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El proyecto educativo de Facebook pierde la batalla contra la docencia clásica

Summit Learning pretende instaurar una educación más personalizada. (Getty Images)
Summit Learning pretende instaurar una educación más personalizada. (Getty Images)

Hoy en día abrazamos los cambios con entusiasmo y mesura ante el vertiginoso ritmo de crecimiento de las nuevas tecnologías. Nuestra vida se simplifica gracias a Siri, a Alexa, a los audio libros, a las aplicaciones y a iniciativas que a fin de cuentas están cambiando nuestro modelo de sociedad. Cada vez hay menos reparos en arrendar nuestro hogar cuando salimos de vacaciones, incluso compartimos nuestros coches y desafiamos a las estructuras hasta ahora convencionales con nuevos hábitos que noquean el orden anterior. O ciertos negocios se adaptan al cambio, o quedan tan oxidados que pasan al ostracismo.

Los líderes de la revolución están, en su mayoría, en un enclave ubicado en el norte de California: Palo Alto, parte de la archiconocida Silicon Valley. Es ahí, en el área de San Francisco, donde se cuecen las nuevas tendencias de nuestro tiempo. Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Ellon Musk, Sundar Pichai, Jack Dorsey y una lista de personalidades cuyos nombres nos sonarán más o menos, pero que indudablemente tienen más influencia que presidentes de gobiernos y primeros ministros. Tanta que esculpen el mundo en el que vivimos en muchos aspectos. También en la educación de nuestros hijos.

Mark Zuckerberg creó junto a su esposa Priscilla Chan una iniciativa educativa. (Getty Images).
Mark Zuckerberg creó junto a su esposa Priscilla Chan una iniciativa educativa. (Getty Images).

La pregunta que los padres están obligados a hacerse parece inevitable. ¿Estamos dispuestos a otorgar la enseñanza de nuestros pequeños a los magnates de las nuevas tecnologías? ¿Es suficiente la admiración que les profesamos para tenerles confianza ciega en la educación de nuestros críos?

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En Palo Alto se instauró una iniciativa llamada ‘Summit Learning’ que el sistema educativo estadounidense acogió con los brazos abierto y que se extendió por 380 colegios públicos. Alrededor de 74 mil alumnos vieron como el cara a cara convencional de profesor-alumno su sustituyó en gran medida por la relación computadora-estudiante. La iniciativa sedujo al mundo de la docencia porque de esta manera la enseñanza es menos generalizada y más personalizada. ¿Acaso no es este el caramelo de muchos padres que quieren lo mejor para sus hijos?

Según se puede leer en su página web, la teoría de Summit Learning es cautivadora.

“Con apoyo de un mentor, los estudiantes aprenden habilidades que se pueden aplicar en situaciones de la vida real. Se acostumbran a elegir su dirección propia para desarrollar su autoestima y confianza. Entienden sus propias fortalezas y debilidades y se preparan para la vida post-graduación”.

Estudiantes y padres estadounidenses se rebelaron contra el nuevo programa educativo. (Getty Images).
Estudiantes y padres estadounidenses se rebelaron contra el nuevo programa educativo. (Getty Images).

El sistema educativo, hambriento de nuevas maneras de aportar a la enseñanza, compró la idea salida de Facebook, concretamente de Zuckerberg y su esposa, Priscilla Chan, cuya profesión es pediatra. Buscaron la mejor manera de personalizar la educación con un programa que ofreciera a cada alumno la posibilidad de ir a su ritmo, de que el sistema se adaptara a su nivel, a su tempo, a sus intereses.

Los problemas de este método no tardaron en aparecer y poco después de su instauración se comenzó a gestar una rebelión en las aulas que parece imparable. Según publica The New York Times, la semilla del desafío a esta tecnología se plantó en Kansas, donde el descontento entre los estudiantes y los padres comenzó a germinar y provocó un plante sin precedentes. Los adolescentes no querían seguir formando parte de la iniciativa y lo dejaron bien claro cuando dejaron de acudir a clase apoyados por sus progenitores. “¿Quiénes son estos tipos de Silicon Valley para decirnos cómo educar a nuestros hijos?”, pensaron muchos padres indignados. La principal traba de este método es que los alumnos pasaban más tiempo delante de las computadoras que usando sus habilidades interpersonales. Tener los ojos pegados a la pantalla durante tantas horas al día les provocó ansiedad, dolores de cabeza, calambres e incluso se dio un caso de ataque epiléptico a un paciente que pensaban se había recuperado.

La educación clásica le está ganando la batalla a las nuevas tecnologías. (Getty Images)
La educación clásica le está ganando la batalla a las nuevas tecnologías. (Getty Images)

“Estamos permitiendo que los ordenadores enseñen a nuestros hijos y parecen zombies”, afirmó a la publicación estadounidense Tyson Koening poco antes de sacar a su crío de 10 años de edad. En un colegio público del distrito de McPherson, un 77 por ciento de los padres prefieren que sus hijos no estén en una clase en la que se use Summit, mientras que un 80 por ciento de los estudiantes coinciden en la preocupación de pasar sus días aprendiendo online.

Algunos directores de centros educativos defienden que la mayoría de los padres están contentos con el programa. Sin embargo, los hechos están siendo más efectivos que las palabras y el desplante en Kansas se extendió a lo largo de EEUU. En Pensilvania, el 70 por ciento de los estudiantes consultados para una encuesta de la Universidad de Indiana afirmaron que preferían que Summit fuera opcional en lugar de obligatorio. En Cheshire, Connecticut, se votó la eliminación del mismo.

Según la experiencia de los primeros compases de este experimento educativo, los métodos tradicionales de enseñanza basado en un profesorado clásico le están ganando la batalla al nuevo concepto de la tecnología. Un método que ha irrumpido con fuerza pero que aún tiene mucho que mejorar para batir a la docencia de toda la vida.