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El cerebro mágico: la apuesta de Google para liderar la revolución de la inteligencia artificial

El cerebro humano es algo curioso. Ciertos recuerdos permanecen por siempre: la fecha de nacimiento de un niño, un accidente de auto, un día de elecciones. Pero solo guardamos algunos detalles -el color de la sala de parto del hospital o el olor del cuarto oscuro- mientras otros se desvanecen, como el rostro de la enfermera al nacer el bebé o lo que llevábamos puesto cuando sucedió ese accidente. Para el CEO de Google, Sundar Pichai, el día que vio nacer la inteligencia artificial (IA) en un laboratorio es algo que recordará por siempre.

"Era 2012, en un cuarto pequeño con un equipo pequeño, éramos muy pocos", asegura a Fast Company. Un ingeniero de nombre Jeff Dean, programador legendario de Google que ayudó a crear su motor de búsquedas, había estado trabajando en un proyecto nuevo y quería que Pichai lo viera. "Cuando Jeff quiere ponerte al día con algún tema, eso te entusiasma" dice.

Pichai no recuerda exactamente en qué edificio estaba cuando Dean presentó su trabajo, aunque sí le quedaron grabados algunos detalles raros de ese día. Recuerda estar parado en vez de sentado y que alguien bromeó acerca de una metida de pata de recursos humanos que presentó al recién contratado Geoffrey Hinton -conocido en los círculos científicos como el "padre del aprendizaje profundo", con cuatro décadas de investigaciones en IA y ganador del premio Turing- como un pasante.

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El futuro CEO de Google en aquel tiempo era vicepresidente senior, a cargo de Chrome y apps, y no había estado pensando en la IA. En realidad nadie en Google lo hacía, al menos de un modo significativo. Por cierto que los cofundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, habían afirmado 12 años antes en público que la inteligencia artificial transformaría la compañía. "El motor de búsquedas ideal es inteligente", declaró Page a la revista Online en mayo de 2000. "Tiene que entender su búsqueda y tiene que entender todos los documentos y eso claramente es IA". Pero en Google y en otras partes el aprendizaje de las máquinas había venido dando resultados magros desde hacía décadas pese a las grandes promesas.

Pero entonces fuerzas poderosas despertaban en los servidores de Google. A lo largo de poco más de un año Dean, Andrew Ng y sus colegas habían estado construyendo una red masiva de computadoras interconectadas, con vínculos modelados sobre la base del cerebro humano. El equipo había instalado 16.000 procesadores en 1000 computadoras que -sumados- eran capaces de producir 1000 millones de conexiones. Esto fue algo sin precedente en un sistema informático, aunque aún muy lejos de la capacidad del cerebro humano de más de 100 billones de conexiones.

Para probar el modo en que esta red neuronal masiva procesaba los datos, los ingenieros tuvieron que realizar un experimento aparentemente simple. Durante tres días corridos alimentaron a las máquinas con una dieta de millones de imágenes tomadas al azar de videos de YouTube, que Google había adquirido en 2006. No dieron más instrucciones, esperando a ver qué harían por su cuenta. Lo que descubrieron es que un cerebro de computadora que se da un atracón de YouTube no es muy diferente del humano. En una parte remota de la memoria de las computadoras Dean y sus pares descubrieron que espontáneamente había generado una imagen borrosa, sobrepixelada, de una cosa que había visto repetidamente a lo largo de las 72 horas: un gato.

Era una máquina enseñándose a pensar. El día que vio este tipo de inteligencia emerger de los servidores de Google por primera vez, Pichai recuerda haber sentido un cambio en sus ideas, una sensación de premonición. "Esta cosa va a crecer en escala y quizá revele el modo en que funciona el universo", dice. "Esta será la cosa más importante en la que trabaje la humanidad".

El auge de la IA en Google semeja la travesía en la que nos encontramos miles de millones colectivamente, lanzados hacia un futuro digital que pocos entienden plenamente y al que no podemos escapar. Y que es dominada en gran medida por Google. Pocas otras compañías (no se hable de gobiernos) en el planeta tienen la capacidad o la ambición de avanzar en el pensamiento informático. Google opera más productos, con 1000 millones de usuarios, que cualquier otra compañía tecnológica en la Tierra: Android, Chrome, Drive, Gmail, Google Play Store, Mapas, Fotos, Búsquedas y YouTube. A menos que uno viva en China, cualquier persona que tiene conexión de internet casi con certeza recurre a Google para incrementar la capacidad de algunas partes de su cerebro.

Poco después de que Pichai asumiera como CEO en 2015 se dispuso a reconvertir a Google en una compañía "dedicada en primer lugar a la IA". Ya tenía varias divisiones de IA orientadas a la investigación, incluyendo Google Brain y DeepMind (que adquirió en 2014) y Pichai se centró en convertir toda esa inteligencia acerca de la inteligencia en nuevos y mejores productos de Google. Smart Compose de Gmail, presentado en 2018, ya está sugiriendo más de 2000 millones de caracteres de redacción en correos cada semana. Google Translate puede recrear un idioma que una persona no habla. Y Duplex, el asistente personal de Google a base de IA, puede reservar turnos usando una voz que suena tan humana que muchos de los receptores de las llamados no se dan cuenta de que es un robot, lo que plantea problemas éticos y generó quejas.

Alcance ilimitado

El alcance de la influencia de Google en IA se extiende mucho más allá de lo que ofrece la compañía. Diseñadores externos -en startups y grandes corporaciones- ahora usan herramientas de IA de Google para hacer de todo, desde entrenar satélites inteligentes hasta hacer el seguimiento de cambios en la superficie de la Tierra y eliminar lenguaje abusivo en Twitter (bueno, por lo menos lo intentan). Ahora hay millones de dispositivos que usan la IA de Google y es solo el comienzo. Google está al borde de lograr lo que se conoce como supremacía cuántica. Esta nueva cría de computadoras podrá resolver ecuaciones complejas un millón o más de veces más rápido que las comunes.

Usada para el bien, la inteligencia artificial tiene el potencial de ayudar a la sociedad. Puede encontrar curas para enfermedades mortíferas. Ejecutivos de Google dicen que sus máquinas inteligentes han demostrado la capacidad de detectar cáncer de pulmón un año antes que los médicos humanos. Incluso pueden resolver el problema del clima. Un trabajo presentado a una revista de ciencias de la Universidad de Cornell en junio por varios investigadores líderes en IA (incluyendo algunos relacionados con Google) identificó varias maneras en que el aprendizaje de las máquinas puede dar respuesta al cambio climático, desde la aceleración del desarrollo de combustibles solares hasta optimizar radicalmente el uso de energía.

Usado para el mal, la IA tiene el poder de empoderar a tiranos, aplastar los derechos humanos y destruir la democracia, la libertad y la privacidad. La Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos difundió un informe en junio titulado "El amanecer de la vigilancia robótica", que alertó de millones de cámaras de vigilancia (como las que vende Google) instaladas en todo Estados Unidos podrían emplear IA para permitir al gobierno controlar a los ciudadanos. Esto ya sucede en partes de China. Una demanda presentada hace unas semanas acusa a Google de usar IA en hospitales para violar la privacidad de pacientes.

Todo avance poderoso en la historia de la humanidad ha sido utilizado tanto para el bien como para el mal. La imprenta permitió la difusión del Sentido Común, de Thomas Paine, pero también el manifiesto fascista de Adolfo Hitler, Mein Kampf. Pero con la IA, este predicamento adquiere una dimensión extra. La imprenta no elige qué decir. La IA, al adquirir su potencial pleno, podrá hacer eso precisamente.

Ahora es el momento de hacer preguntas. "Piense en el tipo de pensamientos que desea que haya tenido la gente cuando inventó el fuego, cuando se inició la revolución industrial o al desarrollar la energía atómica", dice Greg Brockman, cofundador de OpenAI, una startup centrada en desarrollar inteligencia artificial general que recibió una inversión de US$1000 millones de Microsoft en julio.

Partidos tanto de izquierda como de derecha sostienen que Google es demasiado grande y tiene que ser dividida. ¿Una Google fragmentada democratizaría la IA? ¿O, cómo alertan líderes de la compañía, transferiría la supremacía en la IA al gobierno chino, que ha declarado su intención de tomar la delantera? El presidente Xi Jinping ha comprometido más de US$150.000 millones para la meta de convertirse en líderes de IA para 2030.

Dentro de Google, facciones en pugna están compitiendo por el futuro de la IA. Miles de empleados se rebelan contra sus líderes, tratando de impedir que la tecnología que crean sea usada para ayudar a gobiernos a espiar o librar la guerra. El modo en que Google decida desarrollar y desplegar su IA puede muy bien determinar si la tecnología de últimas ayudará o causará daño a la humanidad. "Una vez que se crean estos sistemas [de IA] pueden desplegarse en todo el mundo", explica Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn e inversor de riesgo que forma parte del directorio del Instituto para la inteligencia Artificial Centrada en lo Humano de la Universidad de Stanford. "Eso significa que los creadores hagan el bien o el mal tendrá un impacto correspondiente a escala masiva".

"Al comienzo la red neural no está entrenada", dice Jeff Dean, un glorioso atardecer de primavera en Mountain View California. Está parado bajo una palmera fuera del Anfiteatro Shoreline donde Google está celebrando el día inicial de I/O, su muestra anual de tecnología.

Este es el evento en el que Google revela a los diseñadores -y el resto del mundo- hacia dónde se dirige. Dean, con una remera gris, jeans, zapatillas y una mochila colgada de los dos hombros, es uno de los principales presentadores. "Es como ver a Bono" se exalta un programador de software coreano que corre a tomarse una selfie con Dean luego de que hablara en un evento en el día. "Jeff es Dios" me dice otro solemnemente, casi sorprendido de que no sepa esto. En Google, Dean a menudo es comparado a Chuck Norris, la estrella de películas de acción conocido por sus tomas de kung fu y por enfrentar múltiples atacantes a la vez.

"¡Eso se ve bien! Quiero uno de esos" dice Dean con una sonrisa. Apoyado contra un árbol habla de redes neurales al modo que Laird Hamilton podría describir surfing en el rompimiento de las olas en Teahupo'o. Se le enciende la mirada y se mueven sus manos con gestos amplios. "Aquí están las capas de la red" dice, asiendo el árbol y usando el tronco rugoso para explicar cómo las neuronas de un cerebro informático se interconectan. Mira intensamente el árbol, como si viera algo escondido dentro de él.

Nuevo marco

El año pasado Pichai nombró a Dean jefe de IA de Google, lo que significa que es responsable de decidir en qué invertirá y que construirá la compañía, cargo que se ganó en parte al elevar la escala del experimento de red neural con YouTube hasta convertirlo en un nuevo marco para entrenar a sus máquinas para que piensen a escala masiva. Ese sistema se inició como un proyecto interno llamado DistBelief, que muchos equipos, incluyendo Android, Mapas y YouTube comenzaron a usar para hacer más inteligentes sus productos.

Ahora el equipo de Google se centra en el hito mayor, conocido como supremacía cuántica. Pasarán años antes de que la computadora cuántica de Google alcance su potencial pleno. Pero en el laboratorio es palpable la anticipación de este momento. "Hay problemas actualmente que la humanidad no podrá resolver sin una computadora cuántica" dice Lucero, parado junto a la máquina que se dispone a lograr esta hazaña. "Es entusiasmante la idea de que estamos saltando hacia un nuevo potencial para la humanidad".

La sala zumba rítmicamente: es el sonido de cúbits naciendo. ¿Qué significará para la humanidad cuando las computadoras puedan pensar y calcular a velocidades exponencialmente más rápidas y en planos paralelos? Esta ciencia emergente quizás pueda explicar los misterios más profundos del universo: la materia oscura, los agujeros negros, el cerebro humano. "¡Es el momento de 'Hola al mundo'!", dice Lucero en referencia a la introducción de Macintosh en 1984, la computadora que lanzó una nueva era para una generación de programadores. Al abrir Google la puerta a este nuevo cosmos, todos tenemos que prepararnos para lo que habrá del otro lado.

Traducción Gabriel Zadunaisky