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Envidia y una estafa millonaria: así fue el crimen del empresario español asesinado por su yerno en Buenos Aires

"Es un estúpido, no puede matar a nadie", decía Roberto Fernández Montes (67) cuando le pedían que se cuidara de su yerno, Santiago Corona (40). Dinero, celos y odio atravesaron un vínculo familiar que concluyó con una estafa. Lo que nadie se imaginó es que esa pelea terminaría en un crimen brutal: Corona mató al padre de su esposa y contrató a un carnicero para que lo ayudara a esconder el cuerpo.

Corona terminó condenado a perpetua y su cómplice, después de estar prófugo cinco años, fue extraditado desde Paraguay y espera el juicio en la cárcel. Para la familia del empresario español hubo más personas involucradas en el crimen.

El crimen y la búsqueda

El 21 de enero de 2017 Roberto Fernández Montes entró a su departamento de la calle Aranguren 36, en el barrio porteño de Caballito. Pasaron las horas y el hombre no respondía las llamadas ni los mensajes. La familia empezó a preocuparse y, por sus antecedentes, primero pensaron en un problema de salud. Lo buscaron en la calle y en los hospitales. Le preguntaron a los vecinos, también a los amigos. Fue por la tarde que -preocupados- hicieron la denuncia policial.

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Esa noche nadie durmió. La desesperación era total: Fernández Montes se había esfumado. La familia del español repasó una y otra vez cualquier idea o posibilidad. Nunca se imaginaron lo que pasaría después.

Corona formó parte de la búsqueda. Manejó siguiendo el recorrido que suegro hacía para ir a la oficina. Simuló, sin demostrar ninguna otra cosa, que lo buscaba descompuesto en algún lugar. Para ese entonces Natalia Fernández (45), la mayor de las hijas del empresario, había tenido dos hijos con Corona, en medio de un vínculo atravesado por la violencia.

El asesino había vivido dos años en el departamento de la calle Aranguren junto a su pareja, su cuñada y su suegro. Lo conocía bien. Sabía -o pensaba- que las cámaras de seguridad no funcionaban y que el encargado estaba de vacaciones. Lo que nunca sospechó es que justo esa semana el consorcio había reparado las filmadoras y que el portero había postergado su viaje y lo vio merodeando el edificio los días previos al ataque.

Corona mató al padre de Natalia, su esposa, y contrató a un carnicero para que lo ayudara a esconder el cuerpo

Comiendo con el asesino

El domingo 22 de enero el calor era intenso en la Ciudad de Buenos Aires. Después de mucho insistir, Giselle Fernández (38), la menor de las hijas del empresario, logró que el técnico de las cámaras de seguridad del edificio se acercara a visualizarlas.

Lo que vieron allí sería la clave de todo.

Natalia sintió un frío en el cuerpo. No alcanzó a ver todos los videos que regresó a su casa para cuidar a sus hijos. Presintió lo peor y necesitaba protegerlos. Corona había preparado la comida y en eso estaban cuando Giselle la llamó desesperada.

La mitad del crimen estaba filmada. Las imágenes eran claras. Corona quedó grabado saliendo del departamento, con ayuda de otra persona, cargando un "bulto" envuelto con frazadas. Las manchas de sangre se podían ver con una claridad que convertían la escena entre absurda y horrorosa.

Las cámaras tomaron al yerno de la víctima ingresando solo al edificio. Después, a Pedro Fernández Torres, un carnicero paraguayo que vivía en Lomas de Zamora. Juntos trasladaron el cuerpo por el ascensor. Lo escondieron en un cuarto de servicio cuando escucharon a los vecinos y después siguieron cargando el cuerpo. Sólo cubrieron sus rostros con una gorra con visera, el resto era evidente.  Todo estaba filmado.

Con dificultad lo metieron en el baúl de un auto que estaba estacionado en el garaje. Escaparon en el Suzuki Fun de Fernández Montes y creyeron que habían concretado el crimen perfecto.

Luego de pasar 5 años prófugo, el carnicero fue detenido en Paraguay

Nunca se supo qué pasó dentro del departamento, pero todo indicaría que Corona mató a Fernández Montes en el baño.

Asfixia mecánica y puñaladas, fueron algunos de los indicios que llegaron a mencionarse en el juicio que condenó a perpetua al asesino. Pero el cuerpo, que apareció días después carbonizado en Cañuelas, estaba tan deteriorado que los peritos del Cuerpo Médico Forense (CMF) no pudieron determinar la mecánica del crimen.

La detención

Natalia tuvo que simular más y mejor que nunca. Le pidió a su marido, con una entereza indescifrable, que la acompañara de nuevo a la comisaría junto a los hijos, que para ese entonces tenían apenas 1 y 2 años. Él esperó afuera mientras la Policía se preparaba para detenerlo.

No querían que escapara, por lo que necesitaban ocultar cualquier indicio que pudiera alertarlo de lo que estaba a punto de pasar. Mientras su entonces pareja buscaba excusas para alejarse con sus hijos, lo detuvieron.

Desde entonces pasa sus días en la cárcel. Para diciembre de ese año, los jueces Fátima Ruiz López, Adrián Pérez Lance y Rafael Oliden, del Tribunal Oral Criminal (TOC) porteño N° 5, lo condenaron a la pena máxima

Previo al crimen, una estafa millonaria

Fernández Montes era español. Vivía en Buenos Aires y había montado "Mini Vial", dedicada al alquiler de maquinarias para la construcción. Después de algunos problemas de salud, confió la administración de su empresa a su yerno, que aspiraba a sucederlo. Pero cuando regresó encontró su proyecto al borde de la quiebra.

En 2017, el año del crimen, Corona llevaba más de 13 años en pareja con Natalia Fernández

Todo salió a la luz cuando una de las máquinas se rompió. Como era habitual, el empresario llamó al seguro para pedir asistencia. "Hace meses que no pagan", le respondieron para rechazar el servicio. Las deudas ascendían a 700.000 pesos.

Ese fue uno de los desmanejos de Corona, que llevaba la contabilidad y trataba con los empleados. Su suegro le daba el dinero para los pagos y él no los realizaba. Lo mismo con aportes previsionales y gastos de la empresa.

Lo que vino después fue una auditoría que probaría la estafa: Fernández Montes lo echó y empezaron las peleas.

"Decile a tu viejo que me deje de ensuciar porque el que va a terminar preso es él", le escribió a Giselle, la hermana de Natalia, cuando empezaron a contar lo que había hecho en la empresa.

La nueva vida de Natalia

Corona no era nuevo en la familia. Para 2017 llevaba más de 13 años en pareja con Natalia Fernández. Empezó a trabajar en la empresa familiar luego del nacimiento de sus hijos. Fernández Montes le regalaba ropa y él la usaba hasta el hartazgo. Su suegro elegía una pizzería favorita y él comía allí sin parar. Empezó conduciendo un camión y después logró ganarse la confianza de todos y manejar las cuentas.

El vínculo con su esposa era cada vez más violento desde que se había peleado con su padre, al que no dejó asistir al primer cumpleaños de su nieto. Para que Natalia no fuera a visitarlo, Corona le robaba las llaves y le impedía salir sola del edificio.

Tras la detención de Corona, encontraron u$s20.000 que se habría robado de la casa de su suegro después del crimen

Ella lo intentó todo: quiso convencerlo de pedir perdón y devolver el dinero para arreglar las cosas. Pero -descubriría después- él tenía todo planeado. Meses antes de matar a su suegro, Corona sacó un seguro de vida y lo puso a nombre de su esposa. De la escena del crimen se llevó documentos y dinero en efectivo que usó para pagarle a un sicario y devolverle el dinero a su padre, que lo mantenía desde que Fernández Montes lo echó.

Luego de la detención, en el baúl de su auto, encontraron un sobre con u$s20.000 que se habría robado de la casa de su suegro después del crimen.

Ahora, según le confió Natalia, a iProfesional, "él no tiene más injerencia sobre sus hijos". "Si bien es su progenitor no tiene derechos sobre ellos. Perdió su responsabilidad parental", dijo.

Natalia Fernández rehízo su vida, estudió coaching ontológico y escribe un libro para explicar cómo una persona "puede ser captada por un psicópata". Allí -cuenta- buscará guiar a las "personas que han pasado por situaciones así, que tratan con psicópatas o personas narcisistas, que tratan de devaluar o de generar una dependencia tal hasta plasmar su objetivo".

Dice que "tiene que estar conforme con la justicia", aunque sospecha que hubo más implicados en el crimen: "Mucho más no se puede pedir, las dos personas que se vieron en las cámaras están detenidas. De alguna manera tengo que estar conforme con la Justicia, hay casos que no tienen esta suerte y de alguna manera nos tenemos que conformar con esto. Considero que hubo más gente que estuvo implicada pero que por falta de pruebas o por una buena coartada, quedaron afuera. Las dos personas que se vieron en el video, Corona como quien planificó el asesinato, más la persona que contrató, están detenidos", se consuela.

El carnicero, detenidos tras pasar cinco años prófugo

Santiago Corona fue condenado en diciembre de 2017 a la pena máxima. Su cómplice, Pedro Ramón Fernández Torres, era un carnicero de Lomas de Zamora. Según quedó constatado en el primer juicio, Corona llegó a él gracias a un mecánico, Ricardo Cesar Arce Lopez, al que conoció cuando trabajaba como camionero.

Las cámaras de seguridad del edificio registraron todos los movimientos después del crimen

Arce lo habría contactado con Fernández Torres, que era paraguayo y lo ayudó a deshacerse del auto, que apareció incendiado en un descampado de Almirante Brown. Y del cuerpo, al que prendió fuego y descartó en Cañuelas.

El carnicero, después del crimen, escapó a Paraguay. Tardaron cinco años en encontrarlo hasta que en febrero de este año Interpol dio con él en la ciudad de Concepción, a 200 kilómetros de Asunción.

Recién en abril lograron extraditarlo y está preso en Argentina. La causa en su contra está elevada a juicio y se espera que para principios de 2023 se concrete. Desde la cárcel pidió volver a su país, para cumplir la condena cerca de su familia. El pedido le fue denegado: se enfrenta -también- a una posible pena de prisión perpetua.

Tras la detención, las hijas del empresario dijeron a los canales de televisión: "Ahora podemos cerrar el círculo y que nuestro padre descanse en paz".