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Las 'ciclovías del coronavirus' se convierten en el nuevo transporte posconfinamiento

Un ciclista en París el 19 de mayo de 2020. (Maxime La/The New York Times)
Un ciclista en París el 19 de mayo de 2020. (Maxime La/The New York Times)
Christophe Tafforeau, director comercial de una agencia de capacitación laboral, con su bicicleta afuera de su oficina en París el 19 de mayo de 2020. (Maxime La/The New York Times)
Christophe Tafforeau, director comercial de una agencia de capacitación laboral, con su bicicleta afuera de su oficina en París el 19 de mayo de 2020. (Maxime La/The New York Times)

PARÍS - Mientras Francia relajaba las medidas de uno de los cierres por coronavirus más estrictos de Europa el mes pasado, un pequeño ejército de trabajadores de la calle se desplegaba por todo París en la oscuridad de la noche. Colocaron barreras de tránsito a lo largo de los carriles para automóviles y pintaron símbolos de bicicletas amarillas en el asfalto. Por la mañana, se habían colocado kilómetros de “ciclovías del coronavirus”, repletas de gente que se dirigía de vuelta al trabajo.

Entre ellos estaba Christophe Tafforeau, de 52 años, director comercial de una agencia de capacitación laboral, que se abría paso entre la multitud durante su viaje posterior al confinamiento.

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“Es la primera vez que voy en bicicleta a mi oficina, pero es que no quiero arriesgarme a usar el transporte público”, afirmó Tafforeau, después de un viaje de 20 minutos a través de París para asistir a su trabajo cerca de la Bastilla. “Estoy aprendiendo a hacer de la bicicleta mi principal medio de transporte”.

A medida que las ciudades europeas salen de la cuarentena, las bicicletas comienzan a jugar un papel fundamental en la movilidad de la fuerza laboral. Los gobiernos están tratando de reactivar sus economías después de una profunda recesión, pero no pueden confiar plenamente en el transporte público para llevar a los trabajadores a sus puestos de trabajo debido a la necesidad del distanciamiento social. Al menos en las zonas urbanas, las bicicletas son de pronto un mecanismo improbable para reiniciar el crecimiento económico.

Los estadounidenses también están recurriendo en masa a las bicicletas, ya que el coronavirus limita la actividad y desalienta el uso del transporte público; sin embargo, en Europa, donde muchas ciudades han integrado la bicicleta a los medios de transporte, la pandemia está acelerando una transición ecológica para limitar el tráfico de automóviles y reducir la contaminación, en especial a medida que las nuevas investigaciones establecen vínculos entre el aire contaminado y los índices de mortalidad del COVID-19.

Francia, Italia, Gran Bretaña y sus vecinos están acelerando la inversión de cientos de millones de euros en infraestructura nueva para bicicletas y estrategias para que la gente se ponga a pedalear.

En todo París, los residentes pueden obtener hasta 500 euros (unos 554 dólares) en subsidios para adquirir una bicicleta eléctrica o un reembolso de 50 euros (56 dólares) para reparar una bicicleta vieja, lo que hace que miles de personas hagan filas serpenteantes en los talleres de bicicletas. Los proyectos de alquiler de bicicletas públicas están registrando una demanda récord. Con la aparición diaria de nuevos caminos, las ventas de bicicletas se han cuadruplicado en las ciudades europeas que terminaron el confinamiento en casa, y los comerciantes minoristas desde Bruselas hasta Tirana han reportado escasez.

“Esta crisis ha dejado claro que necesitamos cambiar la forma en que vivimos, trabajamos y nos transportamos”, aseguró Morten Kabell, director ejecutivo de la Federación Europea de Ciclistas. “En la época del distanciamiento social, las personas desconfían del uso del transporte público, pero las ciudades ya no pueden aceptar más autos, así que están recurriendo a la bicicleta como una forma natural de movilidad para el futuro”.

Las autoridades afirman que la necesidad de distanciamiento social les deja pocas opciones. Las ciudades europeas han reducido la capacidad de los metros, los autobuses y los trenes suburbanos hasta en un 80 por ciento. Tan solo en París, aproximadamente diez millones de personas se aglomeraban a diario en el transporte público antes de la cuarentena; hoy, para mantener el espacio entre los pasajeros, el sistema solo permite la entrada de 2 millones, aunque las restricciones se están relajando gradualmente este mes.

Para gestionar el flujo excedente y evitar que los autos vuelvan a inundar las calles, las autoridades han pedido a las empresas que mantengan a los empleados trabajando desde sus casas cuando sea posible, y que escalonen los turnos de quienes sí deben ir a trabajar. Se están ensanchando las aceras a fin de que haya espacio para más peatones y se está animando a los conductores solitarios a compartir el coche con pasajeros que utilicen cubrebocas.

“Hace unos cinco o seis años hablábamos de pasar de los combustibles fósiles a los coches eléctricos”, dijo Christophe Najdovski, alcalde suplente de París para el transporte y los espacios públicos. “Ahora, estamos hablando de pasar de cualquier tipo de automotor a otros medios de transporte… especialmente bicicletas”.

El gobierno británico liberó este mes un fondo de 250 millones de libras (unos 310 millones de dólares) para reasignar más espacio público a los ciclistas, para ensanchar las aceras y crear corredores exclusivos para bicicletas y autobuses. El programa se amplía con otro llamado “viaja en bicicleta al trabajo”, un programa respaldado por el estado y los patrones que el gobierno calcula que podría ahorrarle al Servicio Nacional de Salud ocho mil millones de libras al año ya que la gente hará más ejercicio.

Milán presentó un programa llamado Strade Aperte, o “calles abiertas”, que creó 35 kilómetros de vialidades nuevas para ciclistas y peatones como parte de un proyecto mayor para transformar el centro de la ciudad y reducir la contaminación. El gobierno italiano presentó un subsidio del 70 por ciento para la compra de bicicletas.

Los berlineses ofrecieron flores a los trabajadores que colocaban los senderos ciclistas por toda la capital alemana, donde las autoridades de la ciudad están impulsando un programa previamente planificado para beneficiar a peatones y ciclistas.

París ha estado a la cabeza de esta transformación. Antes del coronavirus, la ciudad ya había añadido unos mil kilómetros de carriles protegidos para bicicleta en los últimos años, eliminando los autos de las vías principales.

La alcaldesa Anne Hidalgo también destinó las autopistas junto al río Sena para ciclistas y peatones, y cerró franjas de avenidas muy transitadas, lo que atrajo la ira de los críticos, que afirmaron que las medidas habían fracasado pues provocaron mayores congestiones viales y más contaminación.

Mientras Francia se preparaba para levantar su cuarentena nacional, Hidalgo ordenó a los equipos de trabajo que crearan ciclovías emergentes por todo París y sus suburbios periféricos lo más rápido posible a media noche, con el objetivo de añadir 50 kilómetros para junio siguiendo las rutas existentes del metro y los trenes suburbanos.

La calle de Rivoli, que alguna vez fue una de las vías más transitadas del centro de París, ahora está totalmente reservada para bicicletas, autobuses y taxis. Las vías emergentes están pensadas para ser temporales, pero Najdovski aseguró que la ciudad podría considerar hacerlas permanentes “en caso de que funcionen”.

Esa sigue siendo una pregunta sin respuesta. Aunque los caminos están diseñados para mantener a los ciclistas seguros, los hospitales de París han reportado un aumento de las lesiones en ciclistas y los peatones que estos atropellan. El incremento en el uso de la bicicleta también ha creado un problema de estacionamiento que la ciudad está tratando de resolver haciendo espacio en los estacionamientos para autos y creando refugios seguros para bicicletas a nivel de calle.

No obstante, el coronavirus ha “cambiado el paradigma” de la forma en que la gente se traslada al trabajo, dijo Najdovski. “Las personas están despertando y descubriendo un nuevo carril para bicicletas justo a la puerta de su casa”. La experiencia hasta ahora, añadió, es que “tan pronto como se delimita una nueva ciclovía, la gente la utiliza”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company