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Conflictos de una oposición sin liderazgos

Elisa Carrió, al cerrar el congreso de la Coalición Cívica donde agitó la interna de Juntos por el Cambio.
Elisa Carrió, al cerrar el congreso de la Coalición Cívica donde agitó la interna de Juntos por el Cambio.

El dilema de no ser parte del problema ni pagar los costos de la solución atraviesa a toda la oposición, empezando por Juntos por el Cambio. Es el cepo en el que quedó embretada la coalición cambiemita por tres acontecimientos que se sucedieron y precipitaron en las últimas dos semanas, sumados a la crítica situación económica del país.

El resultado de las elecciones legislativas, en primer lugar; la carta de Cristina Kirchner, luego, y, finalmente, las disputas internas que desató el proceso electoral iniciado con las PASO pusieron a los cambiemitas en el estrecho desfiladero por el que transitan con dificultad y tropiezos en estos días. Mientras, la ciudadanía los mira con tanta expectación como desconfianza.

Los primeros pasos no fueron promisorios ni tranquilizadores para una sociedad a la que las peleas en público de sus dirigentes tienden a profundizarle la angustia y la irritación. Los últimos acontecimientos avivaron el temor de que los opositores que recibieron casi el 42% de los votos agraven los problemas en lugar de ser parte de la solución.

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En tal contexto, Cristina Kirchner, con su última epístola multipropósito, buscó aprovechar las diferencias entre los opositores respecto del presente y el pasado para horadar su imagen y complicar sus relaciones internas. El fracaso de la gestión de Mauricio Macri en el plano económico es parte de un debate no saldado para las distintas fuerzas de Juntos por el Cambio que revive con la negociación en curso de la impagable deuda contraída en 2018 con el FMI. El problema es que no es una cuestión para historiadores, sino un tema con demasiada actualidad en el que deberán tomar decisiones que impactarán sobre toda la sociedad, en el cortísimo y en el muy largo plazo.

La vicepresidenta, con sus cualidades de experta escenógrafa (más que de arquitecta egipcia), creó el escenario para adelantarle el problema a la oposición, antes de que se conozca siquiera algún detalle del acuerdo que su gobierno intenta cerrar de urgencia con el organismo multilateral, después de meses de dilaciones que lo llevan ahora a tambalear ante un abismo que pudo evitarse. Cuando todavía no hay consenso alguno en el oficialismo sobre las consecuencias de un arreglo, Cristina puso la pelota en el campo contrario. Una verdadera cortina de humo que, al mismo tiempo, sirvió para difuminar el escandaloso sobreseimiento que la benefició en la principal causa por corrupción abierta en su contra, justo cuando debía empezar el juicio oral. Doble daño. Doble éxito. Más que un black friday, fue un fin de semana negro para los opositores.

Los hechos que muestran las complicaciones opositoras son elocuentes y no los disimulan, sino que tal vez agraven su significado, los problemas, los errores y las fragilidades del Gobierno. En Pro, la pelea por el liderazgo en discusión y construcción con vistas a 2023 no respetó ni los días de fiesta (o duelo) que debieran suceder con cierta calma a los comicios. A pesar del voto de silencio y mediación que se autoimpuso Horacio Rodríguez Larreta en su condición de único gobernante del espacio y poseedor de la mejor imagen pública de la corriente amarilla. Su influencia, su autoridad y su liderazgo siguen en proceso de desarrollo.

En la UCR se precipitaron las disputas por la conducción nacional del partido y por el reparto del poder en el Congreso con discusiones y descalificaciones en público, propias de los enamorados de las internas que abundan en el partido centenario. Y, como si no faltara nada, hace una semana se sumó la espectacular (es literal) reaparición de Elisa Carrió con sus habituales histrionismo y desparpajo para atravesar a toda la coalición con la llamarada de su oratoria y su dedo acusador. Una vez más, Carrió aparece espejada en Cristina Kirchner en aptitudes para ocupar el centro de la escena, administrar a su arbitrio premios y castigos, y preservar espacios de poder para ella y los suyos. Casualidades y causalidades aparte, el acto por los 20 años de la Coalición Cívica se desarrolló apenas unas horas antes de la aparición de la epístola de la expresidenta a los argentinos. Tanto ruido hizo que un cambiemita dañado por los dardos de Carrió optó por trazar una hiriente semejanza: “Algunos peronistas dicen que a Cristina más que poder de daño le queda el poder de extorsionar al sistema. Nosotros podríamos decir algo parecido de Lilita, salvando las enormes distancias que hay entre las dos”. Devolución de gentilezas.

En tiempos normales, serían estos episodios apenas manifestaciones habituales, solo un poco extremas, de los reacomodamientos a los que obliga todo proceso electoral en el que se ponen en cuestión las estructuras dominantes hasta ese momento. Ocurre en todo el mundo democrático. Pero en pocos países políticamente estables (como la Argentina) hay tantas urgencias económicas y sociales por resolver como en la Argentina. La excepcionalidad nacional tiende a agravarlo todo.

Si no fuera por el juez Martín Bava, con su polémico procesamiento por espionaje ilegal, tal vez el único que habría celebrado en estos días sería Mauricio Macri. En este convulso panorama que atraviesa la oposición, quienes más han quedado expuestos son los que le disputan el liderazgo del partido que él creó.

Paradójicamente, también, el cuestionado juez de Dolores le devolvió la centralidad al expresidente y lo constituyó en victimizada prenda de unión partidaria, con la defensa que casi toda la dirigencia de la coalición le manifestó. Un regalo envenenado que los cambiemitas no macristas no pudieron eludir, aunque lo hubieran preferido. Lo único positivo para ellos es que un procesamiento más o menos tiene casi nulo daño reputacional y poco cambia la opinión de una sociedad polarizada y anestesiada por la sucesión de escándalos que emanan de los tribunales desde hace demasiado tiempo. La credibilidad de los jueces se arrastra por el quinto subsuelo. Y casi nadie espera que de la Justicia salga la verdad. Grave.

La coincidencia a la que se vieron obligados los principales referentes de Juntos por el Cambio en rechazo del fallo contra Macri puede considerarse así un efímero paréntesis en medio de las disputas y las disidencias internas que los sacuden.

A pesar de que no hay cambiemita que no trace un panorama preocupante sobre la situación socioeconómica y las perspectivas para los próximos meses oscilan entre el pesimismo y el apocalipsis, no pueden, no quieren o no saben cómo evitar entretenerse con cuestiones menores para la sociedad, pero mayores para ellos. Es el caso de las disputas por la conducción de los bloques en el Senado y la Cámara de Diputados. El cordobés Mario Negri no está dispuesto a resignar su jefatura en el bloque de la Cámara baja y ya cuenta con el número para preservar el lugar, a pesar de los intentos renovadores del radicalismo porteño, encabezado por el nosiglista Emiliano Yacobitti, que le enrostra al veterano diputado la estrepitosa derrota sufrida en las PASO cordobesas. Cuando falta solo una semana para la asunción de los nuevos diputados, los radicales se debaten entre acordar una tregua con intercambio de favores o romper. En el Senado ya hay un anticipo: los dos nuevos senadores opositores por Chubut anunciaron que armarán su propio bloque, aunque se sumarán al interbloque cambiemita. Divisiones y subdivisiones. Lo mismo podría pasar en Diputados.

Tal vez esas disputas deban verse como entretenimientos antes de la fatiga que traerán otras tormentas más reales. A la vuelta de la esquina del Palacio del Congreso esperan el debate por el presupuesto y, sobre todo, el eventual acuerdo con el FMI. Desafío de alto riesgo para la unidad opositora. Cristina Kirchner ya se lo anticipó. Después habrá que ver cómo se transitan los próximos dos meses. La dirigencia empresarial, sindical y de los movimientos sociales, que se codea con la realidad tangible, coincide en que no esperan turbulencias severas para este diciembre, a diferencias de las (muy intensas) que, según temen, llegarían más cerca de marzo. Paradójicamente, los días más calientes podrían registrarse sobre el fin del verano.

La economía no es el único objeto de desasosiego. Los casos crecientes de inseguridad y violencia vienen a sumar presión a una situación demasiado frágil que atraviesa a todos los sectores, pero que desvela a las clases medias y bajas. El aumento de hechos criminales vinculados a bandas dedicadas a la venta y distribución de drogas tiene en alerta a referentes del conurbano y no solo de las zonas más desfavorecidas y más tradicionalmente inseguras. Lo perciben consultores de opinión pública tanto como lo admiten políticos oficialistas y opositores con arraigo territorial.

Para una oposición que sigue sin definir sus liderazgos, los desafíos no terminaron con las elecciones de las que emergieron triunfantes, aunque sin llevarse un cheque en blanco. La ciudadanía cada vez castiga más de lo que premia con su voto y examina si será parte del problema o de la solución. La dirigencia deberá evaluar cuál es el costo que está dispuesta a pagar. Lo que es seguro es que no podrá seguir entretenida mucho tiempo más con problemas que a la sociedad le interesan demasiado poco.