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Inflación: ¿Qué tenemos para enseñarles a los yankis?

Dólar; dólares; billetes; dólar oficia; dólar Blue
Shutterstock

¿Qué tienen para decirle quienes viven en un país donde entre mayo y junio pasados los precios al consumidor aumentaron 3,2% a quienes viven en otro país en el cual subieron 0,9%? Aparentemente, nada. Máxime cuando, en los 12 meses que terminaron en junio de 2021, en el primero de los países los precios aumentaron 48,3% y en el segundo, 5,4%. Dije aparentemente nada, porque los argentinos tenemos varias cosas para decirles a los estadounidenses.

Pero para quitarle el tinte nacionalista al diálogo, sobre el particular entrevisté al inglés George Julius Poulett Scrope (1797-1876) quien, curiosamente, utilizó como propio el apellido de su esposa. Al decir de Joseph Allois Schumpeter, “fue uno de esos deliciosos ingleses dedicados al ocio creativo, a los cuales nuestra ciencia, como otras, les debe tanto. Algunos de sus panfletos tienen mérito analítico, sorprendente independencia y originalidad, colocándolo muy por encima del promedio de los economistas de su época”.

–En 1830 usted escribió un ensayo referido a la superioridad de la moneda fiduciaria, con respecto a la acuñada utilizando metales preciosos. ¿Cuál es la idea?

–La ventaja de la primera deriva de la posibilidad de fijar la oferta monetaria en línea con su demanda, para mantener el nivel general de precios en relación con el nivel general de los costos de producción. Para mí, la depresión se debía a la inelasticidad de la oferta de monedas acuñadas con metales preciosos, en un contexto en el cual los productores debían pagar rentas, intereses, impuestos, etcétera, a precio fijo, con ingresos que se habían reducido. El enfoque puede ser considerado un antecedente de los modelos de dinero pasivo, desarrollados por su compatriota Julio Hipólito Guillermo Olivera.

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–La cuestión del mejor método para emitir dinero sigue siendo relevante.

–Así es. Ocurre que, pensando en el impacto que la oferta monetaria tiene sobre el nivel general de los precios, algunos enfatizan los peligros de la emisión con respecto a la demanda de dinero y su impacto sobre la inflación; y otros, al revés, enfatizan la poca elasticidad de la oferta de dinero frente a aumentos en la demanda y su impacto negativo sobre la producción y el empleo.

–Explíquese.

–Un sistema monetario basado en el patrón oro asegura que no habrá emisiones irresponsables de dinero fiduciario; pero generará una mezcla de deflación y recesión en un contexto de expansión económica. Por el contrario, en la Argentina el abandono del patrón oro posibilitó emisiones de dinero muy por encima de lo que la población desea mantener en sus bolsillos y en los bancos. El bitcoin tiene controlada la emisión, pero no la demanda y, por consiguiente, su cotización genera fortísimas oscilaciones con respecto al dólar. Puede servir como medio de pago de aceptación general, pero difícilmente como reserva de valor.

–En Estados Unidos, los precios al consumidor aumentaron 0,4% en enero pasado, 0,5% en febrero, 0,7% en marzo, 0,8% en abril, 0,8% en mayo y 0,9% en junio. Larry Summers es uno de los pocos economistas estadounidenses preocupados por esto, la mayoría confía en la palabra de la Reserva Federal (FED) y la Tesorería. Es más, las cotizaciones financieras no parecen reflejar ninguna preocupación. ¿Qué está pasando?

–Gracias a Paul Adolf Volcker, entonces titular de la FED, Estados Unidos redujo fuertemente la inflación hace cuatro décadas. Inflación que había comenzado a tomar velocidad a partir de 1965 y que tuvo picos en los dos shocks petroleros; aumentando entre 1965 y 1979 a un ritmo de 6,1% anual. Déjeme poner el mismo dato de otra forma: quien olvidó en un bolsillo un dólar en 1964, cuando lo encontró en 1979, al comprar algún producto comprobó que había perdido más de la mitad del poder adquisitivo. Pues bien, como consecuencia del frenazo monetarista aplicado por Volcker, entre 1982 y 2020 en promedio los precios crecieron a un ritmo de 2,6% anual.

–Estos datos sugieren que las diferentes versiones de la denominada curva de Phillips, fueron inspiradas por la realidad.

–Como ocurre con frecuencia. La curva original, planteada por Alban William Housego Phillips, inventada en 1958, no incluía expectativas inflacionarias; mientras que las sugeridas por Milton Friedman, Edmund Strother Phelps y Rubén Darío Almonacid, una década más tarde, las tuvieron en cuenta.

–Volvamos a los números actuales. ¿Está usted sugiriendo que los americanos son tontos?

–No, estoy diciendo que de lo que significa vivir con “alta inflación”, en Estados Unidos saben más los abuelos que los nietos. Además de lo cual…

–Lo veo venir, usted también va a citar a Guillermo Antonio Roberto Calvo.

–Es que también en Estados Unidos lo que él dice viene a cuento. En la Argentina, resulta muy difícil hacer las cosas bien, desde el punto de vista técnico, cuando el gobierno de turno enfrenta graves problemas de credibilidad por parte de la población; mientras que en Estados Unidos por ahora parece estar ocurriendo lo contrario.

–¿De qué habla?

–Tanto las autoridades monetarias como fiscales de dicho país declaran que están al tanto del problema, que lo están analizando con cuidado, y que eventualmente adoptarán más medidas. El mensaje que emiten es que se trata de un fenómeno transitorio, como ocurrió al terminar la Segunda Guerra Mundial.

–Y los mozos, los dentistas y los fabricantes de lápices les creen.

–No seamos despectivos. Claro que ellos les creen, porque de lo contrario se estarían observando retiros de depósitos denominados en dólares para comprar bienes u otras monedas; pero a juzgar por las cotizaciones también parecen creerles los operadores financieros, que se pasan los días mirando cotizaciones, series de tiempo, etcétera.

–En este contexto, ¿qué les podemos enseñar los argentinos a los americanos?

–En materia de inflación ustedes saben casi todo. No todo, sino casi todo.

–Lo escucho.

–Saben cómo generar una inflación, cómo acelerarla, y también cómo frenarla de golpe. Tienen en su historia una decena de programas antiinflacionarios, que tuvieron tres características: fueron todos de shock, el primer día funcionaron todos pero ninguno fue eterno. Es decir, lo único que todavía no aprendieron fue cómo mantener en el tiempo los éxitos iniciales de los programas antiinflacionarios.

–De todo esto, ¿qué les sirve a los americanos?

–Que no subestimen el problema. Ojalá los temores referidos a lo que hoy ocurre en materia inflacionaria en Estados Unidos estén exagerados; ése no es el problema principal. El problema principal es que, mirando las estadísticas más que los procesos decisorios, estén subestimando el problema, y el riesgo es que cuando lo quieran corregir se encuentren con que no es tan fácil recoger el barrilete izado con los programas de estímulo.

–Don George, muchas gracias.