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La diversidad en el laboratorio de la nobel Bertozzi contribuye a su éxito

Estocolmo, 8 dic (EFE).- El laboratorio de Carolyn Bertozzi, la octava mujer en ganar un Nobel de Química, está desde siempre abierto a todas las razas, etnias, orientaciones sexuales y ámbitos de la ciencia, una diversidad a la que la inventora de la química bioortogonal atribuye su éxito.

Bertozzi recibirá este sábado el Nobel de Química junto al también estadounidense Barry Sharpless, que es la segunda vez que lo gana (la primera fue en 2001), y al danés Mortel Mendal.

Ellos inventaron la llamada química del click. Una forma más fácil y respetuosa con el medioambiente de lograr reacciones químicas; ella llevo esa técnica un paso más allá al aplicarla en organismos vivos sin alterar el entorno de la célula: había nacido la química bioortogonal.

La profesora de la Universidad de Standford (EE.UU) explica a Efe que ahora se está probando dentro del cuerpo para atacar a un tipo de cáncer con un fármaco quimioterapéutico y, puesto que está diseñada para trabajar en animales y personas vivas, cree que sus mayores aplicaciones serán en biomedicina e investigación básica.

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Nacida en 1966, es la octava mujer en lograr el Nobel en su disciplina, es lesbiana -está casada y tiene tres hijos– y conoce muy bien el valor y el poder de la diversidad.

En la web de su laboratorio se lee que incluye a investigadores de todas las razas, etnias, orientaciones sexuales, identidades de género y capacidades, fomentando un espacio abierto en el que puedan aprender unos de otros y “actuar para combatir las desigualdades del sistema en la ciencia”.

Este enfoque de diversidad hace que el resultado del trabajo sea "mejor", dice Bertozzi y recuerda que, cuando empezó con su propio laboratorio, en 1996, el primer grupo de estudiantes graduados era todo de mujeres.

En aquella época, cuando ellas solían representar solo un diez por ciento “era algo imposible”. Con los años ha logrado un “muy buen equilibro entre géneros, casi siempre 50/50”, además de gente de los ámbitos científicos más variados.

Cuando comenzó a pensar en la química bioortogonal, el laboratorio ya era “muy diverso en términos de disciplinas científicas, diversidad de género y racial”.

Así, “empiezas a sentir que no tienes que seguir las mismas reglas que el resto”. Mientras otros laboratorios pensaban que era una “locura” hacer química en animales vivos, su grupo dijo: “Somos diferentes, hagamos algo diferente. Creo que (la diversidad) nos dio libertad”.

De hecho, atribuye su éxito en la ciencia a esa diversidad. “No sé si de otra forma estaría aquí sentada (en una sala de la Academia Sueca de Ciencias)” y considera que tuvo mucha suerte por tener un grupo “tan loco de personas que quería probar algo nuevo” y trabajar para una mujer joven a mediados de los noventa.

En un mundo perfecto a nadie le importaría que Bertozzi sea gay, pero el mundo no es perfecto -recuerda la nobel- y las personas “pueden ser discriminadas por razones culturales o históricas que no tiene nada que ver con tu vida como ser humano”.

Ella se dice afortunada porque vive en Bay Area en San Francisco, “que es una zona muy liberal”, pero si hubiera nacido en otros lugares del mundo, todo habría sido diferente, porque hay sitios donde ella, solo por ser gay, no está “segura como simple ser humano”.

“En la medida en que las personas que viven en lugares donde son perseguidas y buscan una razón para tener esperanza en su futuro, si yo puedo ser alguien que les dé esperanza, me sentiría muy feliz”, asegura.

En su juventud hubo momentos en los que también necesitó de modelos y esperanza. Corrían los ochenta y si eras una persona gay que salía el armario y tenías una relación “no estaba claro que pudieras tener un futuro o una carrera” porque podías ser despedida, “ni siquiera podías soñar con tener una familia”.

La química bioortogonal, el gran invento de Bertozzi, está diseñada para funcionar en los seres humanos sin efectos secundarios tóxicos y eso la hace, “por defecto”, respetuosa con el medioambiente, aunque la premio nobel sabe que, a pesar de su importancia, la química, en general, suele tener mala prensa.

“Sería genial si tuviera un buen relaciones públicas”, como ocurre en física, astrofísica o biología. Sin embargo, se ríe al recordar que, cuando finalmente apareció esa especie de portavoz, fue la serie “Breaking Bad”, en la que el químico fabricaba drogas. En cualquier caso, era una de sus “series favoritas”.

Carmen Rodríguez

(c) Agencia EFE