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Desierto multinacional: las grandes empresas occidentales tienen poco para perder en Irán

El Medio Oriente no es el único polvorín del mundo. Pero preocupa a los estrategas occidentales más que otros lugares volátiles. Los inversores también le prestan mucha atención. Las bolsas del mundo temblaron el 3 de enero, luego de que un misil estadounidense matara a Qassem Suleimani, un alto comandante iraní, en Irak. Y siguieron sufriendo grandes oscilaciones, luego de que Irán amenazara y luego concretara un ataque contra bases estadounidenses en territorio iraquí.

La guerra en cualquier lugar es mala para los negocios. Un agudizamiento en el largo conflicto entre la mayor economía del mundo y una potencia orgullosa, en una región cuyas profundas reservas de petróleo aceitan las ruedas del comercio global, crea suficiente incertidumbre como para intranquilizar a los empresarios de todo el mundo.

El inevitable salto en el precio del petróleo, que subió casi 5% luego del ataque estadounidense, perjudica a compañías como las aerolíneas que usan mucho de ese combustible. Los países del Golfo Pérsico y sus cercanías constituyen un mercado de 230 millones de consumidores. Las vecinas Egipto y Turquía, a menudo afectadas por las conflagraciones regionales, agregan otros 181 millones.

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Y sin embargo, a pesar de su importancia geopolítica, el Medio Oriente es algo secundario para muchos ocupantes de oficinas ejecutivas occidentales. Salvo unos pocos oasis, notoriamente en energía, aeroespacial y defensa, la región se ve como un desierto multinacional.

Décadas de sanciones estadounidenses significan que no hay presencia de empresas de ese país en Irán. Temerosas de incurrir en la ira de Washington, muchas firmas europeas y japonesas también se mantienen alejadas. La PSA de Francia vendió muchos Peugeot y Citroën en el gran mercado de Irán pero se retiró de dos joint ventures en 2018 para evitar sanciones estadounidenses, luego de que el presidente Donald Trump le re-impusiera las que fueron eliminadas como parte de un acuerdo que buscaba frenar el programa nuclear iraní.

Incluso más allá de Irán, la región apenas si registra en los balances de ganancias y pérdidas de las multinacionales. El Medio Oriente y África aportaron 2,4% de los ingresos de las firmas estadounidenses que cotizan en bolsa en 2019, según un estudio del banco Morgan Stanley. Para compañías europeas y japonesas fueron 4,9% y 1,8%, respectivamente.

La gente del Medio Oriente compra comparativamente pocos de los autos del mundo (2,3 millones de los 86 millones vendidos globalmente en 2018). Los fabricantes de productos de lujo como Pradal, una casa de modas italiana, y L'Oreal, gigante de la belleza francés, tienen 3% de sus ventas en el Medio Oriente, (lo que no incluye los viajes de compra de los sheiks a Milán o París).

Huella menor

La huella regional de las finanzas occidentales parece igualmente leve. A fines de 2018 los grandes bancos estadounidenses tenían actividad crediticia y comercial por valor de US$18.500 millones en la región, equivalente a 0,2% de sus activos. Esto incluye los negocios de JPMorgan Chase por US$5300 millones en Arabia Saudita y la exposición de Citigroup por US$9600 millones en los Emiratos Árabes Unidos (EAU).

Los bancos europeos por su parte han estado retrocediendo. BNP Paribas de Francia vendió su negocio en Egipto hace siete años y obtuvo ingresos mínimos de ?121 millones (US$ 143 millones) en Medio Oriente en 2018. HSBC informa activos sustanciales en Medio Oriente por valor de US$58.500 millones, aunque eso no es más que un error de redondeo en el balance de US$2.7 billones de la entidad británica.

A la inversa, los bancos chinos, han estado expandiendo sus operaciones en el Golfo, aunque a partir de una base mucho más pequeña. El año pasado el banco de China aumentó su presencia en los EAU y el 7 de enero obtuvo licencia para abrir una filial en Arabia Saudita, sumándose al Banco Industrial y el Banco Comercial de China, que están allí desde 2015.

El mayor bolsón de fertilidad en este panorama corporativo despojado -y por tanto la víctima más obvia de cualquier escalada- es la industria energética. A lo largo del último siglo, petroleros estadounidenses y europeos han entrado y salido de la región como resultado de sanciones, conflictos y el cambiante apetito de los gobiernos por contar con socios extranjeros.

En el corto plazo un aumento del precio del petróleo alimentado por el conflicto podría fortalecer las ganancias de los productores geográficamente diversificados de Occidente. A un plazo mayor el cuadro se ve más nebuloso.

Pese al boom del shale oil de los Estados Unidos muchos gigantes petroleros siguen metidos hasta las rodillas en el crudo árabe.

En 2018 Medio Oriente y África aportaron un cuarto de la producción global de la petrolera francesa Total. ExxonMobil ha invertido alrededor de US$6500 millones (y contando) en un yacimiento gigante de los Emiratos. Para 2024 espera producir un millón de barriles de petróleo al día allí, equivalente a alrededor de un cuarto de su producción total de petróleo y gas en 2018.

Firmas de servicios, que trabajan tanto para multinacionales como para las compañías petroleras nacionales, dependen en forma desproporcionada del Medio Oriente. El contrato de Halliburton con Saudi Aramco en 2018 fue el mayor de su tipo en la región, según lo reconoció la propia firma. Schlumberger también hace muchos negocios allí.

Interés por Irak

Irak en particular ha dado la bienvenida al capital extranjero buscando elevar sus ingresos luego de años de conflicto. En 2009 BP y PetroChina ganaron un contrato para trabajar con una firma iraquí pública para incrementar la producción en el yacimiento de Rumaila. Ahora produce 1, 5 millones de barriles al día, un tercio del total de Irak.

ExxonMobil, Eni y Chevron también, tienen proyectos en Irak. Estos correrían riesgo si Washington impusiera sanciones a Irak, cosa que podría ser si su gobierno expulsa a las fuerzas militares estadounidenses como consecuencia del asesinato del general Suleimani. Muchas compañías están evacuando personal, temiendo represalias anti-estadounidenses.

Unas cuantas firmas fuera del sector energético también estarán mirando el conflicto con preocupación. La empresa franco-suiza LafargeHolcim, que es el mayor productor de cemento del mundo, tiene 44 plantas en la región, que generaron 11% de sus ingresos en 2018.

Heidelberg Cement, una rival alemana que también aprovechó el auge de la construcción en la región, deriva 19% de sus ventas del Medio Oriente y el norte de África. GE vende maquinaria por valor de US$16.000 millones en el Medio Oriente y sus alrededores, 13% de las ventas totales del grupo.

Boeing y Airbus, también, se ven vulnerables. Alrededor del 5% de la flota aérea global es operada por carriers del Golfo. La expansión continua de las aerolíneas Emirates, Etihad y Qatar las ha vuelto importantes compradoras de jets de pasajeros en los últimos años. Airbus calcula que la región recibirá el 8% de todas las aeronaves nuevas en los próximos 20 años, alrededor de 3200 jets.

Emirates es un cliente de lanzamiento del nuevo 777x de Boeing, que se prevé entrará en servicio este año, con pedidos de alrededor de 125 unidades, más de un tercio del total actual. También ha pedido 30 aviones 787 y a Airbus otros 70.

Los ganadores

Hay una industria más que disfruta de una gran presencia extranjera en la región. Las guerras sin fin y la riqueza generada por el petróleo conspiran para hacer del Medio Oriente el segundo mayor mercado del mundo para los fabricantes de armas, después de la región del Asia-Pacífico.

Mientras las ventas de armas caían en todas las demás regiones en la última década, aumentaron a casi el doble en Medio Oriente, de acuerdo a un informe del centro de estudios Sipri.

Arabia Saudita por sí sola gastó US$68.000 millones en armas en 2018. Bahrein, Kuwait, Omán, Qatar y los EAU también son compradores entusiastas. La región recibió la mitad de las exportaciones estadounidenses en 2014-18 y es un gran mercado para firmas de defensa británicas, francesas y alemanas, también. El precio de las acciones de Raytheon y Lockheed Martin de EE.UU., la BAE británica y la Dassault francesa, subieron al crecer la tensión. Si su negocio es la guerra, la guerra es buena para sus negocios.

Traducción Gabriel Zadunaisky