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El Gobierno se recalibra pero faltan los dólares: ¿bastarán los cambios políticos para evitar una devaluación?

La designación de Sergio Massa al frente de un ministerio empoderado logró el primero de todos sus propósitos: mostrarle a la sociedad y a los mercados la decisión política dentro de los principales jugadores del Frente de Todos de recalibrar la gestión en un nuevo punto de equilibrio interno, más alejado del Presidente Alberto Fernández y más cercano a la vicepresidenta y al titular del Frente Renovador.

Gobernadores e intendentes acompañaron la movida. Y una fracción del círculo rojo local. Todo eso lo pudimos observar en el acto de jura del nuevo integrante del Gabinete. Más allá del tono y la polémica euforia de algunos de los asistentes, lo notable de esa jornada fue la demostración de un nuevo impulso en la administración.

La cotización de los dólares alternativos (CCL, bolsa, blue) acompañó favorablemente el cambio en el escenario del poder, pero manteniendo la brecha con el oficial por arriba del 100%. Y, precisamente, esta cuestión es la más política de las muchas urgencias que el flamante titular del Palacio de Hacienda tiene que enfrentar. Achicar de modo inmediato esa distancia que impide de modo creciente el funcionamiento de la economía y lo peor, aumenta peligrosamente las expectativas devaluatorias.

La vocación oficial: no devaluar

Sabemos los argentinos que todos los gobiernos, independientemente de su orientación ideológica, se resisten a lo que los economistas denominan "un salto discreto del tipo de cambio"; es decir, a una devaluación que de una jornada a otra modifique en un porcentaje considerable (digamos, como ejemplo, como mínimo 30%) la cotización del peso.

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Prefieren impulsar minidevaluaciones periódicas que acompañen o estén un poco por debajo a la inflación, para contener el ímpetu del índice de precios al consumidor y así también no alimentar el malhumor general. A veces, lo logran por un tiempo y "van zafando" gracias a buenos precios internacionales de nuestras exportaciones, préstamos internacionales o consumo de reservas. Y, en ocasiones, esas condiciones se modifican y comienzan a crecer las expectativas de la sociedad respecto a la insostenibilidad entre la relación entre el peso y el dólar en las magnitudes actuales. Sin dudas, estamos frente a este último caso.

La pregunta de los mercados es cuánto podrá resistir el Gobierno en su decisión explícita de no devaluar. Y, más precisamente, qué es lo que puede hacer para evitar esa medida tan temida por su impacto inicial negativo.

La escasez de reservas en el Banco Central alimenta los temores de una devaluación.
La escasez de reservas en el Banco Central alimenta los temores de una devaluación.

La escasez de reservas en el Banco Central alimenta los temores de una devaluación.

El plan Massa para calmar al dólar

En su mensaje inicial de gestión, Sergio Massa advirtió que no podía eludir la cuestión y mencionó acuerdos con exportadores para adelantar liquidación de exportaciones, compromisos de organismos internacionales de créditos para agilizar préstamos a nuestro país y algunas ofertas de fondos de inversiones extranjeros para darnos asistencia en operaciones asociados a garantías que podamos ofrecer con activos financieros. Todo destinado a engrosar –transitoriamente, ya que o son adelantos o es deuda- las decaídas reservas del Banco Central (BCRA).

Claro que, como afirma el dicho popular, "entre el dicho y el hecho hay mucho trecho". Y, justamente, en la última semana no se detuvo la sangría de la moneda norteamericana en poder de la autoridad monetaria. De allí, las dudas en ascenso. ¿Habrá tiempo para esperar los resultados de esas gestiones? Algunos hablan de pocas semanas y otros piensan en días.

¿Alcanza el ángulo del giro pragmático mostrado hasta aquí o se necesita de un gesto mayor para crear confianza y ganar oxígeno? En lo relativo a las cuestiones vinculadas a la energía (tarifas, subsidios, cambios de autoridades en el área) se observaron movimientos decididos que van incluso más lejos de lo esperado por muchos. De aplicarse lo anunciado, el ahorro del sector público casi triplicará el diseñado por Guzmán. Claro que los resultados comenzarán a constatarse recién en el último trimestre de 2022. De allí que sea válido preguntarse si no habría que aplicar idéntica audacia y profundidad en la propuesta a los propietarios de la principal "fábrica de dólares" de la Argentina, es decir al complejo agroalimentario.

La iniciativa de la anterior ministra de un "dólar soja" no movió el amperímetro. Pareciera necesitarse de herramientas más seductoras y contundentes para tentar a quienes creen que el tiempo juega a su favor. ¿Se podrá esperar en esta materia una sorpresa o estamos ante un límite conceptual para el Gobierno, más específicamente para el kirchnerismo? ¿Revisar directa o indirectamente la política de derechos de exportación es un límite infranqueable o una frontera que se podrá franquear en virtud de salvaguardar un bien mayor?

Las respuestas a esos interrogantes las tendremos a la brevedad. Ellas nos dirán mucho sobre la evolución del corto plazo en nuestro país y, también, del grado de plasticidad del Frente de Todos para superar lo que, hasta aquí, es su momento más difícil del mandato que comenzó con tantas esperanzas hace menos de tres años.