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Capitalismo, populismos y otros temas de la economía, según el papa Francisco

Fratelli Tutti, la última carta encíclica, incluye críticas al sistema y a las políticas populistas, propone un nuevo orden mundial y sostiene que el asistencialismo debe ser una solución solo provisoria
Fuente: LA NACION

La Argentina es más bien un lugar de pasiones, sobre todo en dos materias: la política y la deportiva. Así, se da el reino de la inclinación o de la preferencia muy viva de una persona a otra, sin importar demasiado sus ideas. Se vive así. El latido le gana a la razón.

Cuando se escriben estas letras, la muerte de Diego Armando Maradona, el argentino más famoso del mundo, despierta la pasión. Poco se dijo de sus ideas. El otro argentino más famoso, el papa Francisco, también despierta pasiones y sus ideas suelen quedar muy por detrás de sus gestos. De hecho, coincidirá el lector en que el destinatario de un rosario enviado desde la Santa Sede o la foto en las residencias pontificias con algún personaje público, y hasta la mueca de sonrisa o la cara de póquer que muestra en ocasiones, generan mucha más repercusión que sus palabras o sus ideas.

En este tiempo de pandemia Francisco publicó, a fines de septiembre, su tercera encíclica. Fratelli Tutti (Hermanos todos) -así su nombre, que se mantuvo en italiano en todas las traducciones- es quizá la pieza con más condimentos sociales y económicos del exarzobispo de Buenos Aires, autor también de Lumen Fidei (La luz de la Fe), escrita a cuatro manos con su predecesor, Benedicto XVI, papa emérito (2013); y Laudato Sí, sobre el cuidado de la casa común (2015).

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Más allá de los rosarios, las fotos, las sonrisas o los gestos con los que se decodifica al Sumo Pontífice desde la Argentina, la pieza merece un repaso a fondo sobre la mirada de la economía que en ella se refleja. Cada argentino que se adentre en el texto tendrá un privilegio que pocos en el planeta compartirán: el de conocer y vivir la historia y el presente del país con el peronismo, y el debate actual sobre la propiedad privada, el asistencialismo y la riqueza. Parece inevitable: ninguna palabra de Fratelli Tutti sonará igual para un argentino que para un escandinavo. Bienvenido el lector a los postulados económicos de Francisco, del papa latino, del compatriota vivo más famoso del planeta.

La globalización, el mercado, la pobreza, las fronteras, el consumo y el populismo son algunos de los temas que Jorge Bergoglio aborda. Osada y catalogada como una de las menos religiosas de las encíclicas modernas, en la más reciente el papa hasta se permite reclamar por una modificación del orden global. Considera, a mitad de camino de su texto, que el siglo XXI es un escenario de debilitamiento de poder de los Estados, sobre todo porque la "dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política".

Entonces, reclama desde Roma instituciones internacionales, más fuertes, capaz de regular un mundo distinto. "Es necesaria una reforma de la Organización de las Naciones Unidas, así como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real del concepto de familia de naciones", postula la encíclica.

Pide que se evite "una autoridad cooptada por unos pocos países" y que se disponga lo necesario para impedir "imposiciones culturales o el menoscabo de las libertades básicas de las naciones más débiles a causa de diferencias ideológicas".

La encíclica está atravesada por la pandemia de Covid-19, protagonista excluyente de este 2020. La pregunta que se hace el Papa es simple y confluye en la que también tiene gran parte de la humanidad. ¿Cómo será el mundo después del virus?

"Si bien Francisco había comenzado a escribir Fratelli Tutti antes de la pandemia, es notable que a partir de marzo haya ido preparando de un modo particular esta encíclica, poniéndola en un contexto de vivir la crisis como una verdadera oportunidad", señaló monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, en un encuentro organizado por la Universidad Católica Argentina (UCA) hace poco más de una semana.

"Cuando estaba redactando esta carta -escribió Bergoglio-, irrumpió de manera inesperada la pandemia de Covid-19 que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades. Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente". En todo su desarrollo sobre el tema -usa ocho veces la palabra pandemia; una vez, coronavirus, y dos veces, Covid- regresa a un concepto central del documento: la confraternidad de las naciones.

"Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos". Dice el Papa que la humanidad avanzaba de manera implacable hacia una economía que, utilizando los avances tecnológicos, procuraba reducir los "costos humanos".

"Algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera asegurado", dice en una franca crítica al capitalismo. Y luego remata: "Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta". Posa ahí la principal crítica al consumismo, que luego se completa con una cita de Laudato si, su encíclica de 2015: "La obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando solo unos pocos puedan sostenerlo, solo podrá provocar violencia y destrucción recíproca El ?sálvese quien pueda' se traducirá rápidamente en el ?todos contra todos' y eso será peor que una pandemia", finaliza.

Si el lector le permite una licencia al autor de la nota, es posible relacionar estos postulados con otros sobre los que ya había transitado antes el texto. Quizá para los argentinos aniquilados por la división y la agresión como método de comunicación social, estos párrafos tengan especial importancia. "Al mismo tiempo que las personas preservan su aislamiento consumista y cómodo, eligen una vinculación constante y febril. Esto favorece la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos, descalificaciones y latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro, en un desenfreno que no podría existir en el contacto cuerpo a cuerpo sin que termináramos destruyéndonos entre todos. La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual", dice el Papa.

Y va un poco más allá respecto de la mentira como forma de comunicación política: "Ello ha permitido que las ideologías pierdan todo pudor. Lo que hasta hace pocos años no podía ser dicho por alguien sin el riesgo de perder el respeto de todo el mundo, hoy puede ser expresado con toda crudeza, aun por algunas autoridades políticas, y permanecer impune". Cualquier parecido con la realidad no es una simple coincidencia.

Ahora bien, ¿dónde se inscribe esta encíclica? Los papas escriben uno tras otro sus documentos y ninguno en la historia se ha escapado de los lineamientos generales de la Doctrina Social de la Iglesia. Imposible describirla en una sola nota periodística, y quizá más imposible aún que lo pueda hacer este autor. Pero, si uno se toma una licencia para describirla en un párrafo, podría decirse que la doctrina habla del bien común y de la persona y, luego, de los derechos como la libertad y la propiedad. Y agrega dos elementos determinantes que acaban por limitar alguno de los mencionados en la oración anterior: el destino universal de los bienes y la subsidiariedad. Cada pontífice abreva en estos pensamientos y los aborda. Cada uno lo hace según sus creencias y sus propósitos.

El papa Francisco y sus dos antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, han tomado viejos legados y han reinterpretado algunas cuestiones, principalmente de política y de economía. Los estudiosos de la curia romana dicen que en los textos de Juan Pablo II se ve la letra de Leon XIII. Ambos, coinciden los especialistas, fueron más cercanos a una idea de la libertad económica más pura, menos intervenida. La principal encíclica del papa polaco es Centésimus Annus, publicada a los 100 años de Rerum Novarum (De las cosas nuevas), la primera pieza social de la Iglesia, que fue escrita, justamente, por Leon XIII.

Luego, Benedicto, especialmente en la encíclica Caritas in Veritate (La caridad en la verdad) recepta algo de las teorías económicas del economista italiano Stefano Zamagni, presidente de la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano. Se inclina un poco más por una combinación de la sociedad civil y el mercado, algo así como un liberalismo moderado, en oposición a los neoconsevadores que estuvieron detrás de Juan Pablo II. Para explicarlo con un ejemplo, está más cerca de una economía de pymes italianas que de un sistema de capitalismo más clásico.

¿Dónde se ubica Francisco? "Le contestaría que es más cercano a Pablo VI. En la encíclica Populorum Progressio (El desarrollo de los Pueblos), de 1967, el desarrollismo estuvo muy presente, al igual que la socialdemocracia cristiana. Entonces, el mundo empezaba la internacionalización y el pontífice postulaba la ayuda de los países más ricos a los más pobres", dice un académico que analiza los textos escritos en la Santa Sede.

El punto crítico de la encíclica

Francisco refleja bastante el pensamiento de Pablo VI, pero con menos simpatía por el capitalismo. También aborda los pilares de la Doctrina Social de la Iglesia, pero hace jugar aquellos principios con una lectura influida por cierta simpatía con las corrientes críticas de la globalización.

Dentro de la institución se debate fuerte sobre esta encíclica. En el ala que se coloca más a la derecha, hay quienes sostienen que hay demasiada influencia de la teología latina, de la teología del pueblo. A grandes rasgos, la idea central es que el sujeto de la historia es el pueblo. Ahora bien, ¿qué pueblo? Podría ser la nación, el pueblo católico, el pueblo pobre, por enumerar algunas posibilidades. Pues el pueblo pobre, en la visión de esta corriente, es el motor de la sociedad. El problema es que la economía moderna, dicen, está manejada por elites que no entienden lo que piensa el pueblo, lo que quiere. Falla la política y la economía que no logra interpretar sus mandantes hasta que aparece un líder que logra la fallida interpretación. Cualquier parecido con el peronismo criollo no es mera coincidencia.

Quizá el más polémico de los puntos de Fratelli Tutti es el apartado 120. "El derecho a la propiedad privada solo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica", escribió el Papa en uno de los fragmentos más analizados del documento.

El famoso "120" no juega solo. A la hermenéutica del Papa no hay que buscarla solo en una frase. Deben sumarse gestos, fotos, entrevistas. Y otros párrafos de la encíclica.

En realidad, Francisco no agregó demasiado a lo que ya ha dicho la Iglesia respecto de la propiedad privada y del destino universal de los bienes. Pero sus críticos saltan a otro párrafo en el que dice que los movimientos sociales son "poetas sociales".

Aquí la frase: "En ciertas visiones economicistas cerradas y monocromáticas, no parecen tener lugar, por ejemplo, los movimientos populares que aglutinan a desocupados, trabajadores precarios e informales y a tantos otros que no entran fácilmente en los cauces ya establecidos. En realidad, estos gestan variadas formas de economía popular y de producción comunitaria. Hace falta pensar en la participación social, política y económica de tal manera que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común y, a su vez, es bueno promover que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinados, se vayan encontrando".

Y hay algunos gestos más hacia esos movimientos. "Ellos son sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas creativamente, como en una poesía. En este sentido son "poetas sociales", que trabajan, proponen, promueven y liberan a su modo", dice la encíclica.

Parece todo explícito. Pero Francisco vuelve a jugar con su pensamiento, con sus ideas. Orienta la mirada hacia un mundo sin fronteras y promueve la inmigración como un estado de plenitud para empezar a construir un nuevo orden mundial inspirado, quizás, en el economista Jeffrey Sachs, e inmediatamente desorienta. Golpea todo el tiempo al capitalismo que derivó en el mundo actual y propone fundar uno nuevo.

Pero, a continuación, hace lo propio con el populismo. "El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas", empieza.

Y luego se despacha: "Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder".

Dice Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, que la mira del Papa está en ir hacia un mundo más armónico, más equilibrado. "Pero claro, ese mundo nunca existió. La mirada del Papa plantea cómo salir de la globalización, cómo salir de ese modelo que ya está agotado", concluye.

Unos y otros podrán llevar agua para su molino con la encíclica que se analiza en centenares de claustros y academias. Si el lector acompañó hasta acá, bien vale una última perla: "Otra expresión de la degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. Se responde a exigencias populares en orden a garantizarse votos o aprobación. En esta línea dije claramente que estoy lejos de proponer un populismo irresponsable. Por una parte, la superación de la inequidad supone el desarrollo económico, aprovechando las posibilidades de cada región y asegurando así una equidad sustentable. Por otra parte, los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras", escribe sobre el asistencialismo.

Son 287 los puntos escritos por Francisco. Imposible lograr una mirada unánime, casi tanto como hacer una nota que lo abarque todo.