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Las clínicas veterinarias suben de categoría para atender a las mascotas (y a sus dueños)

Allegra Brochin con su maltés Sprinkles, en su casa de Manhattan, el 23 de mayo de 2021. (Brittainy Newman/The New York Times).
Allegra Brochin con su maltés Sprinkles, en su casa de Manhattan, el 23 de mayo de 2021. (Brittainy Newman/The New York Times).

Cuando Allegra Brochin y su novio adoptaron el año pasado a Sprinkles, un enérgico maltés blanco, comenzaron a buscar un servicio veterinario.

“Comencé a buscar de inmediato”, dijo Brochin, de 23 años, quien trabaja como coordinadora de comunicación para Michael Kors en Nueva York.

Brochin vio algunos anuncios de Bond Vet en su Instagram y, cuando llevó a Sprinkles allí para sus vacunas, quedó cautivada por la apariencia y el ambiente de la clínica, “sobre todo porque es para una mascota que quieres y de la que te sientes responsable”, dijo.

Brochin no está sola en su devoción por su mascota pandémica. Más de 12,6 millones de hogares adoptaron animales de marzo a diciembre del año pasado, según la Asociación Estadounidense de Productos para Mascotas, lo que ayudó a impulsar un aumento en las visitas y los ingresos de las clínicas veterinarias, conforme los nuevos propietarios llevaban a sus mascotas para su primera consulta.

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El incremento de la demanda de servicios veterinarios ha atraído a inversores y a otros actores a ese mercado. Los arrendadores —quienes anteriormente podrían haber rechazado a inquilinos vinculados con ruidos y olores desagradables— están más dispuestos a alquilar espacios a las clínicas luego de un año en el que los veterinarios pagaron sus rentas mientras otros negocios se retrasaron. Además, las compañías de arquitectura que se especializan en el diseño de espacios veterinarios están más ocupadas que nunca.

Las nuevas empresas con grandes capacidades tecnológicas como Bond Vet prometen una reinvención de la experiencia veterinaria, con aplicaciones telefónicas, telemedicina las 24 horas y espacios en los que los dueños de las mascotas pueden disfrutar de bebidas que van desde LaCroix hasta café helado.

El negocio veterinario está experimentando un crecimiento acelerado: Morgan Stanley proyectó que para 2030 será una industria valorada en 275.000 millones de dólares, un incremento comparado con los 100.000 millones que valía en 2019. La atención veterinaria será el segmento de más rápido crecimiento durante la próxima década.

La sala de espera en Modern Animal, una clínica veterinaria con modelo de membresía en Los Ángeles, el 20 de mayo de 2021. (Rozette Rago/The New York Times).
La sala de espera en Modern Animal, una clínica veterinaria con modelo de membresía en Los Ángeles, el 20 de mayo de 2021. (Rozette Rago/The New York Times).

“Hace diez años hubo un auge de bebés”, dijo Arash Danialifar, director ejecutivo de GD Realty Group, una empresa de California que le ha alquilado un espacio a una compañía emergente de servicios veterinarios, refiriéndose a la proliferación de tiendas de ropa infantil. “Ahora todo gira alrededor de las mascotas”.

Las empresas emergentes representan menos del uno por ciento de los más de 28.000 consultorios veterinarios en todo el país, pero están creciendo rápidamente.

En Nueva York, Small Door Veterinary anunció hace poco que había recaudado 20 millones de dólares y tenía planeado pasar de una sola sede a 25 para el año 2025. La compañía opera con un modelo de membresía, con telemedicina las 24 horas y salas de espera con alcobas con arcos y paredes de roble blanco que brindan a los dueños y a sus mascotas un lugar íntimo para relajarse antes de las citas. Diseñadas por Alda Ly Architecture, las clínicas son espacios rentados de entre 185 y 278 metros cuadrados cuyo equipamiento cuesta alrededor de 1 millón de dólares, dijo Josh Guttman, cofundador y director ejecutivo de Small Door.

Bond Vet, otra empresa emergente de Nueva York, se modela a sí misma siguiendo el patrón de las clínicas de CityMD. Recientemente recaudó 17 millones de dólares y tiene en la actualidad 6 oficinas, incluyendo su primera sede suburbana, en Garden City, en Long Island.

En Los Ángeles, otra empresa basada en un modelo de membresía, Modern Animal, tiene una oficina en un lujoso distrito comercial de West Hollywood y tiene previsto abrir tres sedes en la ciudad para finales de año y una docena de clínicas en California para 2022, dijo el fundador y director ejecutivo de la compañía, Steven Eidelman.

“No creo que como propietario me hubiera animado a rentarle un espacio a una clínica veterinaria hace 15 años, pero hoy lo haría”, dijo Danialifar de GD Realty, el propietario del inmueble donde se encuentra Modern Animal en West Hollywood.

Estas empresas emergentes parecen estar diseñadas para atraer a los milénials, quienes conformaron la mayoría de los nuevos dueños de mascotas durante la pandemia. Según una encuesta reciente, el 66 por ciento de los milénials tienen mascotas y están gastando a manos llenas por ellas.

Rebecca Hilton, de 34 años, quien vive en Santa Mónica, California, se registró en Modern Animal tras adoptar el año pasado a dos gatitos, Pinot y Lula, y ha utilizado la aplicación de la compañía para comunicarse con el consultorio. Ha conversado con el médico veterinario a través de videollamadas y ha utilizado la aplicación para hacer preguntas y enviar fotografías.

“Es posible que alguna vez haya llamado a las dos de la mañana cuando uno de los gatos estaba actuando de manera extraña”, contó Hilton. “Ayuda mucho no tener que ir al consultorio cada vez que pasa algo así”.

El sistema de salud para mascotas está avanzando de otras maneras que emulan la atención médica humana. Meridian Veterinary Real Estate, una constructora fundada en Dallas en 2016, construye hospitales veterinarios de entre 900 y 2300 metros cuadrados con departamentos de cirugía, oncología, medicina interna y otras especialidades. A menudo están dotados con hasta 10 millones de dólares en equipos para cosas como rayos X, tomografías computarizadas y resonancias magnéticas.

Estas constructoras trabajan con firmas de arquitectura especializadas en diseño veterinario como Rauhaus Freedenfeld & Associates, que ahora está gestionando el doble de llamadas para nuevos proyectos que antes de la pandemia, según Warren Freedenfeld, uno de los directores de la compañía.

Su compañía y otras diseñan interiores con materiales que amortiguan el ruido —tanto de alta frecuencia (aullidos) como de baja (ladridos)— y sin columnas aisladas ni esquinas pronunciadas que puedan invitar a un perro a levantar la pata para orinar. Las clínicas están diseñadas para ser “libres de miedo”, gracias a sus colores suaves y, a menudo, zonas separadas para perros y gatos.

Pero, aunque existe en la actualidad un incremento de la actividad, los bienes raíces veterinarios han estado evolucionando durante décadas.

Tradicionalmente, los médicos veterinarios eran dueños de sus propios consultorios, así como del inmueble que los albergaba, por lo general una casa. Eso comenzó a cambiar en las décadas de 1980 y 1990 con la llegada de las empresas conocidas como consolidadoras, que comenzaron a comprar los consultorios veterinarios, atraídos por la estabilidad del negocio. Las corporaciones, a menudo respaldadas por capital privado u otros fondos de inversión, por lo general se hacen cargo de las funciones administrativas, como el pago de nómina y la compra de suministros, por lo que dejan el lado clínico de los consultorios a los veterinarios.

Alrededor del 25 por ciento de los consultorios veterinarios “se han vendido a empresas”, dijo Karen E. Felsted, asesora veterinaria. Algunas consolidadoras son dueñas de cientos de hospitales para mascotas; son “el McDonald’s del espacio veterinario”, dijo Brian Wine, fundador y director ejecutivo de Wine Group, una empresa de corretaje que se especializa en bienes raíces veterinarios.

Sin embargo, la mayoría de las consolidadoras no se han interesado por los inmuebles como tal. Es por eso que los veterinarios se han convertido en arrendadores y reciben ingresos por alquiler de los grupos corporativos y conservan la capacidad de vender los inmuebles a sus socios cuando se jubilen.

No obstante, en la actualidad, los veterinarios tienen otras opciones para sus propiedades.

Algunas firmas de capital privado y consorcios de inversión inmobiliaria tienen divisiones dedicadas a los bienes raíces veterinarios. Y cada vez están surgiendo más empresas dedicadas a ello.

Terravet Real Estate Solutions, fundada en 2016, posee en la actualidad más de 100 inmuebles en 30 estados y muchos de ellos albergan consultorios que son propiedad de empresas consolidadoras. Por ejemplo, Terravet es dueña del edificio que alberga el Hospital Veterinario CountryChase en Tampa, Florida, y el American Veterinary Group, que opera consultorios en todo el sur del país, es propietario del negocio.

Hound Properties, fundada hace dos años, ha estado comprando inmuebles con un fondo respaldado por inversores. Vetley Capital, que comenzó este año, tiene una cartera de 20 inmuebles en 9 estados, la mayoría de ellos pequeños, que van desde los 230 a los 370 metros cuadrados y cuestan alrededor de 1 millón de dólares, dijo Zach Goldman, fundador y presidente de la compañía.

El precio de los bienes raíces ha subido, pero las ganancias son por lo general modestas. “Es el ingreso lento y constante por excelencia”, dijo Tripp Stewart, cofundador y director ejecutivo de Hound Properties, quien también es médico veterinario.

Es por eso que las mejoras en las instalaciones veterinarias no solo están dirigidas a las mascotas y sus dueños, sino también a los propios médicos, que pueden elegir dónde quieren trabajar.

“Antes, cuando uno iba al veterinario, se encontraba con una familia de veterinarios que trabajaba en la cocina de una casa vieja”, dijo Stewart. “Hoy en día no vas a poder atraer a jóvenes veterinarios a una casa vieja”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company