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La terrible revelación de Nestlé sobre su negocio en Tailandia

¿Te has preguntado alguna vez si esa camiseta que tanto te gusta fue producida en una fábrica sucia y hedionda de Asia, por personas que trabajan más de 12 horas y ganan apenas unos centavos al día?

Por muy escandaloso que parezca, el uso de la mano de obra esclava está extremadamente extendido en las cadenas de suministro de muchas de las compañías más poderosas del mundo.

Nestlé es una de ellas. El gigante suizo de alimentos y bebidas admitió esta semana que su línea Fancy Feast de Purina, de comida para gatos, está marcada por la sangre y el sudor de obreros en Tailandia que viven en condiciones de esclavitud moderna.

Getty Images

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Lo peculiar del caso es que a diferencia de otras compañías que han sido descubiertas in fraganti, fue la propia Nestlé la que encargó la investigación a la compañía Verité (Verdad), especializada en la transparencia de las cadenas de suministro.

Y los hallazgos de Verité fueron preocupantes: muchos obreros usados en la pesca de camarones que terminan en las latas de comida para gatos eran menores de edad y otros inmigrantes, quienes trabajaban sin descanso por un mísero salario.

Algunos habían sido “vendidos” a capitanes de barcos, cuando estaban en tierra eran vigilados y cuando pescaban a menudo lo hacían bajo los efectos de drogas estimulantes que les permitían trabajar largas jornadas.

En el informe de 26 páginas que resume una investigación de tres meses, Verité reconoció también que las condiciones que halló son comunes a obreros en otras industrias de Tailandia y de varios países del resto de Asia.

“Como hemos dicho consistentemente, los abusos de trabajo forzado y de derechos humanos no tienen cabida en nuestra cadena de suministro”, dijo Magdi Batato, vicepresidente ejecutivo de Nestlé a cargo de las operaciones, en una declaración escrita. “Nestlé cree que trabajando con los proveedores podemos hacer una diferencia positiva en la búsqueda de ingredientes.”

Nick Grono, el director ejecutivo de la ONG Fondo Libertad, que ha invertido en iniciativas contra la trata en Tailandia, cree que la admisión de Nestlé de investigar si había abusos a la fuerza laboral tailandesa podría sentar un precedente.

“Hay que aplaudir la decisión de Nestlé de llevar a cabo esta investigación ”, opinó. “Si usted tiene una de las mayores marcas del mundo saliendo de forma proactiva y admitiendo que han encontrado esclavitud en las operaciones de su negocio, entonces es potencialmente un gran cambio en las reglas del juego y podría conducir a un cambio real y sostenido de cómo se administran las cadenas de suministro”.

El año pasado Verité estuvo involucrada en la investigación encargada por la firma Patagonia, que sospechaba que los obreros de sus fábricas en Taiwán eran abusados. La investigación lo confirmó.

Cada vez más compañías buscan agarrar el toro por los cuernos a fin de evitar escándalos y llamados a boicot cada vez que se descubre -o más bien, se demuestra- las pésimas condiciones laborales en sus fábricas de suministro en el Tercer Mundo.

Un detonante para este cambio de actitud pudo haber sido el colapso, en 2013, de Rana Plaza, un edificio en Bangladesh que albergaba la fábrica de confección de ropa para compañías como Benetton, Bonmarché, The Children’s Place, El Corte Inglés, Joe Fresh, Mango, Primark y Walmart, entre otras.

Más de 1,500 personas fallecieron en el derrumbe.

Aunque inmediatamente hubo llamados a no comprar ropa producida en Bangladesh, los expertos desaconsejan esa actitud, pues la industria textil ha sacado a millones de la pobreza en Asia.

Por el mismo motivo tampoco es recomendable boicotear otras industrias, y es preferible trabajar con las compañías matrices y las autoridades locales para mejorar las condiciones de vida de los obreros.

Nestlé, el mayor productor de alimentos de todo el mundo, todavía tiene mucho por delante para limpiar su imagen. Actualmente enfrenta una demanda en la Corte Suprema de Estados Unidos, junto con Cargill y Archer Daniels Midland, por trabajo infantil esclavo en plantaciones de cacao en Costa de Marfil.

La Organización Internacional del Trabajo del Naciones Unidas (OIT) estima que 21 millones de personas en el mundo están atrapadas en trabajos forzados, que generan 150,000 millones en ganancias ilegales en las industrias de la agricultura, pesca, minería, construcción y sexo.