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El factor Andrew Wiggins para el camino hacia una nueva final de la NBA para Golden State Warriors

Andrew Wiggins pasó por encima de Luka Doncic
Andrew Wiggins pasó por encima de Luka Doncic

Armada completa. Golden State Warriors tiene a sus hombres de siempre, a su Big Three conformado por Draymond Green, Stephen Curry y Klay Thompson, pero en esta final de la Conferencia Oeste apareció otra pieza más para la colección: Andrew Wiggins. El canadiense, que desembarcó en San Francisco con la misión de sumarse a la dinastía y potenciar el dominio de la franquicia que va camino a un nuevo anillo, demostró que la apuesta que hizo Steve Kerr por él no fue en vano. En el tercer juego ante Dallas Mavericks dejó en claro por qué algunos, cuando llegó a la competencia con tan solo 18 años, lo señalaron como el nuevo LeBron James.

La victoria de los Warriors por 100-109 sobre los Mavericks, para poner el 3-0 la final del Oeste, representa una marca en la que la vida en la serie de la franquicia de Texas parece sentenciada, ya que las estadísticas dicen que de 146 veces que ha habido un 3-0 en una eliminatoria de playoffs, 146 veces prevaleció el equipo que contaba con dicha ventaja. Nadie, jamás, pudo dar la vuelta una eliminatoria de semejantes dimensiones en la historia de la NBA. Y para que eso suceda, Wiggins fue un factor determinante, en especial en este último juego en Dallas.

No es novedad que Curry es el dueño absoluto de los Warriors, que su aporte resulta siempre un punto de inflexión en cada juego, por eso los 30 puntos que marcó (por 47 vez en su carrera en playoffs logró una marca similar o superior) no llamaron la atención. Sin embargo, la producción de Wiggins, la autoridad que tuvo en el encuentro, permitió comprender qué clase de deportista está apoyando al Big Three de los Warriors. El canadiense anotó 27 puntos y se quedó con todos los flashes al enterrarle la pelota en la cara nada más y nada menos que a Luka Doncic. Una explosión absoluta, un grito desde el alma para encaminar una serie que continuará en Dallas el martes próximo.

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El impacto Wiggins no es un detalle menor, porque desde hace varios años su figura está dentro de la constelación de estrellas que compone la NBA, pero siempre le faltó un paso importante para confirmarlo. Aterrizó en la NBA en 2014 bajo el sonido de una fanfarria que anunciaba el advenimiento de un nuevo Mesías. Un cartel que le pesó y que no le permitió cumplir con las expectativas generadas.

Wiggins fue seleccionado por Minnesota Timberwolves, que en 2014 se quedó con un jugador de 18 años, de 2.03 metros de altura y 2.15 de envergadura. Su llegada a la NBA, procedente de la Universidad de Kansas, de donde salió Wilt Chamberlain, fue tan estruendosa como el arribo de LeBron James, aunque claro, los aleros tuvieron un recorrido diferente. Muy diferente.

Wiggins no había disputado ni un partido en la NCAA y ya circulaban versiones de que Adidas le había ofrecido, cuando llegue a la NBA, un contrato por 10 temporadas a cambio de 140 millones de dólares. El alero, que tiene como norte a Kevin Durant, comenzó sus estudios en el Vaughan Secondary School de Ontario. Pero su talento fue advertido rápidamente y se trasladó a los Estados Unidos.

Recaló en el Huntington Prep School de Virginia Occidental, allí tuvo numero impactantes para un chico de 15 años: promedió 23,4 puntos y 11,2 rebotes por encuentro. En los Estados Unidos aseguraban que la presencia de Wiggins en esta competencia era como la de hombre jugando entre niños. Lideró el ranking de jugadores escolares de la prestigiosa revista SLAM.

También recibió el premio Naismith al mejor jugador de instituto en 2012, el galardón Gatorade como mejor jugador escolar y el Mr. Basketball USA. En partidos de exhibición para jugadores de escuela logró números que permitían entender por qué tanto furor: 19 puntos en 24 minutos en el McDonald’s All American Game, otros 19 durante el Jordan Brand Classic y 17 en el Nike Hoops Summit.

El animal competitivo que se enciende en Wiggins tiene un origen familiar. De la misma manera que la exposición mediática y el universo de las presiones son controlados por un entorno que conoce de qué se trata esta historia. Su madre, Marita Payne-Wiggins, es una antigua vallista canadiense que participó en tres Juegos Olímpicos y ganó dos medallas de plata. Su padre, Mitchell Wiggins, jugó seis años en la NBA. Su carrera se vio interrumpida tras un positivo por cocaína. La Liga lo sancionó con dos temporadas y después su carrera continuó fuera de la NBA: Grecia, Francia y Filipinas.

El peso de semejante arranque en el básquetbol más la mirada de los suyos fue demasiado. Si bien sus padres siempre trataron de sacarlo del ruido, su papá cada tanto se vio atrapado por el talento de su hijo y llegó a decir cosas como: “Es como LeBron o Jordan. No se puede ubicarlo en una sola posición. Juega de base, escolta y alero, defiende a los tres exteriores, rebotea como un pivote y maneja el balón como un base. Tiene una gran lectura del juego y es un competidor”.

Todo ese potencial es el que empujó a Minnesota a desembolsar 148 millones por cinco temporadas tras su primer año como novato. Nunca pudo convertirse en el líder de la franquicia y después de cinco temporadas emigró a Toronto Raptors. Volvió a los Timberwolves y Golden State Warriors apostó por él en 2019 para tratar de sostener la dinastía, porque las lesiones de Curry y Thompson, más la salida de Durant, había dejado la tierra arrasada.

No pudo convertirse en el dueño del equipo, no logró conformar una pareja potente con Draymond Green, pero ahora que todo el peso no recae sobre él, su talento comienza a tomar vigor. Wiggins en línea es una amenaza para cualquier equipo y en el camino de los Warriors hacia el anillo está cumpliendo con aquellos designios que le auguraban ser dominante en la NBA.