La historia de la residencia favorita de Isabel II que Carlos III va abrir al público para pagar las facturas
El Castillo de Balmoral, en Escocia, ha sido desde hace décadas el refugio de los Windsor. Ahora, se podrá visitar por primera vez en la historia.
Lo de Isabel II con el Castillo de Balmoral fue un idilio en toda regla. Situado en el condado de Aberdeenshire, a los pies de las impresionantes Highlands de Escocia, fue la residencia favorita de la monarca más longeva de Europa hasta su muerte a los 96 años, el 8 de septiembre de 2002.
No fue coincidencia que la madre de Carlos III falleciera en aquel lugar alejado del férreo protocolo del Palacio de Buckingham, donde acudía cuando sus compromisos institucionales se lo permitían para proveerse de la poca privacidad que su cargo le concedió en vida.
Ahora, su hijo, que se recupera del cáncer que le fue diagnosticado en febrero, ha decidido abrir la propiedad al gran público. A partir de julio de 2024 y por primera vez en la historia, individuos sin vínculo alguno con los Windsor podrán recorrerla, en visitas guiadas de no más de 40 personas al día.
El Castillo de Balmoral ha estado rodeado de un misticismo absoluto por ser la residencia oficial menos expuesta a los focos de las que conforman el vasto patrimonio inmobiliario –privado– de la casa real británica.
Fue el refugio veraniego de Isabel II desde muy temprana edad, una vez se vio obligada, con apenas 10 años, a deshacerse de cualquier pretensión de convertirse en futura duquesa de York y afrontar la realidad de que algún día estaría al frente de la monarquía inglesa.
Ahí pasó todos los veranos de su vida desde que su padre, el rey Jorge VI, se convirtió en soberano del Reino Unido en 1936 tras la abdicación de su hermano, Eduardo VIII. Su cita anual con Balmoral fue siempre inamovible: volvió una y otra vez como heredera al trono y también con la pesada corona sobre su cabeza.
En Balmoral pasó sus etapas más felices, como ella misma reconoció en múltiples ocasiones, al lado de su marido, el fallecido príncipe Felipe, y sus cuatro hijos, Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, cuando eran menores de edad.
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Tal fue el amor que la icónica soberana le profesó a su residencia predilecta y, por ende, a Escocia, que no dudó en concederle el título de duque de Edimburgo a su marido, a pesar de ser uno de los territorios de Reino Unido que más ha cuestionado su condición de ‘súbdito’ de la monarquía.
A ella nunca le importó el feo si con ello podía seguir disfrutando del imponente Castillo, situada en el centro este de Escocia, en una finca de 260 kilómetros de extensión. La serie de Netflix ‘The Crown’ retrata a la perfección la fijación de Isabel II con Balmoral, que trasladó también a sus nietos, los príncipes Guillermo y Harry.
Los hijos de Diana de Gales pasaron en la mansión escocesa buena parte de sus vacaciones estivales cuando eran niños, durante y después del mediático divorcio de sus padres. De hecho, fue en Balmoral donde recibieron la noticia del trágico fallecimiento de su madre en un accidente de tráfico en París la mañana del 31 de agosto de 1997.
La historia del Castillo se remonta a 1310, cuando el rey Roberto II de Escocia convirtió el emplazamiento en un coto de caza privado. En 1848, la reina Victoria, tatarabuela de Isabel II, adquirió los terrenos y mandó adecuar las instalaciones para cumplir con sus deseos y los de su marido, el príncipe Alberto.
“Todo parece respirar libertad y paz, haciendo que te olvides del mundo y de su triste desorden”, escribió la soberana en 1953 en su diario. Ese mismo año, dieron comienzo las obras de ampliación del castillo que culminaron en 1956.
Se desconoce cuántos metros cuadrados tiene la propiedad, que, según dicen, cuenta con 167 estancias de las cuales solo 52 son dormitorios. “Es un sitio encantador para la abuela y el abuelo y para que nosotros vayamos a verlos, donde tienes espacio para respirar y correr.
Caminatas, picnics, perros, muchos perros, siempre hay perros, y gente yendo y viniendo continuamente”, describió la propiedad Eugenia de York, hija pequeña de Andrés y Sarah Ferguson y nieta de Isabel II y Felipe de Edimburgo en una entrevista.
La inauguración del Castillo de Balmoral como atracción turística inédita va a permitir a unos cuantos afortunados conocer de primera mano las estancias más desconocidas donde la familia real británica hace vida cuando viaja a Escocia.
¿El coste? 100 libras esterlinas (2.115 pesos mexicanos). Según la prensa británica, son varias las motivaciones que han llevado al rey Carlos III a tomar esta decisión histórica.
El ‘Daily Mail’ apunta a la intención del hijo de Isabel II de dar transparencia a la monarquía que lidera a través de abrir a la ciudadanía las puertas de su millonario patrimonio inmobiliario.
Sin embargo, los expertos apuntan a una razón mucho más poderosa: la necesidad de mantener una residencia de dimensiones titánicas como las que caracterizan el Castillo de Balmoral. La monarquía británica está en pleno proceso de reinvención azuzada por algo tan mundano como pagar las facturas.
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