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Coronavirus: ocuparse, preocuparse, sin fantasear

La enorme mayoría de los seres humanos adopta la enorme mayoría de sus decisiones aplicando criterios conservadores. Por lo cual, ante un aumento de la incertidumbre, anulan algunas compras, o por lo menos, las postergan, y esto contrae la economía. Es lo que está ocurriendo a raíz de la inesperada aparición del coronavirus, flagelo que ya cobró miles de vidas humanas.

La contracción no tiene igual intensidad en todos los sectores. Cabe esperar que el turismo sufra más que la producción y venta de tallarines o cigarrillos. Es más, no descarto mejoras aisladas, como la que están experimentando quienes se dedican a la fabricación de barbijos. El granizo también es una desgracia, más allá del consiguiente aumento de la demanda de parabrisas. Si los cataclismos generaran mejoras generalizadas, provocarlos sería una gran idea.

La contracción también puede generarse del lado de la oferta. Los operarios chinos que no pueden salir de sus casas, para trabajar en las fábricas, comprometen la producción de insumos que utilizan otras fábricas, no sólo en su país, sino también en... la Argentina.

¿Cómo se organiza la prevención, cuando todavía no se identificó el virus? La televisión, como las tribunas de las canchas de fútbol, está llena de "sabiondos". El sentido común, y supongo que la medicina, en materia de prevención sugiere pecar por exceso, más que por defecto, corrigiendo los protocolos en base a la nueva información.

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Junto a todo esto están las racionalizaciones y las tentaciones. Ejemplo de la primera es la explicación del hecho de que, entre el cierre del viernes 22 y del martes 25, el Dow Jones, el más popular de los índices bursátiles de la bolsa de Nueva York, cayó 6,6%. ¡Fue por el coronavirus! ¿Habrá sido así, o se trata de una "corrección", como denominan en ese medio a una caída importante, pero no catastrófica? Me suena a comportamiento de manada, originado vaya a saber bien por qué.

Hablé también de tentaciones. Espero, en el sentido de la esperanza, que a los funcionarios del gobierno argentino encargados de negociar con el FMI y con los bonistas, no se les ocurra decir que "veníamos fenómeno, pero el coronavirus, por lo cual nos tienen que tener consideraciones adicionales". Mejor dicho, no tengo ningún problema con que se les ocurra decir; lo que me preocuparía es que esperaran que sus interlocutores les dijeran: "Tenés razón", y actúen en consecuencia.