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Empresario busca quien lo sustituya al frente de negocio de viejos juegos electrónicos

El peculiar oficio de Tim Arnold está en peligro de extinción.

(Foto: AP)

El hombre de 60 años es experto en reparar máquinas del juego conocido como pinball o flipper.

Es un juego que nació en Chicago en la década de 1930. Las máquinas se colocaban sobre las mesas, y en ellas un jugador inserta una moneda de un centavo que activa el mecanismo de lanzar una pelota. Esta rebota entre pasadores antes de caer en orificios para anotar puntos.

El juego pronto se hizo popular y como solía suceder en la época, fue usado por la mafia para las apuestas.

En la década de 1970, la ciudad natal de Arnold, Duluth, Minnesota, prohibió todas las formas de juego. Aun así, todas los pequeños mercados y pizzerías tenían máquinas. “El hecho de que uno podía ganar un juego gratuito se consideraba hacer apuestas en mi represiva ciudad natal calvinista”, contó al diario británico The Guardian. "Era el fruto prohibido, y eso me fascina”.

En 1972, Arnold compró su primer juego - una máquina Gottlieb Mayfair 1966 - y cobraba 10 centavos a cada uno de sus amigos para que jugaran en su garaje. Pronto adquirió otras máquinas y las puso en las lavanderías y mercados.

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Cuando estaba en la universidad se dio cuenta de que reparándolas haría más dinero que con un título universitario. Y a eso se ha dedicado toda su vida.

En 1976, Arnold y su hermano más joven se abrieron Pinball Pete’s, a las afueras de East Lansing, Michigan. Luego los hermanos abrieron siete áreas de juego en Michigan.

En 1990, Arnold vendió el negocio y se dirigió a Las Vegas.

Durante años ha dirigido allí la organización sin fines de lucro Pinball Hall of Fame, en un parque industrial de 9.000 pies cuadrados a unas pocas millas al este de Las Vegas Strip, el área de los grandes casinos.

El local, atendido por voluntarios, es el terreno ideal para los aficionados al pinball y sus hijos, quienes depositan hasta cuatro monedas de 25 centavos para jugar en las 200 máquinas que el propio Arnold ha restaurado. Las ganancias son donadas al Ejército de Salvación.

Ahora Arnold busca a una persona con las habilidades necesarias para hacerse cargo de su imperio de juegos electrónicos. La gran dificultad para reparar las añejas máquinas es que los circuitos electrónicos que integran la mayoría de las máquinas de las décadas de 1970 y 80 son muy difíciles de conseguir.

Las empresas dejaron de hacer los chips y circuitos integrados que necesitaba para reparar las máquinas rotas. Su solución fue acumular las piezas viejas, que guarda en una fila de armarios cerca de su mesa de trabajo.

“Estoy usando hoy piezas rechazadas hace cinco años”, dice con un suspiro. “Escoge un cajón. Ninguna de estas cosas se hace ya”.

Arnold busca una versión moderna de sí mismo: un joven que se enamoró de la máquina de pinball como símbolo de rebelión cultural.

Sin embargo, no está muy optimista.

“Los niños de hoy carecen de curiosidad. No desarman las cosas”, dice. “Si uno de sus dispositivos se rompe, lo tiran a la basura y se van a Walmart a comprar uno nuevo.”

Sin dudas, el reemplazo que busca Arnold ha de ser una persona muy especial.