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La crisis del Covid no destruirá a las grandes ciudades pero sí la transformará

Londres; El mundo; Covid-19; restricciones; nueva normalidad; barbijoa; máscara
Matt Dunham

LONDRES.– La recuperación económica tras los efectos de la pandemia y las cuarentenas es desigual en muchos sentidos. Las vacunas han permitido que algunos países se reactiven rápidamente, mientras que otros siguen con dificultades. La demanda está en auge en algunos sectores, pero se ve débil en otros. Y al volver a la vida las economías nacionales, las ciudades quedan muy atrasadas.

Antes de la pandemia las ciudades parecían invencibles, con el poder económico y cultural cada vez más concentrado. En el 2000 el salario diario total de quienes trabajaban en el centro de Londres era el doble que el cobrado en los distritos externos; en 2019 era el triple. En igual período el crecimiento del empleo en los distritos centrales de Sidney era un 40% más acelerado que en otras partes del área urbana.

Triumph of the City (El triunfo de la ciudad), un libro de 2011 de Edward Glaeser, de la Universidad de Harvard, resumía la tendencia urbanocéntrica. El hecho de que Glaeser haya llamado a su último libro (escrito con David Cutler) Survival of the City (Supervivencia de la ciudad) muestra cuánto ha cambiado. El éxodo de las áreas urbanas al inicio de la pandemia que muchos supusieron que sería temporario, ahora se ve más permanente e indicativo de un cambio en las preferencias. ¿Eso es preocupante?

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Una manera de tomarle el pulso a las ciudades es usar indicadores de movilidad en tiempo real. The Economist ha construido un “índice de éxodo”, usando datos de Google de visitas a sitios de comercio minorista y recreación, transporte público y lugares de trabajo. Esto compara la movilidad en las grandes ciudades con la de sus países. En Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Japón, la actividad se mantiene sustancialmente menor en las ciudades que a nivel nacional.

Según OpenTable, las reservas de restoranes en ciudades están bajas en comparación con cualquier otro lugar. Las reservas en Canadá están un 8% por encima de su nivel prepandemia, pero son un 9% más bajas en Toronto. Algunas partes de San Francisco, en Estados Unidos, dan más la sensación de ser una zona de empresas abandonadas que de un centro tecnológico.

Los datos apuntan a que, como un huevo roto en una sartén, la actividad económica gradualmente se filtra del centro hacia afuera. Lo que en un tiempo eran las áreas urbanas con más vida se están volviendo menos activas. Nuestro índice de movilidad insinúa esta tendencia. París central está aún mucho menos activa que el resto de Île-de-France, por ejemplo. En Estados Unidos los alquileres en los 300 códigos postales más densos han caído 5% desde que comenzó la pandemia, pero no hay cambios en las 300 áreas postales que vienen a continuación.

Las firmas grandes informan de tendencias similares. El CEO de Starbucks afirmó que “las transacciones han migrado de los centros metropolitanos densos a los suburbios y de los cafés a los lugares donde se retira desde el auto”.

Hay opiniones divididas respecto de si la descentralización es bienvenida. Pero los economistas tienen dos preocupaciones de más largo plazo. La primera se relaciona con el empleo. Como describe un trabajo de Lukas Althoff de la Universidad de Princeton y colegas, oficinas más vacías y menos turistas en las ciudades podrían significar menos empleo para trabajadores de bajos salarios, como personal de bares y taxis. La segunda preocupación es la productividad. Una visión es que las ciudades, al concentrar mucha gente diferente, ayudan a promover ideas y tecnologías. A Glaeser y Cutler les preocupa que el trabajo remoto derive en que sea más difícil establecer vínculos personales y absorber conocimiento de otros.

¿Son válidas las preocupaciones? En materia de empleo hay motivo para el optimismo. Es cierto, como muestran Althoff y sus colegas, que los trabajadores de servicios de baja capacitación en las ciudades soportaron en gran medida la caída, mientras que la gente bien paga se retiró a sus oficinas hogareñas.

Sin embargo, las economías han relocalizado empleos desde los centros de ciudades con dificultades a lugares con más demanda. La sucursal de la cadena de restoranes Pret A Manger más cercana a las oficinas de The Economist en Londres cerró, pero se inauguró una junto a la estación de subte cercana a la casa de este cronista. El empleo en los suburbios de Gran Bretaña aumentó un 2% interanual, al tiempo que el nivel de empleo nacional cayó. En Estados Unidos la demanda laboral abandona las grandes ciudades.

Las ciudades podrían volver a su estado prepandemia: el turismo podría recuperarse y los jefes podrían insistir en que la gente vuelva a la oficina. Pero, aunque eso no suceda las ciudades no estarán acabadas.

Los alcaldes cambian su centro de atención, de atraer firmas a atraer residentes. Es probable que la calle George de Edimburgo y Oxford Circus en Londres sean peatonales; San Francisco planea hacer permanentemente más fácil poner mesas de restoranes en lugares abiertos. Algunos senadores estaduales de California quieren ayudar a convertir propiedad comercial en residencias. La pandemia no destruirá a las ciudades pero las cambiará.