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El gran fraude de un empresario que puso en entredicho a la comida orgánica (y su trágico final)

Examining Fresh Growing Organic Fruit Using Magnifying Glass
El caso de Randy Constant puso al descubierto la vulnerabilidad del sistema de certificación de productos orgánicos. (Getty Images) (AndreyPopov via Getty Images)

Todos queremos creer que cuando compramos una fruta orgánica comeremos ese alimento impoluto que no nos causará ningún daño, tal y como lo hicieron nuestros antepasados durante millones de años.

Pero un escandaloso fraude que declaró culpable a uno de los líderes de la industria orgánica por engañar a sus clientes y hacer pasar 142 millones de dólares de granos cultivados convencionalmente como cosechas orgánicas nos ha hecho reevaluar hasta qué punto podemos confiar en las etiquetas que nos certifican que lo que nos metemos a la boca no tiene ningún tipo de sustancias químicas y ha respetado las normas del cultivo sustentable.

Es una historia triste que no tiene un final feliz. El juicio que condenó a Randy Constant a 10 años de prisión concluyó en agosto de 2019. Un año más tarde, el que un día fuera un exitoso hombre de negocios, se suicidó por envenenamiento por monóxido de carbono.

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Pero el dolor y las repercusiones que dejó el caso no cesan. En noviembre de 2021, The New Yorker reveló nuevos detalles de la intrincada estafa y mostró las vulnerabilidades del precario sistema de certificación de los productos orgánicos.

La realidad es que desde que las granjas orgánicas fueron integradas al sistema de producción agrícola de Estados Unidos en 1990 habían quedado expuestas a todo tipo de estafadores. Pero la historia de Randy Constant es el ejemplo más extremo de cómo echar por tierra los esfuerzos de los productores y consumidores que desean cultivos más sostenibles y saludables

El mercado de la comida orgánica vende unos 60.000 millones de dólares anuales y sigue creciendo en la medida en que la población mundial tiene mas consciencia de la necesidad de exigir mayores estándares ambientales a la industria del alimento. Aunque hay investigaciones que sugieren que la comida orgánica no es necesariamente más sana que los alimentos convencionales.

El rey del ‘salting’

Constant, quien fue nombrado hijo ilustre de Chillicothe, su pueblo natal ubicado en el estado de Missouri, se valió de auditorías irregulares e incompletas de los inspectores para cometer sus fechorías.

Y como todo buen embaucador, Constant era un tipo encantador. Nadie se hubiera imaginado que el padre ejemplar con tres hijos y cinco nietos era un mujeriego mentiroso que fraguó el mayor fraude de la historia de la agricultura estadounidense.

(VIDEO) Esto es lo que deberías saber si quieres comprar productos orgánicos

Algunos de sus amigos lo recuerdan como una persona “maravillosa” que también tenía un terrible lado oscuro. Otros no salen de su estupor. “Lo que hizo me sacudió hasta los huesos”, dijo el productor agropecuario John Heinecke, que trabajó con Constant durante años.

Era un hombre que asistía a la iglesia con su familia los domingos y era el presidente de la junta escolar. Y también un tramposo que usó una técnica llamada ‘salting’ (salazón), en la que organizaba todo para que los inspectores aprobaran las medidas ecológicas de producción de una pequeña finca orgánica pero, a la hora de vender, mezclaba la cosecha certificada con alimentos convencionales.

Así hizo millones con la compra y venta de granos orgánicos, y la cría y distribución de tilapia a nivel nacional.

Lo que pocos sabían era que Constant era vigilado hasta que un día un equipo del Inspector General del Departamento de Agricultura se presentaron en la casa que Randy compartía con su esposa Pam.

En la lupa del FBI

A las autoridades les llamó la atención que de la noche a la mañana Constant se hubiera convertido en uno de los mayores vendedores de granos “orgánicos certificados” de todo el país. En 2016, vendió el 7 por ciento de todo el maíz y el 8 por ciento de toda la soja clasificada como orgánica por unos 19 millones de dólares.

Los investigadores se dieron cuenta de que era imposible que Constant alcanzara esos volúmenes de negocio de manera legítima porque no tenía acceso a suficientes hectáreas de cosechas orgánicas.

“Alguien que competía con él en el mercado orgánico se dio cuenta que estaba inundando el mercado con una gran cantidad de granos a precios demasiados bajos para el grano orgánico” dijo el fiscal Anthony Morfitt a un diario local.

Fue el pitazo de un competidor insatisfecho lo que alertó a las autoridades y no el programa de control gubernamental, que fue burlado por completo por Constant.

Las tentaciones para hacer trampa se encontraban por doquier. Los granos orgánicos son más costosos de producir y por lo tanto se cotizan a un mayor precio. Luego de procesados, es el alimento de ganado y aves de corral, que a su vez se venden en supermercados y restaurantes exclusivos porque hay consumidores de alto poder adquisitivo deseosos de pagar más por un animal criado con una dieta orgánica.

Para obtener el sello orgánico, las plantas que producen los granos no pueden haber sido genéticamente modificadas. Tienen que haber crecido sanas sin pesticidas ni fertilizantes químicos. Pero para comprobarlo, las autoridades dependían básicamente de la buena fe de los productores y tomaban su palabra como cierta, aunque el sello está protegido por las leyes federales. Los productores pueden recibir una multa de 17.956 dólares por cada violación que cometa.

La semilla de la duda

Con la ayuda de la FBI, la fiscalía pudo probó que, entre 2010 y 2017, Constant vendió más de 140 millones de dólares de granos orgánicos que no lo eran. Un informe de la Fiscalía para el Distrito Norte de Iowa señaló que el 90% de las ventas en ese período (unos 402,5 millones de litros de grano o 3.600 vagones de tren completos) era fraudulento.

Las autoridades también comprobaron que el empresario gastaba a manos llenas. Pero no sólo en su numerosa familia y en sus actividades comunitarias. Derrochaba en los casinos de Las Vegas, y mantenía económicamente a tres mujeres con las que mantenía relaciones

Uno de los cómplices de Constant alegó en su juicio que nadie salió lastimado por el fraude porque la comida no era distinta desde el punto de vista nutricional. Lo que ignoraba el hecho de que los que las prefieren lo hacen para colaborar con el bienestar de los suelos y apoyar la sostenibilidad ambiental.

El 20 de diciembre de 2018 un tribunal dictaminó que Constant era culpable de un delito de fraude y en agosto de 2019 se suicidó en el garaje de su casa.

Y a muchos nos sembró la duda sobre el autenticidad del sello de garantía cada vez que compramos un producto orgánico.

Fuentes: The New Yorker, The Kansas City Star, Modern Farmer

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