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¿Es inhumano analizar todo con “ojos económicos”?

La baja de la tasa de natalidad tiene, entre sus causas, un hecho económico: más mujeres trabajan
La baja de la tasa de natalidad tiene, entre sus causas, un hecho económico: más mujeres trabajan - Créditos: @Shutterstock

El análisis microeconómico sirve para entender la producción y venta de acero, bolígrafos y pasajes de avión; pero uno se casa por amor, cierra la fábrica antes de coimear al funcionario que maneja la asignación de dólares en el mercado oficial de cambios, y muere por no haber recibido un trasplante de órganos. Esta asimetría fue cuestionada por el estadounidense Gary Stanley Becker, cuando en 1976 publicó un libro titulado El comportamiento humano según el enfoque económico. Su perspectiva cosechó elogios y críticas, siendo calificado de repugnante, inhumano, etcétera. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Al respecto, nada mejor que preguntarle al propio Becker (1930- 2014), que estudió sociología y economía en Princeton y en Chicago.

“Convencional en cuestiones como el vestir, es uno de los grandes tomadores de riesgos dentro de las ciencias sociales. De manera sistemática se dedicó a analizar cuestiones que estaban fuera de la corriente principal. En prácticamente todas las instancias sus trabajos fueron mirados con escepticismo y muchas veces con desdén. Es notable la frecuencia con la cual influyó sobre economistas más jóvenes que él, los cuales no estaban atrapados por ideas recibidas, modos de pensamiento o prejuicios”, afirmó Sherwin Rosen. Ganó la medalla John Bates Clark y en 1992 recibió el premio Nobel en economía, según el Comité Nobel, “por haber extendido la aplicación del análisis microeconómico a múltiples aspectos del comportamiento humano y su interacción, incluyendo al que se desarrolla fuera de los mercados. Específicamente, contribuyó al análisis del capital humano, el comportamiento de la familia (incluyendo el uso del tiempo), el crimen y la discriminación”.

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–Me interesa particularmente el libro que usted publicó en 1976. Porque la pretensión de mirar todo “con ojos económicos” a muchas personas les parece humanamente perturbador.

–Es entendible. Y le agradezco la posibilidad de clarificar mi pensamiento, a la luz de la popularidad que adquirieron mis ideas en su país en las últimas semanas.

–Adelante.

–Lo que propongo es un método de análisis, no un supuesto sobre motivaciones particulares. La idea es que las personas maximizan su bienestar según lo perciben de manera egoísta, altruista, leal, malévola o masoquista. El modelo de decisión racional plantea la base más prometedora para generar un enfoque unificado, para analizar el mundo social por parte de académicos que cultivan diferentes ciencias sociales. Probablemente, a veces asumí demasiada racionalidad, pero reaccionando contra aquellos que no asumen suficiente racionalidad.

–Si entiendo bien, usted no cuestiona los fines, sino que sugiere la mejor forma de analizar los comportamientos, dados los fines.

–Efectivamente. Yo no recomiendo que los seres humanos nos convirtamos en el Homo economicus, es decir, que seamos egoístas, insensibles, etcétera. Propongo que analicemos el comportamiento humano, referido a los fines más egoístas o más abnegados, pensando que las decisiones se adoptan sobre la base de los beneficios y los costos para quien las adopta. Para entender y para pronosticar, este enfoque resulta más útil que uno que basa los comportamientos humanos en supuestos “angelicales”, y en términos de resultados no pega una.

–Deme un ejemplo.

–Es un hecho que, en todo el mundo, la tasa de natalidad está disminuyendo, a pesar de la mejora en la higiene y la medicina. ¿Qué está pasando? Que la creciente participación de la mujer en la fuerza laboral y el aumento de sus ingresos conflictúan con la crianza de los hijos, una actividad que demanda mucho tiempo. Como esto es más claro en los países de mayor PBI por habitante que en el resto del mundo, la implicancia es la migración internacional, que debería hacerse en las condiciones más humanamente posibles.

–Otros ejemplos.

–¿Es razonable que un empresario cierre su firma, y despida a su personal, por no haber coimeado al funcionario encargado de venderle divisas, al tipo de cambio oficial, sin las cuales no puede conseguir insumos para su fábrica? No hago la apología del delito, pero ayudo a entender. Lo cual implica que en la denominada “causa cuadernos”, la responsabilidad entre los funcionarios y los contratistas del Estado no es 50% y 50%.

–¿Es usted consciente de la exasperación que generan las implicancias de su enfoque?

–Me lo banqué durante buena parte de mi vida, pero flaco favor le haría a mis estudiantes y a mis lectores si hubiera condicionado lo que pienso a la conveniencia política o a la peligrosa sensibilidad. Déjeme poner un ejemplo, que no tiene que ver conmigo.

–Adelante.

–Robert John Yisrael Aumann obtuvo el premio Nobel en economía en 2005. Teórico de la teoría de los juegos, en su conferencia Nobel reflexionó sobre el hecho de que en los últimos 20 siglos solo en contados años no hubo guerras y sobre que, por consiguiente, calificar la guerra como un fenómeno atípico, extraño a la naturaleza humana, no ayuda a entender. ¿Alguien puede acusar a Aumann de inhumano?

–La literatura económica que analiza la extensión de los mecanismos de mercado habla de “mercados repugnantes”. ¿A qué se refiere?

–A la reacción que genera que alguien sugiera que manteca y riñones son, en definitiva, bienes, y por consiguiente deben ser analizados de la misma manera. Así planteada, la cuestión luce loca y por consiguiente la reacción es totalmente entendible.

–¿No lo es?

–Primera aclaración: el concepto de mercado repugnante evoluciona, tanto en el tiempo como en el espacio. En la Edad Media se consideraba “repugnante” el cobro de intereses, porque se trataba de una economía estacionaria, donde el deudor se endeudaba para sobrevivir un poco más; mientras que en las economías modernas la tasa de interés es entendible, porque el deudor privado, una persona que tiene más ideas que recursos, puede llevar adelante un proyecto de inversión.

–Entiendo, pero, ¿qué les dice a las personas que consideran repugnante, la comercialización de sangre y órganos?

–Que no se dejen llevar por la terminología, y piensen en los resultados. Alvin Eliot Roth y Julio Jorge Elías han documentado la cantidad de personas que en Estados Unidos ha fallecido, precisamente, por no existir un mercado de órganos.

–¿No teme que, siguiendo sus ideas, la gente salga a matar personas para vender algunos de sus órganos?

–Hablemos en serio, De Pablo. Se trata de cuestiones técnicamente complicadas, con argumentos para un lado y para el otro, cuya implementación debe hacerse con gran cuidado. Lo que sería una lástima es que un enfoque que puede salvar vidas no sea analizado más por expertos y, eventualmente, puesto en práctica, que por un debate televisivo, más propenso a ridiculizar que a pensar.

–Don Gary, muchas gracias.