Esnifar porcelana: así se monta una ‘fake news’ masiva en TikTok
Echar en una pechuga de pollo jarabe para la tos y comérselo, saltar a una piscina mientras se baila, contener la respiración hasta el desmayo… Los desafíos en TikTok son un brindis a lo absurdo y peligroso, y se han cobrado ya no pocas vidas entre el público más joven.
¿Hasta dónde llega la estupidez humana? Esta es una legítima reflexión que se hizo a sí mismo el tiktoker Sebastian Durfee y que fue más allá proponiendo un experimento social: iba a plantear un desafío absurdo e intentar que se hiciera viral.
No nos referimos a un salto peligroso o mueca irrisoria, sino a una prueba que, objetivamente, se sabe que es absurda. El reto no era fácil, pero a nuestro protagonista no le costó dar con una idea ridícula: pulverizar la porcelana de casa y esnifarla como si se tratara de cocaína. Había nacido el “desafío porcelana”.
Sin mucha esperanza, pero con gran curiosidad, Durfee grabó un vídeo inicial en el que se le veía destrozar la vajilla de sus padres y tras convertirla a polvo, proceder según el guión. El siguiente paso consistía en prender la mecha: había que difundir el mensaje.
Generación Z, en encefalograma plano
Esta persona quería conocer los entresijos de las fake news y procedió a replicar su difusión: de un pequeño círculo de contactos a una masa millonaria de usuarios. Para ello, contactó con un grupo reducido de amigos a los que explicó que se trataba de una broma, pero quería que lo replicaran como real.
Bajo el hashtag “porcelain Challenge”, sus contactos comenzaron a grabar vídeos en los que ellos mismos destrozaban a martillazos la vajilla de casa y la aspiraban por sus senos nasales. No había ninguna motivación extra ni ningún resultado esperado: simplemente lo hacían, y es que es así como nacen los vídeos virales en esta red social.
Con la mecha ya prendida, Durfee jugó con fuego elevando la apuesta y falsificando presuntas portadas de sitios de noticias en los que se hacían eco del éxito del desafío. Todo falso, claro, y orientado a acelerar más si cabe la difusión de esta prueba.
La bola de nieve no tardó en hacerse enorme y en poco tiempo eran millones los seguidores y espectadores de este reto, en su mayoría, componentes de la llamada ‘generación Z’, el público objetivo al que se dirigía Durfee.
Se trataba, en realidad, de una denuncia encubierta: esta generación, instalada por completo en la popular red social china como principal fuente de información, era capaz de creérselo todo. Absolutamente, todo, hasta lo más absurdo.
TikTok no puede estar encima de todos los vídeos, pero sus algoritmos enseguida detectan aquellos que generan audiencia y controversia y no tardó en marcar como potencialmente peligrosa la etiqueta creada por Durfee. Era, en realidad, el primer paso de una medida posterior que acabaría de una vez por todas con este desafío.
La red social expulsó de forma definitiva a Durfee dejando ‘huérfanos’ a sus más de 150.000 seguidores, justificando su decisión al vulnerar nuestro protagonista el reglamento de la red social, que prohíbe explícitamente las pruebas peligrosas para la salud.
El experimento social fue, tristemente, un éxito: un alarmante número de usuarios de TikTok no solo se creyó el desafío (se han reportado casos en la red social de ingresos hospitalarios), sino que la posterior falsificación de las portadas de ciertos medios sirvió como prueba adicional de cargo en una generación anestesiada: casi nadie comprueba las fuentes.
El ‘desafío porcelana’ es una prueba fehaciente de una realidad social en la que vale más el seguidismo que el criterio propio y se da por real todo lo que aparece en TikTok, aunque sea de corta y pega.
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