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Gato por liebre: el suculento negocio del fraude alimentario en la UE

Ojos que no ven, corazón que no siente. Este viejo refrán español se basa en la premisa de que lo que ignoramos no nos puede hacer daño. En el sector alimentario, esto puede cobrar un sentido más siniestro. Pagamos por consumir un producto y confiamos en que no nos estén vendiendo o sirviendo otro. Para evitar este problema, confiamos en las regulaciones y controles que se imponen a los vendedores de alimentos. Pero desgraciadamente, estos pueden fallar.

En el 2013, IKEA sufrió un escándalo en Europa por vender albóndigas de caballo etiquetadas como carne vacuna. La multinacional sueca terminó retirando sus albóndigas de casi todas sus cafeterías en el continente tras el descubrimiento hecho por inspectores checos. No fue un tema menor, ya que los suecos consumen 150 millones de albóndigas al año, con los millones en pérdidas que supone retirar un volumen enorme de alimentos. Tampoco fue el único caso de fraude alimentario ese año: otra gran marca que se vio acusada de distribuir carne de equino fue Nestlé, a través de un suministrador español, Servocar.

[También de interés ‘Las tretas de algunas marcas para camuflar el ‘aceite maldito’ en sus productos]

Foto: Getty
Foto: Getty

Ante varios casos similares, la Comisión Europea se comprometió a autentificar la integridad de productos alimenticios, especialmente la carne procesada. El problema no era la falta de regulación, sino la falta de control. El plan ha recibido una nueva iniciativa el año pasado, con la creación de un centro de Conocimiento sobre el Fraude Alimentario y la Calidad de los Alimentos. Desgraciadamente, un informe del Parlamento Europeo revela una realidad decepcionante: a no ser que se observen consecuencias para la salud pública, no se suele detectar el fraude alimentario.

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Efectivamente, es difícil cuantificar cuántos casos pasan desapercibidos por la imposibilidad logística que controlar cada etapa en la producción de alimentos. En el 2017, se notificaron 597 casos, unos 510 más que en el año anterior. Algunos pueden ser relativamente inofensivos, como la dilución o sustitución de un ingrediente de calidad por uno de menor calidad. Pero otros pueden llegar a ser perjudiciales, como el insecticida fipronil ilegal detectado en huevos y carne de pollo, la pigmentación artificial potencialmente tóxica que se usa para darle una apariencia más fresca al atún, o la adulteración de la cera de abeja con parafina y estearina, la cual puede provocar la muerte de estos insectos tan fundamentales para el medio ambiente.

Los alimentos con más riesgo de fraude

Los diez productos con más riesgo de fraude alimentario son el aceite de oliva, pescado, alimentos ecológicos, leche, cereales, miel y jarabe de arce, café y té, especias, vino y ciertos zumos de frutas. Sustituir los ingredientes por otros más baratos, o diluir los ingredientes titulares con agua u otras sustancias, o simplemente afirmar que un producto procede de un determinado lugar o que se cultiva de manera ecológica cuando no es así, constituyen ejemplos de engaño al consumidor.

No hay que olvidar que es un fraude: vender algo que no es. Estamos en una era donde tratamos de ser más conscientes de lo que consumimos. Para proteger nuestra salud, para reducir nuestro impacto al medio ambiente, para apoyar nuestras industrias locales, para evitar la explotación de trabajadores en el exterior, etc. No podemos dejar que nuestros esfuerzos se vean frustrados por la avaricia corporativa.

Aunque la UE siga siendo uno de los lugares del mundo con las regulaciones más estrictas en la producción y etiquetado de alimentos, es evidente que vamos a necesitar una red más eficiente para detectar los casos de fraude alimentario. Por nuestra parte, los consumidores debemos mantenernos informados y ‘votar también con nuestras billeteras’, evitando marcas que nos han engañado, y eligiendo aquellas que tienen un control de calidad más estricto y garantizado. Podemos reducir incluso más el riesgo de comprar productos adulterados si priorizamos alimentos menos procesados y más naturales. Se deben seguir castigando a las empresas que no le prestan la atención debida a la calidad de sus productos. Y que aquellas que cometan fraude se les trate como tal y caiga todo el peso de la Ley sobre ellas.

Laotracaradelamoneda

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