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La inflación “autoconstruida” y el porqué de nuestras conductas

- Créditos: @Fabian Marelli
- Créditos: @Fabian Marelli

¿Por qué los argentinos manejamos “mal” en Buenos Aires y “bien” en Miami, si en el vuelo no se dictan cursos de manejo? ¿Por qué los mismos argentinos que durante la década de 1990 no aumentamos los precios ahora no hacemos otra cosa que subirlos? Estas son algunas de las preguntas que ponen en tela de juicio la explicación presidencial de que padecemos “inflación autoconstruida”, la cual le permite explicar el fracaso de la “guerra” que le planteó a la inflación en marzo de 2022.

Al respecto, conversé con el argentino Javier Rafael Villanueva, profesor de la Universidad Católica Argentina y en el Instituto Torcuato Di Tella, funcionario público y, desde 1987, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas. A muchos de nosotros alguna exalumna nos recuerda con particular afecto entre los profesores que tuvo y lo expresa públicamente, pero a Javier le ocurrió nada menos que con Máxima Zorreguieta, reina de Holanda.

–¿Es cierto que viviste los últimos 36 años de tu vida porque Dios es grande?

–A mediados de 1985, el Instituto Torcuato Di Tella (todavía no era Universidad) ofreció un curso para alumnos de diferentes países. Uno de ellos, por bajas calificaciones, fue invitado a retirarse. En vez de esto, fue hasta su hotel, tomó un cuchillo y volvió al Instituto. Comenzó a subir las escaleras, justo cuando yo bajaba, y recibí un puntazo. No fallecí desangrado porque de casualidad pasaba por la puerta una ambulancia (todavía no existía el SAME) y me pudieron asistir.

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–De tu vasta obra escrita, quiero destacar un par de monografías. Una sobre la sustitución de importaciones en la Argentina, la otra sobre la reacción que en Estados Unidos provocó la teoría de David Ricardo sobre la especialización internacional de la producción.

–Se piensa que el crecimiento del sector industrial, en su forma moderna, se produjo como consecuencia de la Gran Crisis de los años 30. Pero, ¿con qué maquinaria, en buena medida importada, se hizo la industrialización sustitutiva de importaciones? Tenía que ser con equipos instalados antes de que comenzara esa crisis. Efectivamente, entre 1923 y 1930 se produjo una fuerte acumulación de importaciones de equipos y maquinaria para la industria, de manera que la semilla de la mencionada industrialización se plantó en la década de 1920, y no porque se anticipara la crisis de la década siguiente.

–En el otro escrito vos hablás de una “escuela americana” antirricardiana.

–En efecto. El punto de partida de esa escuela era el examen de situaciones concretas, diferentes de las existentes en un “país viejo” como Gran Bretaña. En la teoría ricardiana se mueven internacionalmente los bienes, pero no los factores productivos, mientras que en Estados Unidos había que superar las escaseces con inmigración de factores, en un ambiente de armonía. Como también ocurrió en Australia, en Canadá y en la Argentina. A propósito: Paul Anthony Samuelson destacó que el movimiento antirricardiano en Estados Unidos no defendía la industria manufacturera, que aún no existía, sino la minería de hierro y carbón.

–¿Somos los argentinos un desprendimiento especial de la especie humana?

–Te respondo de este modo. ¿Enseñaríamos de manera igual o diferente un curso introductorio de economía que tuviéramos que dictar en Tokio, El Cairo o Buenos Aires? De manera igual, porque el principio de escasez, el uso alternativo de recursos escasos y los criterios de asignación son universales.

–Quienes visitaron Qatar por el Mundial de fútbol dicen que allí no rige el principio de escasez.

–Aparentemente, es decir, en lo inmediato; pero con el tiempo… Pero, en todo caso, es la excepción. En el resto del mundo, los principios vigentes son los mismos, claro que la adecuación a los diferentes países no es automática. Fijate, Juan Carlos, la diferente visión que sobre la vinculación económica entre países tenían los ingleses y los norteamericanos.

–Otra asimetría es la de centro y periferia, enfatizada por Raúl Prebisch.

–Así es. Lo que no significa que haya que crear una teoría económica para los países desarrollados y otra para los países en vías de desarrollo; pero cada país tiene que diagnosticar de manera correcta las características que tiene su vinculación con el resto del mundo.

–El presidente Fernández se refirió a la inflación como resultante de la forma en la que razonamos los argentinos.

–Lo cual no tiene que ver con un ADN peculiar, sino con la sensibilidad que surge de nuestra historia. Hace bien nuestro compatriota Guillermo Antonio Roberto Calvo, cuando pone la cuestión de la credibilidad y la falta de credibilidad de la población, con respecto a los anuncios y las decisiones del gobierno de turno. Los tenedores de dólares y de títulos denominados en dólares le creen al Fed y actúan en consecuencia; nosotros, no, pero tenemos nuestras razones.

–Explicate.

–Los gobernantes siempre dicen que el PBI va a aumentar y que la tasa de inflación, la desocupación y la pobreza van a disminuir; ¿qué otra cosa querés que digan? Pero, por la experiencia, los argentinos sabemos que el ahorro en pesos fue sistemáticamente castigado y rara vez se adoptan medidas políticamente incorrectas.

–¿Nos lleva esto a generar inflación autoconstruida?

–No sé si tanto, pero es claro que adoptamos las decisiones en un contexto de fuerte incertidumbre. Lo cual da pie a la hipótesis inflacionaria basada en el “por las dudas”. Como toda hipótesis, tiene algo de verdad y mucho de exageración. Porque el oferente puede pensar en un precio que lo cubra de las múltiples fuentes de incertidumbre, pero después tiene que encontrar quien le compre a ese precio la cantidad que él (o ella) quiere vender.

–¿Quién genera incertidumbre?

–Este es el punto crucial. Supongamos que el presidente de la Nación tenga razón y que la mente de los argentinos esté “afiebrada” en materia de inflación, producto de la fuerte incertidumbre en la cual nos desenvolvemos. Si este fuera el caso, la política económica debería consistir en, no digo eliminar, pero por lo menos reducir la incertidumbre.

–Me estás haciendo acordar el punto que hacía Julio Hipólito Guillermo Olivera, referido al que había matado a sus padres.

–Exacto. El hombre fue apresado, juzgado, encontrado culpable, y en el momento en el que le iban a fijar la pena, pidió clemencia en su condición de… ¡huérfano!

–¿Estás diciendo que el “ruido” que la política-política y la política económica les está poniendo en la cabeza a los argentinos es lo que está provocando la inflación?

–El déficit fiscal y la emisión monetaria son realidades objetivas, lo cual en un país cuya población tiene la sensibilidad que tenemos nosotros genera la tasa de inflación que estamos padeciendo.

–Querido Javier, muchas gracias.