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Estoy a diez minutos de convertirme en ciudadana estadounidense

SIN EMBARGO, EL USCIS TIENE CADA VEZ MÁS SOLICITUDES PENDIENTES DE ASPIRANTES A LA CIUDADANÍA COMO YO.

Diez minutos y un juramento. Es lo único que me separa de la ciudadanía estadounidense. Después de llenar una solicitud de 20 páginas, pagar casi 1000 dólares, organizar montones de documentos de acreditamiento, planear mi vida en torno a cinco años de requisitos de residencia y esperar otros dos —así como que el FBI revisara mis antecedentes, ir a citas de InfoPass y realizar una prueba de civismo—, lo único que necesito son diez minutos y recitar 140 palabras.

Sin embargo, no tengo ni idea de cuándo sucederá. Después de que en marzo fui aprobada para la ciudadanía, esperaba tener mi ceremonia en mayo. No obstante, sigo esperando el aviso del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por su sigla en inglés), la agencia federal que se encarga de procesar las solicitudes de inmigración. Además, debido a que la agencia solo está celebrando ceremonias de juramento en pequeños grupos con distanciamiento social o ceremonias en auto —y se rehúsa a considerar las ceremonias remotas para ayudar a terminar con todas las solicitudes pendientes— y enfrenta una crisis presupuestaria que podría obligarla a suspender sin goce de sueldo al 70 por ciento de su personal en agosto, estoy atrapada en un limbo indefinido.

Diez minutos y un juramento es lo único que me separa del derecho a votar en una elección crucial. Por fin podría viajar libremente, reunirme con mi familia y postularme a trabajos federales y oportunidades exclusivas para los ciudadanos como el Programa Fulbright para Estudiantes de Estados Unidos. Para un estimado de 126.000 aspirantes a la ciudadanía que están a la espera como yo, también es un asunto de sustento en estos tiempos urgentes: la Seguridad de Ingreso Suplementario tan solo dura siete años para quienes no son ciudadanos, y mucha gente solicita la ciudadanía con el fin de seguir siendo elegible para los beneficios. Hay ayuda financiera y algunas becas de investigación a nivel federal que solo son para ciudadanos. Y muchas personas deciden naturalizarse porque sus green cards están a punto de expirar y, una vez que eso sucede, no pueden solicitar beneficios por desempleo o tomar un nuevo trabajo sin un cambio de estatus.

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Según el Centro de Recursos Legales para Inmigrantes es posible que, con las condiciones actuales, varios miles de personas no se naturalicen antes de las elecciones. Normalmente, cada mes, un promedio de 63.000 solicitantes realizan el juramento de lealtad. En Los Ángeles, tan solo un centro de convenciones podría realizar ceremonias de naturalización para 10.000 personas en un solo día. Ahora, con los lineamientos de distanciamiento social, esa cifra se redujo a unos cientos, incluso con ceremonias celebradas desde los autos. En Phoenix, el USCIS comenzó a naturalizar 30 personas al día en su estacionamiento y, el mes pasado, las oficinas de la agencia en Boston reanudaron las ceremonias para grupos de ocho personas. Antes, estas oficinas podían tener ceremonias para grupos de 200 personas, en lugares como bibliotecas y universidades.

Dejemos algo claro, me da gusto que el USCIS esté tomando en serio el distanciamiento social. Aunque estaba ansiosa de ondear mi banderita de Estados Unidos junto con nuevos ciudadanos de todo el mundo, las ceremonias tradicionales del juramento ahora son un riesgo para la salud que no vale la pompa. Sin embargo, es importante que el USCIS idee un plan para realizar entrevistas a distancia. No basta con hacer más breve la ceremonia cuando solo se está naturalizando a un puñado de personas a la vez. Cuando el USCIS estuvo cerrado durante tres meses, el retraso en las ceremonias de juramento creció a un estimado de 2100 personas al día. El año pasado, más o menos en esta misma época, del 1.° de abril al 30 de junio, 200.000 solicitantes fueron aprobados para naturalización y quedaron en espera de su ceremonia de juramento.

Hartos del retraso, dos inmigrantes de Pensilvania demandaron al USCIS para garantizar su naturalización antes del 19 de octubre, la fecha límite para el registro de votantes en el estado. A fines de marzo, la Oficina de Administración y Presupuesto, la cual supervisa a todas las agencias federales, envió un memorando a las agencias directivas para “usar el abanico de capacidades tecnológicas disponibles a fin de satisfacer las brechas en el servicio”.

En mayo, los legisladores de ambos partidos también enviaron cartas al director del USCIS, en las que instaron a la agencia a “tomar todas las medidas necesarias” e implementar procesos remotos de juramento, o incluso prescindir del requisito por completo. Una carta de catorce miembros del Congreso cita una ley federal que otorga juramentos individuales expeditos en vez de las ceremonias usuales, cuando esto suceda por “circunstancias especiales”. No cabe la menor duda de que la pandemia cuenta como una.

Sin embargo, en respuesta, funcionarios del USCIS descartaron los juramentos remotos, bajo el argumento de que planteaban problemas de seguridad y desafíos logísticos. Esta no es la típica respuesta de un país que suele valorar la innovación y la creatividad. Su razonamiento tampoco es sincero. Los problemas de seguridad y logística no han evitado que el ICE realice audiencias de deportaciones en video.

Otros países también han encontrado la manera de resolver estos problemas. En una semana de junio, Canadá realizó 300 ceremonias de ciudadanía en línea e incluso aprovechó la tecnología para llevar a cabo una ceremonia grupal a manera de celebración nacional por el Día de Canadá. Y en abril, Australia, con su propio retraso en las solicitudes, comenzó a hacer ceremonias individuales en video. Se ven absolutamente encantadoras.

En el USCIS, no podía quedar más claro que se ejerce la burocracia para generar ganancias políticas. El gobierno de Trump ha presentado reglas y políticas para que sea más difícil obtener la ciudadanía, y buscar cualquier tipo de estatus migratorio legal. Endureció el escrutinio para los solicitantes, por el que supuestamente hay rechazos por nimiedades como escribir “NA” en vez de “N/A”; les dificultó la permanencia a los inmigrantes de bajos recursos si dependían de cupones de comida u otro tipo de ayuda; y solicitó muchos más documentos adicionales, las temidas “solicitudes de evidencia” que crean un mayor retraso antes de una decisión final. Obstaculizó los tiempos de procesamiento transfiriendo parte del personal al ICE y, como si sus objetivos no quedaran claros: creó una unidad especial de desnaturalización.

Incluso antes de la pandemia, la tasa de procesamiento para las solicitudes de ciudadanía fue la más baja en una década. En 2019, se duplicaron los tiempos de espera para los solicitantes, en comparación con los dos años previos. Por lo tanto, mientras los inmigrantes como yo esperábamos innecesariamente, las cuotas cada vez más altas que pagamos se usaban para desnaturalizar a algunas personas y dificultarle el proceso al resto. En la actualidad, un solicitante de Nueva York puede esperar hasta 36 meses para ser naturalizado, de acuerdo con las propias estimaciones del USCIS.

Diez minutos y un juramento. Para mí y miles de otros inmigrantes que hemos superado de buena gana todos los obstáculos que nos han pedido, es lo único que nos separa de la ciudadanía. De una agencia que presume justicia y eficacia como parte de su misión, merecemos este mínimo esfuerzo para librarnos de una espera interminable e innecesaria.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company