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El cronograma electoral se desarma: cómo las provincias buscan separar su suerte de la del Gobierno nacional

En la Argentina el todo es inferior a la suma de las partes. Al menos, políticamente. El cronograma electoral es un elemento más que lo pone en evidencia. Hasta la fecha, dieciséis de veinticuatro provincias decidieron separar las elecciones locales de las nacionales y se presume que la lista podría ampliarse.

No es la primera vez que sucede esta disociación en el calendario. Como en el pasado, esta toma de distancia es una manifestación de la debilidad por la que transita una presidencia. Cuando las cosas marchan bien, la tendencia es unir comicios y aprovechar, como los ciclistas que van detrás del camión, los beneficios "del efecto succión". Cuando los asuntos marchan mal, alejarse parece lo más prudente.

Creciente autonomía de las provincias

Los estados federales se manejan, desde hace tiempo, con creciente autonomía. En los hechos, existen cada vez más "partidos provinciales". Si esta denominación se utilizaba en el pasado para distinguir las herramientas electorales pensadas exclusivamente para funcionar en un solo distrito (con el arquetípico ejemplo del Movimiento Popular Neuquino, que gobierna ininterrumpidamente esa provincia patagónica desde la restauración democrática de 1983), en el presente podría decirse que casi todos los gobernadores se manejan con independencia de estructuras nacionales.

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Un principio rector se impone: "la política es local". El peronismo cordobés lo descubrió hace décadas, cuando de la mano de José Manuel de la Sota inventó el "cordobesismo", eficaz artefacto para triunfar en la "mediterránea" subalternizando el PJ a una nueva marca: "Unión por Córdoba". Sucesivas victorias consolidaron una hegemonía de veinticuatro años divididos en seis mandatos: tres para el fallecido "Gallego" y tres para el Gringo Schiaretti. El próximo 25 de junio, Martín Llaryora intentará seguir esta racha y Luis Juez cortarla. Veremos.

En Santiago del Estero, el radical Gerardo Zamora diseñó en 2005 el Frente Cívico y, desde ese entonces, administra con aliados a "La Madre de Ciudades".

Podríamos sumar otros ejemplos exitosos de "provincialistas": el Frente Renovador de la Concordia en Misiones, fundado en 2003 por el entonces gobernador Carlos Rovira -que cumple dos décadas de gestión-, y el Partido Identidad Salteña de Gustavo Sáenz que opera como oficialismo desde 2019. Habría más casos para describir, cada uno con sus peculiaridades (San Luis, Tierra del Fuego, Chubut), todos confirmando el mismo fenómeno.

Si la presidencia se percibe como débil, las provincias tenderán a separar sus calendarios electorales.
Si la presidencia se percibe como débil, las provincias tenderán a separar sus calendarios electorales.

Si la presidencia se percibe como débil, las provincias tenderán a separar sus calendarios electorales.

Resulta apropiado recordar que una de las tres denominaciones que la Constitución permite para nuestro país es la de "Confederación Argentina". También se puede afirmar que el kirchnerismo busca imprimirle una lógica similar a la provincia de Buenos Aires, aprovechando el caudal de apoyos que conserva, particularmente en el conurbano, Cristina Kirchner.

La consagración de Máximo Kirchner como presidente del PJ provincial y la canalización de recursos nacionales discrecionales en grandes proporciones desde el Ministerio de Economía de Nación tienen el claro propósito de construir una fortaleza autónoma en la geografía que contiene al 37% del padrón nacional. Es una tarea compleja (todas las anteriores lo fueron también en un comienzo) pero posible. Más si la oposición en el distrito permanece fragmentada.

Para cerrar el recorrido podemos incorporar, en grado de tentativa, el santafesinismo, en sus dos expresiones: los tres mandatos del socialismo y el actual perottismo, ambos con suerte diversa pero idénticas intenciones de localía.

Un futuro de negociaciones entre factores de poder

Todo lo explicado aquí viene a cuento para señalar que la persona que sea elegida para gobernar la Argentina entre 2023-2027 debutará y deberá lidiar con factores de poder establecidos y experimentados en la "negociación paritaria" con el poder nacional de turno. Articular esa relación hábilmente desde la Casa Rosada es fundamental porque involucra los recursos económicos siempre escasos y el capital político indispensable para operar sobre el funcionamiento del Congreso Nacional.

Sea quien fuere el espacio ganador en octubre-noviembre necesitará, apenas arranque en diciembre, de fondos y leyes para encarar una coyuntura más que desafiante. Por diseño constitucional y cultura política todas las miradas de la sociedad dirigen sus miradas y exigencias al Sillón de Rivadavia. Se presume que quien lo ocupa cuenta con el poder de cambiar la realidad y materializar las aspiraciones de una sociedad sedienta de crecimiento, estabilidad y mayores ingresos. Pero lo cierto es que el próximo inquilino de Balcarce 50 arrancará con una enorme cantidad de cuentas por pagar entre deudas, jubilaciones y asistencias a los más vulnerables y las cajas exhaustas.

Clausurada la posibilidad de una nueva ley de coparticipación federal por la rigidez que la reformada Constitución de 1994 impuso en la materia, se requerirá de mucho liderazgo y un gabinete de expertos negociadores para arrancar con un piso mínimo de gobernabilidad. Una visión sesgada en las últimas décadas plantea como sinónimo de "política nacional" solo a lo que se discute y sucede en el AMBA. Grave error. Dios está en todos lados, pero no necesariamente atiende en Buenos Aires.