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China otorgó préstamos por miles de millones de dólares a países pobres que no pueden pagar

Un sitio que ahora se encuentra abandonado, donde la empresa propiedad del gobierno de Pekín China Communications Construction Company estaba construyendo la línea ferroviaria de la costa este, en Bentong, Malasia, el 17 de noviembre de 2018. (Lauren DeCicca/The New York Times)
Un sitio que ahora se encuentra abandonado, donde la empresa propiedad del gobierno de Pekín China Communications Construction Company estaba construyendo la línea ferroviaria de la costa este, en Bentong, Malasia, el 17 de noviembre de 2018. (Lauren DeCicca/The New York Times)
ARCHIVO - Trabajadores de la construcción en la primera fase de la nueva capital de Egipto, que se encuentra en obra, el 9 de agosto de 2018. (Bryan Denton/The New York Times)
ARCHIVO - Trabajadores de la construcción en la primera fase de la nueva capital de Egipto, que se encuentra en obra, el 9 de agosto de 2018. (Bryan Denton/The New York Times)

Cuando el coronavirus comenzó a propagarse el mes pasado por todo el planeta, el ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán llamó a su homólogo en Pekín para hacerle una petición urgente: la economía del país iba en picada, por lo que el gobierno necesitaba reestructurar miles de millones de dólares en préstamos otorgados por China.

Pekín ha recibido solicitudes similares de Kirguistán, Sri Lanka y varias naciones africanas que desean reestructurar su deuda, prorrogar pagos o lograr la condonación de decenas de miles de millones de dólares en préstamos que vencen este año.

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Cada una de estas solicitudes vuelve más contraproducente el deseo de China de convertirse en el mayor proveedor de servicios bancarios del mundo en desarrollo. Desde hace veinte años, China comenzó a otorgar préstamos globales a diestra y siniestra, canalizando cientos de miles de millones de dólares a distintos países con la intención de ampliar su esfera de influencia y convertirse en una superpotencia política y económica. Los acreditados entregaron en garantía puertos, minas y otras joyas de la corona.

Ahora que se tambalea la economía mundial, cada vez más países le informan a Pekín que no pueden efectuar los pagos de su deuda.

China tendrá que tomar decisiones difíciles. Si reestructura los préstamos o condona las deudas, podría causar una gran tensión en su sistema financiero y enfurecer al pueblo chino, que ya sufre debido a su propia ralentización. Por otra parte, si China exige los pagos ahora que los países ya están enfadados con Pekín por su manera de manejar la pandemia, podría poner en riesgo su misión de convertirse en una nación con influencia global.

“En el ámbito político, China ya está a la defensiva”, comentó Andrew Small, investigador del fondo estadounidense German Marshall Fund. Añadió que si China ejercitara el derecho a tomar posesión de los bienes por incumplimiento de pago, “tendría en su poder activos estratégicos en países que ahora ni siquiera pueden darle de comer a su gente”.

La reputación global de China está en juego. Varios países han cuestionado abiertamente su papel en el brote del coronavirus, pues en un primer momento en enero los funcionarios chinos le restaron importancia a la gravedad y facilidad de contagio de la enfermedad. Pekín ahora vende y dona cubrebocas y otros equipos para ayudar a mejorar su imagen dañada. Una decisión equivocada podría causar un revés significativo en sus ambiciones globales.

Por otra parte, también los riesgos financieros son enormes. El Instituto Kiel, un grupo de investigación alemán, calcula que China otorgó préstamos al mundo en desarrollo por al menos 520.000 millones de dólares, la amplia mayoría en los últimos años. En tal caso, Pekín ha prestado más dinero que el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

El principal motivo de estos préstamos es la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, el programa de un billón de dólares del presidente Xi Jinping cuyo objetivo es financiar proyectos de infraestructura en todo el mundo y ganarse algunos aliados en el proceso. Desde que arrancó el programa en 2013, China ha otorgado unos 350.000 millones de dólares a distintos países, la mitad de los cuales se consideran deudores de alto riesgo.

China ya descartó la idea de una condonación masiva de deuda, pero dio a entender que está dispuesta a negociar. En algunos casos, ya se han concretado acuerdos: el gobierno de Kirguistán anunció en abril que China convino en reprogramar el pago de 1700 millones de dólares de deuda, sin dar mayores detalles.

Otros también esperan algún tipo de ayuda. “No solo le hemos pedido ayuda a China”, explicó en una entrevista S.R. Attygalle, el secretario del Tesoro de Sri Lanka, y habló de solicitudes hechas a Japón y al Banco de Exportaciones e Importaciones de China. Por lo pronto, dijo, el Banco de Desarrollo de China amplió 700 millones de dólares una línea de crédito para ayudar a Sri Lanka a resistir, redujo la tasa de interés y retrasó el programa de pagos dos años.

Fuera de estas medidas, los funcionarios chinos todavía no han decidido cómo enfrentar el problema, según algunas personas enteradas de parte de las deliberaciones.

Reducir la deuda “no es fácil ni efectivo”, escribió Song Wei, funcionario de la división de investigación en el Ministerio de Comercio de China, en el Global Times, periódico controlado por el Partido Comunista. “Lo que podría hacer China para ayudar es revivir proyectos financiados con préstamos y concretar ganancias sostenibles, en vez de medidas sencillas como ofrecer cancelaciones de deuda”.

Los préstamos de China difieren de casi todos los demás préstamos otorgados a los países en desarrollo, ya sea por naciones ricas o por instituciones como el Banco Mundial. Por lo regular, aplican tasas de interés más elevadas y plazos de vencimiento más cortos, por lo que deben refinanciarse cada dos años. Muchas veces se utilizan activos nacionales como garantía o colateral. Debido a estas características, los bancos controlados por el gobierno de China tienen suficiente confianza para prestarles dinero a los países pobres.

En algunos lugares, los préstamos se han disparado. Las deudas de Yibuti con China saltaron a más del 80 por ciento de su producción económica anual. La deuda de Etiopía con China equivale al 20 por ciento de su producción anual, mientras que la de Kirguistán es de alrededor del 40 por ciento.

Todo parece indicar que Pekín le restó importancia al riesgo de que todos los países en desarrollo pudieran llegar a experimentar problemas graves de crédito al mismo tiempo. China aún insiste en tratar caso por caso las deudas que tienen los distintos países. Sin embargo, los líderes de esas naciones hacen cada vez más llamados a que se pongan en marcha amplias medidas globales para ayudarles a resolver sus problemas.

“China quiere mantener divididos a los países del Cinturón y la Ruta de la Seda, pues juntos son más fuertes que por separado”, afirmó Benn Steil, director de Economía Internacional en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por su sigla en inglés).

En abril, el primer ministro de Pakistán pidió a las instituciones y los países ricos una reducción a la deuda de las naciones en desarrollo. Dos semanas después, el Grupo de los 20, al que pertenece China, anunció que congelarían los pagos de deuda de los países más pobres del mundo hasta fin de año.

No obstante, Song, el funcionario del Ministerio de Comercio, escribió en el Global Times que a los préstamos preferenciales del Banco de Exportaciones e Importaciones de China “no se les aplica ninguna reducción de deuda”. El Banco de Exportaciones e Importaciones de China es la alcancía del programa del Cinturón y la Ruta de la Seda, que ha dado financiamiento a más de 1800 proyectos con un valor de más de 149.000 millones de dólares, reveló el acreditante el año pasado.

Los funcionarios chinos insisten en que seguirán realizando proyectos en el mundo en desarrollo. Pakistán autorizó la semana pasada un contrato de 5800 millones de dólares para la construcción de una presa a una alianza entre una empresa propiedad del gobierno chino y la unidad comercial del Ejército pakistaní. No se divulgo información detallada sobre el financiamiento.

El problema es que, si China adopta una postura intransigente, las naciones deudoras podrían ponerse de acuerdo para intentar formar un frente unido. Podrían divulgar los montos de sus préstamos de China, así como las disposiciones aplicables, lo que generaría todavía más atención en el problema. Otros países podrían cambiar la forma en que otorgan préstamos, y así forzar a China a cambiar sus métodos o relajar sus reglas.

“Es un momento clave para China”, señaló Scott Morris, investigador del grupo de expertos Center for Global Development.

“Debido a la variedad de países que podrían incurrir en incumplimiento, podría haber un gran riesgo para China. ¿Aceptarán una reducción inevitable en parte de estas deudas? ¿O estarán dispuestos a incautar los activos de esos países durante una época tan difícil?”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company