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Leópolis (Ucrania), 10 oct (EFE).- Varios grandes festivales de teatro, escultura y literatura en la ciudad oriental de Leópolis ayudan a los ucranianos a procesar su experiencia de la guerra a través del arte y a expresar su rebeldía ante los ataques rusos. "Duele. Esto significa que estoy viva" es la frase inicial de 'Cuando florece el ajenjo', una obra representada durante el festival anual León de Oro en el teatro Les Kurbas. La obra, basada en el baile y el canto, deja mucho que interpretar a los espectadores reunidos a unos dos kilómetros del lugar del ataque con misiles que mató a ocho personas hace apenas un mes. Sin embargo, el torbellino de movimiento, creado por diez actores en el pequeño escenario, capta el carrusel de emociones que sienten muchos ucranianos, divididos entre las amargas noticias diarias y el deseo de seguir adelante con sus vidas. En un momento dado, una actriz interrumpe su apasionado baile para explicar que lo está interpretando sobre las cenizas de su casa destruida. Dedica el baile a todos los que han muerto o han perdido sus extremidades, al tiempo que hace una demostración de rebeldía. "Baila con obstinación, sin dudas ni remordimientos. Porque ésta es la danza de la muerte del enemigo y la danza de tu vida", se dice a sí misma. Dos realidades Puede que a muchos en el extranjero les resulte difícil entender cómo se combinan las dos realidades en Ucrania, explica a EFE Natalia Terletska, actriz entre el público. Una es aquella en la que las ciudades son bombardeadas cada día y la gente muere en sus casas y en la línea del frente. En la otra, la vida parece casi normal, con la gente acudiendo a teatros y museos. Terletska observa cómo la celebración de la vida contrasta con la muerte traída por Rusia, mostrando que el país invadido se niega a dejar que el enemigo imponga su voluntad. Sin embargo, la fragilidad de la situación es evidente. "Solo gracias a nuestro ejército podemos estar aquí ahora", subraya Andrí Vodichev, otro actor, después de la obra, pidiendo donativos para ayudar a equipar a la unidad de un amigo que lucha en el frente. Tiempo insuficiente La sensación de que la guerra lo ha acelerado todo se refleja en 'Kindergarten' (guardería), una exposición dentro del Festival de Escultura. Talladas en madera con una motosierra, las esculturas representan a niños jugando con juguetes, montando un caballo de madera frente al retrato de un general o balanceándose en el aire. "La madera me ayuda a expresar lo que me preocupa y me duele mucho más rápido que el metal o la piedra", explica su creador, Volodímir Semkiv, que se pasó a este material tras el inicio de la invasión. Las figuras tienen un aspecto tosco, intencionadamente carente de pulido, lo que hace que algunas parezcan amenazadoras. Según Pavlo Gudímov, el comisario, la exposición da a entender cómo los adultos se comportan a menudo como niños. Primero crean el caos esparciendo sus "juguetes" por todas partes y luego escapan de las consecuencias de sus actos, sugiere. Explicar la guerra Cómo explicar al público extranjero que Ucrania lucha por su supervivencia contra el imperialismo ruso ha sido uno de los temas clave del 'Foro del Libro', que reunió, en persona y en línea, a autores como Salman Rushdie, Djamila Ribeiro y Lydia Cacho. En América Latina, muchos siguen viendo la invasión a través del prisma de la Guerra Fría, como una batalla entre dos grandes potencias geopolíticas, subrayó Cacho, reconocida periodista de investigación, en la presentación de su libro infantil 'El día que invadieron mi planeta'. Por eso es importante dar voz a sus víctimas, en particular a los niños, argumenta, con su relato en el que describe un ataque del ladrón de Brutus Robaplanetas, obsesionado con el poder, al planeta Ukrai. "Los niños ucranianos con los que he hablado sienten que Rusia les ha robado todo su mundo. De eso trata el libro", afirma. Estas historias más sencillas pueden calar más fácilmente en los corazones de los lectores extranjeros que los necesarios, aunque a veces abrumadores, relatos detallados de los crímenes de guerra rusos, cree Cacho. Rostyslav Averchuk (c) Agencia EFE