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En qué invertir nuestro presupuesto cognitivo

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La energía mental es constante pero limitada - Créditos: @Getty Images

La energía mental es constante, pero limitada. Un reciente estudio publicado en Journal of Neuroscience, encontró que prestar atención puede cambiar la forma en que el cerebro asigna esta energía; a medida que este usa más energía para procesar lo que atendemos, se suministra menos energía para procesar fuera de nuestro foco de atención.

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Para entender este mecanismo, el psicólogo y economista del comportamiento Jordan Birnbaum usa el concepto de presupuesto cognitivo, con el que propone no dejar al azar nuestros gastos o inversiones de energía mental y aprender a administrarlos. Su enfoque para evitar desperdiciar nuestra energía finita en lo que no nos sirve, es un presupuesto para pronosticar recursos, estimar necesidades y crear un plan para la toma de decisiones. Pero el desafío es que nuestros días son impredecibles y nuestros cerebros no funcionan como hojas de cálculo, por lo que un presupuesto cognitivo deberá ser flexible, pero crear uno y revisarlo con frecuencia permite implementar estrategias proactivas y reactivas ante la reflexión y la rumiación. La reflexión es la heroína de las inversiones cognitivas. Es el tipo de pensamiento más valioso que podemos hacer, porque de él obtenemos el mayor rendimiento de la inversión de energía mental. El pensamiento reflexivo nos da acceso a lo mejor de nuestras mentes, desde lo notable (nuestro genio) hasta lo significativo (nuestra compasión, empatía, perdón y capacidad para el disfrute). Aunque requiere un esfuerzo y suele demandar un trabajo personal, la reflexión conduce a todas las recompensas que hacen que las cosas difíciles de la vida valgan la pena.

La rumiación, por otro lado, es el principal antagonista del presupuesto cognitivo. La psicóloga Amy Summerville describe la rumiación como el pensamiento que no proporciona más “alimento”, comparándolo con el ciclo repetitivo de las vacas de masticar, tragar, regurgitar y volver a masticar su comida. Cuando los humanos rumiamos, reproducimos eventos repetidamente en nuestras mentes sin obtener información o progresar. La rumiación consume energía mental que de otro modo podría haberse gastado en algo que valiera la pena y no proporciona nada más que sufrimiento. La rumiación nos duele inmensamente, por lo que el presupuesto cognitivo tiene como objetivo ayudarnos a hacer menos. Birnbaum propone construir este presupuesto de manera intencional identificando las rumiaciones y tratando de hacerlas a un lado y generando las “billeteras propicias” para llenarlas de reflexión y acción. Si aprendemos a usar mejor nuestro presupuesto cognitivo, seremos los mejores inversores: de esos que apuestas por el largo plazo.