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Esta máquina vende camisetas a 2 euros, pero casi nadie quiere comprarlas

Esta máquina vende camisetas a 2 euros, pero casi nadie quiere comprarlas

Si en la calle preguntásemos a cualquiera qué es en lo primero que se fija al comprar una prenda, casi seguro que la respuesta mayoritaria sería el dinero. A los españoles, como al resto de europeos, nos gusta lo bueno, bonito y barato, y si vemos dos prendas iguales, siempre nos decantaremos por aquella que nos exija menos esfuerzo económico.

Pero, ¿qué hace que una prenda sea más barata que otra? ¿Cómo puede una camiseta costar apenas dos euros? Muchos saben la respuesta, pero prefieren no pensar en ella cuando van de tiendas. Porque es dolorosa, injusta y nos convierte en cómplices de algo horrendo: la explotación de los trabajadores textiles de países de en vías de desarrollo.

Acciones como la llevada a cabo el pasado 24 de abril en la céntrica Alexanderplatz de Berlín son una forma de transmitir a los compradores la historia que esconde la ropa que compran en las grandes cadenas.



Con motivo del Fashion Revolution Day, un día de dedicado a la concienciación del problema de la neoesclavitud laboral, un grupo de activistas colocó una máquina en la que se vendían camisetas blancas de tan solo dos euros. Antes de recibir el producto, quien introducía el dinero en ella, veía el siguiente mensaje:

"Conoce a Manisha, una de las millones de personas que hacen nuestra ropa barata por menos de 13 centavos a la hora, durante 16 horas al día. ¿Todavía quieres comprarte esta camiseta por 2 euros?".

Después de esta información, los compradores podían elegir si comprar la camiseta o donar el dinero, sin presión de ninguna persona. ¿El resultado? 8 de cada 10 decidieron donar el dinero a la organización que lucha por los derechos laborales de los trabajadores de las factorías de países en vías de desarrollo. Una estupenda forma de mandar un mensaje con profundo calado social.

El vídeo, producido por una agencia de publicidad alemana por encargo de la Fashion Revolution, fue grabado el mismo día en el que se cumplían dos años del incendio del Rana Plaza de Bangladeh, el complejo en el que se fabricaban prendas de tiendas como Zara, C&A o Topshop y en el que murieron 1.100 personas.

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