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Conurbano: los jóvenes se rebelan a las nuevas restricciones nocturnas para frenar el Covid

Primer fin de semana de restricciones nocturnas: testimonios en bares
Tomás Costa

Llega la medianoche y, en la intersección entre Álvarez Jonte y Güemes, Ramos Mejía, el movimiento nocturno pone en evidencia una de las fallas más controversiales de la aplicación de las nuevas medidas decretadas por el Gobierno para paliar el aumento de los contagios de coronavirus: los restaurantes y los bares ya están cerrados y el “toque de queda ya empezó”, pero eso no impide que la vida nocturna de los jóvenes se prolongue. Pese a las restricciones a la circulación de personas no esenciales, que rige desde la hora cero, varios grupos siguen tomando cerveza en las veredas. Sus salidas entre amigos seguirán, afirman, pero puertas adentro.

“Están pendientes de los restaurantes, pero no de las personas”, comenta Daniel González, de 34 años. Hace referencia a los patrulleros de policías que desde temprano merodean la zona. Mientras conversa con LA NACION toma una lata de cerveza junto a dos amigos en la puerta de un kiosco 24 horas, que ya cerró. A una cuadra, del otro lado de las vías de la línea Sarmiento, se instaló sobre la vereda un destacamento de 11 policías motorizados y cinco patrulleros. Ya pasó la hora permitida para estar en la calle, pero González y sus amigos, quienes planean volver en colectivo a sus hogares, no temen una multa. “Recién pasamos por al lado de los policías y no nos dijeron nada”, dice, como evidencia de que tiene razón, de que nadie les dirá nada.

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Desde la vereda de la cervecería Cervelar, que ya tiene las sillas y mesas apiladas y las luces apagadas, Matías Ganiko, dueño del local, lamenta la poca facturación de la jornada de viernes y enfatiza: “Mucha de la gente que hoy tuvo que irse temprano del bar se fue a sus casas a hacer previas. Todos se juntan igual, como pasó el año pasado cuando había restricciones parecidas en la gastronomía”.

A una cuadra, un bar que fue clausurado el martes pasado por incumplir con el horario de cierre ya se encuentra con las luces apagadas. “La noche ha sido un fracaso”, alcanza a decir una de las mozas antes de partir. “El horario pico del local durante las noches de viernes -afirma- suele ser entre las 23 y la 1, horario que ya no está permitido según las nuevas restricciones”.

Restricciones nocturnas para frenar la segunda ola de coronavirus
Tomás Costa


Restricciones nocturnas para frenar la segunda ola de coronavirus (Tomás Costa/)

El nuevo decreto presidencial establece, entre otras cuestiones, el cierre de la actividad gastronómica a las 23 y la prohibición de la circulación de personas no esenciales desde las 0 hasta las 6.

Horas antes del fin del horario gastronómico, sentadas en un restaurante de Olivos, las amigas Francisca, Olivia y Lucía, de 18 y 19, detallan los problemas de organizar una previa bajo el contexto de las nuevas regulaciones nocturnas. “Hoy, nosotras no vamos a salir, pero nos llegaron varias invitaciones a previas. La fiaca es que, si vamos, tenemos que llegar antes de la medianoche y quedarnos hasta las seis, para no tener problemas con la policía, y no tenemos muchas ganas de quedarnos tanto tiempo”, comenta Lucía.

Guido Madeo y sus 10 amigos del barrio toman unas cervezas en el estacionamiento al aire libre de las canchas luego de jugar un partido de futbol
Tomás Costa


Guido Madeo y sus 10 amigos del barrio toman unas cervezas en el estacionamiento al aire libre de las canchas luego de jugar un partido de futbol (Tomás Costa/)

Los hermanos Ezequiel y Leandro, de 21 y 30 años, toman una cerveza en la misma esquina que González, en Ramos Mejía, y dan cuenta de una fiesta electrónica a la que van a asistir mañana, en San Miguel. “No existe acatamiento a las medidas, eso quedó en el pasado”, enfatiza Leandro.

Esta última afirmación, sin embargo, es relativa. Según pudo confirmar LA NACION en un recorrido por varios puntos del conurbano, los distintos grupos de jóvenes reaccionan de formas diversas a las nuevas restricciones a la vida nocturna. Un ejemplo de ello son Guido Madeo y sus 10 amigos del barrio, que terminaron de jugar al fútbol en unas canchas próximas al Puerto de Olivos y toman unas cervezas en el estacionamiento al aire libre del club al que pertenecen. “desde marzo del año pasado, cuando cerraron las instalaciones del club, nos juntamos acá después del partido, a veces a tomar, a veces a comer. Ahora, ya nos estamos volviendo”, destaca, Madeo, de 34, minutos antes del horario de cierre gastronómico. El grupo planea cumplir las nuevas restricciones.

“Creo que en general las medidas no se cumplen, pero hay jóvenes que sí las respetan. Sigue habiendo fiestas clandestinas, previas, como hubo todo el año pasado, pero no todos van. Entre los jóvenes del barrio hay un grupo que no registra lo que está pasando y sale como si nada y otros que ahora están decidiendo quedarse en su casas”, explica Gerardo, médico, de 38 años, quien prefirió resguardar su apellido. Junto a dos amigos, toma bebidas alcohólicas con speed en un bar que ya está cerrando, en Ramos Mejía, minutos antes de la medianoche.