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Carrió marca la cancha en JxC: la pelea por la "salud del espacio" y su reacción al factor Massa

Mientras el Gobierno sigue acomodándose a la centralidad de Sergio Massa y busca consolidar un diagrama de excepción y de emergencia para enfrentar con mejor suerte la crisis política y económica que transita desde fines del 2020, en la principal fuerza opositora también pasan cosas. Si hasta aquí Juntos por el Cambio registraba diferencias y ensayaba con tensiones la puesta en escena de varias pre-candidaturas, la irrupción de Elisa Carrió elevó con fuerza el nivel de estrés.

Fiel a su estilo, la líder de la Coalición Cívica descargó verdadera artillería pesada hacia sus propias filas y no con destino el territorio del Frente de Todos, como podría suponerse. Con la espectacularidad que ha sabido darle a sus apariciones señaló a un conjunto de dirigentes de su mismo espacio vertiendo sobre ellos una serie de acusaciones que disolvieron las fronteras de lo público y lo privado y también los límites de la corrección política. Todos los aludidos con nombre y apellido salieron a responderle.

Hicieron lo propio otros integrantes de la conducción del PRO y del radicalismo, asustados por las derivaciones del escándalo y, presumiblemente, para anticiparse a posibles dardos que los tengan como destinatarios en un futuro cercano.

¿Exabrupto o jugada medida de Carrió?

¿Se trató de un exabrupto de Lilita, de un movimiento emocional motivado por cuestiones personales o de una forma peculiar de paritaria intestina para mejorar su posición relativa de cara a la próxima disputa por espacios legislativos? No parecen eso los motivos. Todo indica que se trata de un movimiento estratégico más que de una jugada táctica. Lo que parece motivar a la ex diputada es la necesidad de "marcar la cancha", recordándole a amigos y adversarios internos  los límites de lo que ella denomina "el panrepublicanismo", es decir la identidad de Juntos. Algo así como: "el peronismo es el otro".

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De este modo, busca romper contubernios con el enemigo, arreglos que ella entiende que están motivados por "efectividades conducentes" antes que por la construcción de consensos para la gobernabilidad. La virulencia de sus ataques está dirigida quirúrgicamente hacia quienes dentro de JxC han mantenido y mantienen "contacto estrecho" con el nuevo ministro de Economía, al que ella considera portador de un virus peligroso para la "salud del espacio". De allí, las prevenciones sanitarias y las recomendaciones de "aislamiento" sobre Cristian Ritondo, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y Gerardo Morales, con quienes arrastra reproches desde la gestión Cambiemos (llama la atención la excepción realizada con Horacio Rodríguez Larreta, amigo personal confeso del nuevo titular de Hacienda).

Elsa Carrió oficia como una suerte de VAR que examina cada jugada para detectar desde distinto ángulos lo que otros no alcanzan a cubrir con su mirada o simplemente eligen dejar pasar. Operando desde su residencia en Capilla del Señor, solo planifica sus excursiones punitivas a las señales de cable que sintonizan los núcleos duros opositores amplificando desde allí sus banderas de pureza conceptual o, en sus propios y metafísicos términos, "la verdad". Las "misas" de Lilita, como las liturgias de otros credos, reparten penitencias -muchas- bendiciones -pocas- y mensajes de redención.

Carrió volvió al primer plano de Junto por el Cambio para marcar los límites de la coalición.
Carrió volvió al primer plano de Junto por el Cambio para marcar los límites de la coalición.

Carrió volvió al primer plano de Junto por el Cambio para marcar los límites de la coalición.

Allí se nota su origen radical. Para Hipólito Yrigoyen, la UCR era una religión laica, no un partido político. La mística queda. Con más capital simbólico que electoral se autodesigna custodia de la doctrina, jefa espiritual de los no peronistas y los anti kirchneristas. Imposible discutirle ese rol. Se lo ha ganado con veinte años de trabajo perseverante. Desde esa autoridad moral, patentada por ella y sus "lilitos", se propone peritar celosamente la frontera de su coalición para evitar que algunos de sus compañeros de ruta corran algunos mojones aprovechando la confusión de la crisis y la llegada del hombre de Tigre a la escena. Era el momento de plantar bandera.

El factor Massa en la irrupción de Elisa Carrió

Sospecha de todos quienes tratan de Sergio, a quien ella apoda "el diablito" (tal la bienvenida que le dio desde su cuenta de Twitter cuando se formalizó el ingreso al gabinete). Para ella, la amistad con el esposo de Malena involucra necesariamente componendas con sus espónsores económicos. Y eso constituye una distancia insalvable para quien representa y articula desde otra franja del capitalismo nativo. Como los trajes anti flama de los corredores de Formula 1, cada cual tiene sus exclusividades de marca.

Claro que también hay otro motivo de peso: la amenaza que supone "la rosca" al principal logro de los últimos años: la existencia, por primera vez en mucho tiempo, de una construcción de poder que puede disputarle al peronismo con éxito. Allí están los resultados: tres victorias sobre las últimas cuatro elecciones (2015, 2017 y 2021).

En esto coincide con Mauricio Macri, quien viene insistiendo que, en materia de inclusión de peronistas, hay que reservarse con determinación el derecho de admisión y permanencia. La coincidencia no parece fruto del azar sino de la conciencia compartida de conservar la pureza de la herramienta electoral para la definitiva modernización capitalista de la Argentina. Entusiasmados por las múltiples tribulaciones de la administración de Alberto Fernández sospechan que el 2023 viene debajo del brazo con la oportunidad histórica de operativizar la gran transformación.

De allí, las molestias con los "topos" que predican consensos, negociaciones y la necesidad de buscarle la quinta pata (peronista) al Gato. Conociendo sus biografías políticas, puede comprenderse el entusiasmo que les debe generar ver de rodillas ante el dólar y los precios a la fuerza que solía dominar las crisis o, al menos, procrastinarlas para que las sufran las demás. Quizás estén gastando a cuenta o dando por terminado el partido cuando queda medio tiempo por jugarse. Pero se ilusionan con la posibilidad de romper el empate histórico argentino y abrir la era de la hegemonía meritocrática y no populista.

El tiempo dirá si se están almorzando la cena o subestimando al histórico rival. Pero están dando la batalla por el presente con toda la fuerza de la que son capaces. Y adaptando a la coyuntura un viejo refrán para evitar promiscuidades indecorosas para su paladar: "la castidad bien entendida, empieza por casa".