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Impresoras que ‘mueren’ casualmente al cabo de un tiempo: ¿Ya no somos dueños de los productos?

Un cementerio que representa la obsolescencia programada - Getty
Un cementerio que representa la obsolescencia programada - Getty (Jeffrey Coolidge via Getty Images)

No se lo podía creer. El profesor universitario Mark Tabern se lamentaba en Twitter ante un hecho insólito: la impresora Epson de su mujer había dejado de funcionar, no sin antes emitir un comunicado en pantalla que dejó helado a sus propietarios. Había alcanzado el final de su ciclo de vida, acompañado de instrucciones sobre cómo “revivirla”, pagando, claro está.

Así, sin anestesia, este profesor estaba descubriendo la cara más descarada (y amarga) de la obsolescencia programada: tu equipo durará un tiempo, tras el cual, morirá. El plan de Epson (en su descargo, hay que decir que esta estrategia es sectorial) es muy rentable: o el cliente paga por la reactivación, o paga por adquirir una nueva impresora de la casa.

¿Ya no somos dueños de los productos?

El pretexto encontrado por Epson para anunciar a su propietario que su impresora se había transformado en pisapapeles hacía referencia a los derrames de tinta. ¿En qué consisten exactamente? Se trata de unas almohadillas que recogen el exceso de tinta en los procesos de impresión y que hay que sustituir al cabo de un número determinado de usos.

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Este “mal” afectaría a un número dilatado de impresoras del último lustro a esta parte, y de hecho, el propio fabricante dispone de una aplicación que permite resetear este error y devolver la impresora a la vida, una vez sustituidas las almohadillas.

Sin embargo, uno de los seguidores en Twitter de este profesor, puso el foco en lo que realmente nos debería importar: “Qué tiempos aquellos en los que éramos los dueños de los productos”, escribió, con gran acierto. ¿A qué se refería?

Close up of female hand using computer printer
Una persona manejando una impresora - Getty (Cris Cantón via Getty Images)

Lo habrás visto en tu móvil: la aplicación que hace años compraste y creíste que era tuya, ha recibido una actualización que la convierte en un modelo de suscripción por el que debes pagar una cantidad al mes o al año.

El modelo de negocio basado en la venta única parece condenado a desaparecer y hasta los coches cuentan con suscripciones para utilizar ciertas funciones. Y es aquí donde, en el mercado de las impresoras, la obsolescencia programada juega un papel clave.

Una impresora, como tal, no es sino la llave de acceso a una suscripción encubierta: los cartuchos de tinta. Seguro que alguna vez te habrá llamado la atención lo barata que es el hardware de una impresora con relación a sus cartuchos. Y es por una causa: los fabricantes ganan más, a medio o largo plazo, con la venta de consumibles que con el hardware.

¿Y está mal esto? No necesariamente. Este modelo basado en la suscripción garantiza una pervivencia a lo largo del tiempo del negocio, y el cliente se beneficiará de ello con mejoras en su producto o lanzamiento de nuevos modelos.

Entonces… ¿Cuál es el problema? El problema lo encontramos en que estas ‘muertes’ anunciadas en realidad no lo estaban: un buen día, enciendes tu impresora y descubres que ha dejado de funcionar. No hay un aviso previo que prepare al cliente para pasar por caja, puesto que este parte de una premisa, ahora ya, equivocada: que es el dueño del producto. Ya no lo es ni lo será.

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