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El desafío de formar hoy a los jóvenes para los empleos del futuro

En 1858, cuando la Primera Revolución Industrial sacudía los hábitos y valores de la sociedad británica, Charles Dickens escribió la novela Hard Times (Tiempos Difíciles), sobre los conflictos y angustias de ese mundo en gestación. El escritor inglés no tuvo mejor idea que comenzar su retrato social parodiando a un director de escuela en el primer día de clases. Parado frente a los alumnos, este hombre severo y racionalista ordenaba a los maestros: "Ahora, lo que quiero son datos. No enseñen a estos niños y niñas nada salvo datos. Solo los datos son necesarios en la vida. No planten otra cosa, y saquen todo lo demás. Las mentes de animales racionales solo pueden formarse a partir de datos..."

La escuela pública, con sus edificios rectangulares emulando fábricas y sus aulas idénticas en todo el mundo, equipadas con pizarrón, tiza y pupitres formando hileras, fue pensada para "producir" los ciudadanos y trabajadores que requería el siglo XIX, con sus máquinas a vapor e incipientes sistemas eléctricos. Poco cambió desde entonces. Ni siquiera la aparición de internet a mediados de 1990 pudo penetrar y transformar sustancialmente las escuelas. Sin embargo, algo parece estar sucediendo ahora. Y puede llegar a ser un cambio disruptivo, como se denomina a aquellas mutaciones tecnológicas que en la actual Cuarta Revolución Industrial alteran de raíz una actividad.

La enseñanza de programación y robótica, así como el uso de internet y todo tipo de dispositivos digitales en el aula, está abriendo las escuelas al siglo XXI. Estos instrumentos estimulan a niños y jóvenes a trabajar en "misiones" o proyectos de investigación, en equipo, integrando diversas disciplinas a la vez. Se genera una nueva dinámica pedagógica, en la que los estudiantes son más autónomos y adquieren conocimientos y habilidades a su propio ritmo, en colaboración con sus compañeros. Los maestros dejan de estar parados frente al pizarrón dictando clases; en cambio, circulan por el aula a modo de guías o facilitadores. ¡Son lo opuesto al malvado director de Dickens!

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Esta tendencia está en una fase inicial, con ejemplos prometedores en distintas partes del mundo. Pero lo interesante es que este año la Argentina fue destacada por Unesco como uno de los cinco países (junto al Reino Unido, Estonia, Singapur y Malasia) que más avanzó en la incorporación de programación, robótica y educación digital en la currícula, desde jardín de infantes hasta el fin del secundario. El plan Aprender Conectados, diseñado por el gobierno nacional, fue aprobado por el Consejo Federal de Educación, que reúne a los ministros de Educación de todas las provincias. Ya se distribuyeron aulas móviles (con robots, tablets, notebooks, drones, cascos virtuales e impresoras 3D) en casi todas las escuelas públicas y se capacitó a decenas de miles de docentes. Las maratones de robótica y programación, iniciadas hace dos años, demostraron un gran entusiasmo en alumnos y profesores de todo el país.

Mónica Luengo enseña matemática en el Colegio Provincial Padre José Zink de Río Grande, Tierra del Fuego. El año pasado ganó el premio Docentes Innovadores, junto a su colega Margarita Portillo, por el proyecto de vivero automatizado (con robots que regulan la luz, el riego y la temperatura), realizado por alumnos de cuarto año del secundario. "La idea fue de los alumnos", explica Luengo. "La directora nos llamó un día a Margarita y a mí para decirnos que había llegado un kit de robótica, que veamos qué podíamos hacer. Abrimos la caja y fue una decepción. En lugar del robot Arturito de la Guerra de las Galaxias, había un montón de ladrillos Lego, un cerebro digital y sensores. No teníamos idea qué hacer. Así que le preguntamos a los chicos. Ellos tienen más imaginación, son menos estructurados. Propusieron automatizar el vivero que tiene la escuela y fueron descifrando cómo hacer todo, nosotras los secundamos y fuimos aprendiendo con ellos", cuenta.

El vivero funciona en un clima muy hostil. "Hoy hay vientos de 100 km/h", explica Luengo por teléfono a LA NACION. En verano los días son muy largos y con demasiado sol; en invierno son muy cortos y con temperaturas extremas. Como primer paso, decidieron hacer una maqueta a escala del vivero totalmente automatizada. El rol de las profesoras fue proveer "la matemática" requerida para programar los robots y dispositivos. "Los chicos nos decían: 'Necesitamos que el robot gire 35 grados a la derecha; queremos abrir y cerrar las cortinas. ¿Cómo hacemos?' Ahí agarrábamos el lápiz y el papel y les explicábamos las funciones matemáticas que necesitaban", explica.

Maestras y alumnos terminaron trabajando los fines de semana, con jornadas de hasta ocho horas. "Nosotras llevábamos el mate y los bizcochitos. Los chicos nos pedían ayuda a medida que necesitaban", agrega. Una de las ventajas de esta escuela patagónica fue que los docentes ya estaban habituados a enseñar a través de proyectos colaborativos. La maqueta ganó varios premios educativos y también se presentó como ejemplo en el lanzamiento del plan Aprender Matemática, elaborado por el Ministerio de la Nación para modernizar la enseñanza de una materia signada por el fracaso crónico.

¿Qué fue lo más difícil del proceso? "Corrernos del lugar tradicional. Como docentes fuimos formadas para tener todo el conocimiento y transmitirlo frente al pizarrón en una clase magistral. Tuvimos que aprender que el conocimiento se construye de a dos, conjuntamente. Aprendí a poner mi sabiduría al servicio de los chicos. Fue hermoso. El año próximo vamos a automatizar el vivero real", responde Luengo.

Tras asistir a una conferencia internacional sobre "Robótica, Programación e Inteligencia Artificial" organizada por el Ministerio de Educación de la Nación en Buenos Aires, las profesoras de Tierra del Fuego hicieron un taller para todos los docentes de su escuela. "Los dividimos en cinco grupos, con un kit de robótica para cada uno y les enseñamos los fundamentos de la programación. ¡Jugaron como chicos! Al final aplaudían", añade.

Luengo dice que la programación y la robótica sirven para todas las materias. "En lengua, por ejemplo, se puede pedir a los alumnos que escriban un tutorial de cómo hacer funcionar el robot y realizar un video para YouTube. O redactar informes con los avances de un proyecto. Se trata de usar los lenguajes y medios del siglo XXI que les interesan a los chicos", dice.

El experimento "El agujero en la pared", realizado por Sugata Mitra, demostró que los niños tienen una capacidad innata para aprender

Esta nueva pedagogía no solo pone el énfasis en la tecnología sino en la integración de conocimientos multidisciplinarios, el trabajo colaborativo en equipo, la creatividad, el liderazgo, la iniciativa personal y el compromiso con sus compañeros y la comunidad. Todos valores fundamentales para superarnos como personas y como sociedad. Pero además, son las competencias duras (técnicas) y blandas (psicoemocionales) que hoy buscan las empresas y que exigirán cada vez más los trabajos del futuro.

Florencia Ripani es experta en convergencia digital. Como directora de Innovación Educativa del Ministerio de Educación de la Nación lideró el diseño e implementación del plan Aprender Conectados en todo el país. Antes de incorporarse a la función pública, primero como responsable de innovación educativa en la Ciudad de Buenos Aires, trabajó en la BBC de Londres en la transformación digital de los medios públicos ingleses. En una entrevista realizada en el Palacio Sarmiento, poco antes de dejar el cargo para asumir como directora del Plan Ceibal de Uruguay, explicó a este diario cuál fue el marco conceptual que la guió. "La pregunta que nos hicimos al crear Aprender Conectados fue: ¿La inteligencia artificial y los robots van a reemplazar a los humanos? ¿Tenemos que competir con ellos? Nuestra visión es que somos los humanos quienes creamos los robots y las computadoras que aprenden por sí mismas, como una manera de expandir nuestras capacidades. Son un complemento nuestro. Por eso hay que enseñarles a los alumnos a programar y utilizar creativa y críticamente estos nuevos lenguajes y tecnologías. Prepararlos para su integración a un futuro cada vez más digital. ¿Cómo va a ser ese mundo? Todavía no sabemos. Pero sí sabemos que hay que aprender a aprender durante toda la vida, asistidos por la tecnología", explica.

Pensando en las habilidades que necesitarán los niños y adolescentes de nuestro país para prepararse para los trabajos del futuro, me parece fundamental resaltar lo que dijo un experto finlandés, en un seminario sobre "Neurociencias y Políticas Públicas" realizado recientemente en el Centro Cites-Ineco. "Hoy como ayer -señaló- la escuela tiene que asegurar que los alumnos aprendan a leer, a escribir y a expresarse con fluidez; y a hacer operaciones matemáticas básicas. Son las herramientas que usamos todo el tiempo. Nos permiten comprender el mundo que nos rodea; y aprender cualquier cosa".

Parece una verdad de Perogrullo, pero son habilidades que hoy el sistema educativo argentino no está garantizando. En los últimos años, el Ministerio de Educación de la Nación y el Consejo Federal de Educación aprobaron dos programas fundamentales. Por un lado, las Pruebas Aprender, un vasto programa de evaluación de la calidad y equidad educativa, con muestras censales cada dos años, que permitieron saber, escuela por escuela y provincia por provincia, cuál es el verdadero estado de la educación en el país. El desafío ahora es utilizar la información para ayudar a los docentes a mejorar continuamente los resultados. También se lanzó el plan Aprender Matemáticas, fundamental para aumentar las vocaciones vinculadas a carreras científico-tecnológicas y a las ingenierías. Un déficit enorme en nuestro país.

En 1884, con la sanción de la Ley 1420, la Argentina se convirtió en uno de los primeros países del mundo en establecer la enseñanza pública y gratuita para todos los niños del país. Los dirigentes de entonces eran conscientes de que había que prepararlos para las transformaciones del siglo XX y la revolución tecnológica en marcha. Aprender Conectados, las Pruebas Aprender y Aprender Matemáticas pueden ponernos nuevamente en la delantera educativa. Pero son procesos lentos y complejos, que exigen seguimiento y continuidad. Espero que el gobierno electo lo comprenda. De ello dependerá el futuro de nuestro país en el siglo XXI. Especialmente el de los niños: la mitad de ellos vive en la pobreza económica, cultural, educativa y, en muchos casos, alimentaria. No es tiempo ni de grietas ni de mezquindades.

Un reflejo de las aspiraciones y de la visión que un país tiene de sí mismo

La educación de una nación refleja necesariamente las aspiraciones, los sueños y la visión que un país tiene de sí mismo y su futuro. Sarmiento, cuando estableció las bases de la educación pública y gratuita en el siglo XIX quería formar a los ciudadanos y trabajadores que requeriría una Argentina líder en el mundo, en plena revolución industrial. La gran pregunta que los argentinos tenemos que hacernos hoy es: ¿qué sueños, qué visión tenemos para nuestro país? ¿Adónde queremos llegar en 20 años?

Esa fue la pregunta que le hizo un profesor de educación y tecnología, del sistema SOLE creado por el experto internacional Sugata Mitra, a alumnos de quinto grado, en una escuela pública de un barrio humilde de la Ciudad de Buenos Aires. El sistema SOLE (siglas en inglés que significan Entornos de Aprendizaje Auto-Organizados) postula que los niños tienen una capacidad innata para aprender lo que deseen, colaborando entre ellos, si son estimulados adecuadamente. Para corroborarlo, en 1999 Mitra llevó a cabo el experimento "El Agujero en la Pared". Puso varias computadoras conectadas a internet, con pantallas y teclados amurados en un barrio pobre de la India. Al cabo de un tiempo los niños que pasaban por ahí, que no sabían ni inglés ni computación, aprendieron a usarlas. La pedagogía SOLE utiliza la tecnología como un medio y lo fundamental es la pregunta que se le hace a los niños para estimularlos.

Eso fue lo que hizo un especialista de este sistema en Buenos Aires, al comenzar una actividad extracurricular. El primer día, le preguntó a los chicos: "¿Qué quieren ser cuando sean grandes?" Se hizo un silencio sepulcral. Hasta que un chico levantó la mano tímidamente y se animó a decir: "Es que somos pobres", insinuando que eran demasiado pobres para soñar y aspirar a más. "Entonces, vamos a hacer juntos un viaje a Marte", propuso el profesor, consciente de que lo más importante es despertar la curiosidad y el entusiasmo de los alumnos. Durante las semanas que duró la actividad, el facilitador y los chicos usaron computadoras conectadas a internet para entrar al portal de la NASA y otros sitios. Aprendieron a calcular la distancia de la Tierra a Marte en años/luz; investigaron si había vida en otros planetas; y conocieron los secretos del espacio. Al terminar la tarea, el profesor volvió a preguntarles: "¿Qué quieren ser cuando sean grandes?" Un chico dijo que quería ser astronauta; una chica, ingeniera espacial; y el pibe que era demasiado pobre para soñar dijo que quería ser periodista.

Esta historia revela que nuestro sistema educativo hoy es de baja calidad (y peor equidad) porque hace décadas los argentinos dejamos de hacernos las preguntas fundamentales. También explica por qué las empresas no consiguen postulantes para miles de puestos que necesitan cubrir, no solo de alta calificación, también para la base. ¿Sabemos los argentinos a dónde queremos estar en 20 años, en medio de la Cuarta Revolución Industrial? ¿Nos estamos preparando? ¿Queremos ser como los países que más se desarrollaron de la mano de la educación, la ciencia y la tecnología? Como respondamos, así será nuestra educación y nuestro futuro.