobierno está concentrado en fomentar el consumo, pero no entiende que si no se fomenta la inversión el país no va a crecer nunca”, comentaba uno de los principales empresarios nacionales a minutos de haber finalizado el discurso del Presidente. El documento del Foro de Convergencia, que LA NACION difundió ayer, refleja la problemática: la presión impositiva, la falta de reglas de juego estables, el cepo cambiario (con importaciones cada vez más trabadas y los giros de utilidades, prohibidos), los problemas sindicales y la falta de acceso al crédito son sólo algunos de los problemas que citan.

En privado, los empresarios no ahorran calificativos, reclamos y quejas. En público, hace tiempo que decidieron dejar de figurar y cederles el micrófono a las cámaras que los nuclean. “Lo único que querés es que a fin de mes te aprueben las importaciones o que Paula Español te habilite a subir los precios”, dice, resignado, un empresario de la industria alimenticia.

Otros también intentan hacer buenas migas con quienes consideran podrían crecer en la toma de decisiones en los próximos meses, como es el caso de los laboratorios, que estarían por acordar con IOMA, a pedido del gobernador Axel Kicillof, una rebaja en los precios de los medicamentos de la obra social provincial. Será un buen anuncio electoral, en plena pandemia, poder aumentar la cobertura de los afiliados de la segunda obra social de los bonaerenses.

Pero hasta los sectores más competitivos, que hoy tienen margen para exportar, están teniendo dificultades para sacar provecho de los tiempos de bonanza. Los problemas para acceder a créditos para prefinanciar exportaciones son cada vez más palpables, pese a los esfuerzos que en los últimos días se les pidió desde el Gobierno a algunos grandes bancos estatales.

Ya no sólo tienen dudas sobre el plan económico de Guzmán –descuentan que hasta las elecciones se apelará a todas las fórmulas conocidas–, sino que se preguntan: ¿tiene el Gobierno un plan B en caso de que la pandemia azote con fuerza en los próximos meses? Está claro para muchos de ellos que la interna entre Guzmán y el Instituto Patria tiene un vencedor cantado, al menos, mientras dure el año electoral.

La precariedad con la que opera la economía argentina es por momentos mayor que la que algunos imaginan. La habilitación del pago de importaciones depende en gran medida de que se cumpla en el mes la liquidación de divisas que los primeros días de cada período le envían por WhatsApp referentes de las grandes cerealeras. La micro gestión de la economía es una constante.

En el Gobierno hacen los números finos a diario. La inflación desvela a los principales funcionarios del equipo económico. Más porque, a diferencia de otras elecciones, no hay tanto dinero para volcar en las bases y morigerar el impacto en el bolsillo. En el Gobierno creen que, siempre y cuando se mantenga el dólar anclado –aseguran que el Banco Central tiene un stock de bonos como para intervenir un año entero– y que las tarifas de servicios no aumenten más del 30% a lo largo de todo el año, la inflación podría mantenerse entre 2 y 3% en los próximos meses. Incluso se envalentonan con la posibilidad de que el dato de febrero, que se conocerá la semana próxima, dé por debajo de las estimaciones privadas y se ubique entre 3,2 y 3,3%.

“En el tema tarifas, lo importante para el índice de inflación es la composición de los aumentos. Por ejemplo, si se sube o no la tarifa social”, explican en el equipo económico. Pese a que las audiencias públicas recién van a comenzar en 10 días, entre las distribuidoras de gas ya descuentan que el incremento que les convalidará el Gobierno será del 28%, lo que representará un aumento en las facturas de los usuarios del 9%.

Hace ya varias semanas que el grupo de WhatsApp Nuestra Voz, que supo nuclear a muchos empresarios del país, tiene escasa o nula actividad. La desazón reside en que el problema no es exclusivo del gobierno de Alberto Fernández. Según un trabajo publicado por el economista Marcelo Elizondo, la Argentina es, después de Luxemburgo, Sudáfrica y Turquía, el país que más destruyó su stock de inversión extranjera directa (IED) entre 2010 y 2019 –último dato disponible–. Perdió en ese período US$16.421 millones. En términos porcentuales, representa 19,2% de la inversión; una cifra sólo superada en ese período por países como Venezuela, Angola o Yemen.

La gran duda que tienen muchos por estos días es si llegará el momento en que los precios de remate se vuelvan atractivos. Por ahora, muchos eligen mirarlos de afuera.