Cuidado con caer en la peligrosa trampa de enamorarte de tu trabajo
La investigación de la socióloga Erin Cech ha echado por tierra el mantra que he seguido en mi vida profesional: Si amamos nuestro trabajo, las responsabilidades del día a día no son una obligación sino un placer.
Estoy segura de que la intención de Cech no era convertirse en la mayor aguafiestas del planeta al publicar su libro “The trouble with passion”. Ella misma confiesa que abandonó una prometedora carrera como ingeniera mecánica para seguir su pasión por la sociología. Pero fue precisamente su mirada de científica social la que la llevó a preguntar quién se beneficia y quien queda atrás en un mundo donde los estudiantes toman importantes decisiones de vida basados en sus impulsos emocionales.
Cech quiso hurgar un poco más profundo al intentar dilucidar lo que significa anclar nuestra identidad en un empleo remunerado.
¿Qué significa tener un buen trabajo para nosotros y cómo ese supuesto buen empleo repercute en nuestras vidas?
Las reflexiones de Cech salen a la luz justo en el cambiante escenario laboral de la pos-pandemia.
Millones de estadounidenses se han sumado a la llamada “Gran Renuncia” en la que muchos han dejado sus empleos con la idea de perseguir sus sueños.
La investigadora asegura que esta búsqueda no es nueva y que, desde hace tres décadas, estudiantes universitarios y trabajadores calificados se han abrazado al “principio de la pasión” (y reconozco ser uno de ellos), en el que se le da prioridad a un trabajo enriquecedor, aunque eso signifique perder seguridad laboral o estabilidad económica.
.@UMSociology Erin Cech writes in The Atlantic about the pitfalls of guiding people to focus their job searches on doing what they love. https://t.co/XACzN5En0W
— Michigan Sociology (@UMSociology) November 12, 2021
El arraigo de la pasión laboral
El 75% de los trabajadores con instrucción universitaria cree que la pasión es un factor importante a la hora de tomar decisiones sobre sus carreras, concluyó Cech después de entrevistar a decenas de estudiantes y graduados universitarios y orientadores vocacionales.
De ese grupo, el 67% dijo que daría más importancia a un trabajo que considere significativo sobre la estabilidad laboral, un salario alto o un buen equilibrio entre la vida y el trabajo.
“Los que creen en esta idea confía en que la pasión los inoculará en contra el tedio de trabajar largas horas en tareas con las que tienen poca conexión personal. Para muchos, seguir su pasión no solo es el camino a un buen trabajo; sino la llave para alcanzar una buena vida”, escribió Cech.
Pero para la investigadora, esa posición idealista tiene desventajas importantes. Por una parte, cambiar una carrera estable pero insatisfactoria a una que nos parezca significativa puede ser riesgoso desde el punto de vista financiero. Pero Cech asegura que, además, presenta dilemas existenciales.
“Para decirlo sin rodeos, la fuerza laboral cualificada no está diseñada para ayudar a los trabajadores a nutrir sus proyectos de autorrealización. Está diseñada a impulsar los intereses de los accionistas de la organización”, dijo la investigadora. Entonces cuando las personas colocan un empleo remunerado en el centro de su búsqueda del sentido de su vida, están entregando el control de una parte esencial de su sentido de identidad a los empleadores que sólo les interesan las ganancias y a los vaivenes de la economía global.
Dejen de mentirle a los jóvenes. Los ves feliz 5 años y luego con una frustración increíble pq o no encuentran trabajo o el trabajo es una mierda. El valor de una carrera lo marca el mercado.
Hagan un pregrado practico que no odien y lo que les gusta lo estudian en posgrado. https://t.co/jnb4hBPO1u— Daniela Yepes García (@ADanielaYepesG) November 8, 2021
Los que pierden si se atreven a soñar
Pero el consejo de “perseguir tus sueños” es algo que sólo las personas de adineradas y de clase media alta pueden darse el lujo de hacer porque necesitarán reservas financieras y una plataforma de conexiones sociales que los ayuden a alcanzar sus objetivos.
Cech concluyó que cuando un egresado universitario proveniente de la clase trabajadora decide seguir su pasión, tiene el doble de las posibilidades de terminar en un trabajo mal renumerado e inestable muy distinto al que había imaginado.
Explica que al recomendar a los aspirantes hacer lo que aman y resolver luego los asuntos contractuales ignora los obstáculos que muchos pueden enfrentar para lograr el éxito económico. Para Cech el principio de la pasión es una solución individual que intenta distraer a los trabajadores del yugo del trabajo remunerado al transformarlo en un espacio de realización personal, pero no hace nada para cambiar los motivos por los que trabajar suele una tarea monótona y soporífera.
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La investigadora también encontró que muchas empresas explotan esa pasión de sus trabajadores. Los empleadores tienden a preferir a los trabajadores apasionados porque suelen involucrarse de buena gana en labores adicionales que no son remuneradas.
Ante ese panorama desolador, Cech propone que cambiemos nuestra filosofía personal hacia el trabajo. Una solución sería reajustar sus dimensiones para que ocupe un lugar más moderado en nuestras vidas y que al colocarlo en un cronograma definido, nos permita realizar actividades significativas en otros ámbitos como cultivar las relaciones con amigos y familiares, tener aficiones.
La pregunta no debería ser cómo puedo cambiar de trabajo para hacer algo que amo. Por el contrario, deberíamos preguntarnos cómo puedo hacer para que mi trabajo me deje más tiempo y energía para desarrollar las cosas que amo y estar con las personas que me dan felicidad.
Su conclusión es que nadie debe poner todo su sentido de identidad en una sola institución que no le pertenece, especialmente en estos tiempos convulsos que han desestabilizado el mercado laboral.
La autora explica que no desea convertirse en una activista en contra del amor por el trabajo. Piensa que es saludable sentir agrado por nuestros empleos. Lo que sí cree fundamental es abonar otras facetas de nuestras vidas para que el trabajo no sea la base de nuestra identidad.
Fuente: The Atlantic
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