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Invirtió US$ 115 en una balanza y cuencas compradas en Once: hoy exporta a 6 países y tiene 1500 revendedoras y una fábrica de 1000 m2

Levantarse, reinventarse y seguir adelante. Así fue cómo Samanta Schnabel hizo de Salve Regina, un emprendimiento con el que diseña, fabrica y comercializa accesorios y objetos para hacer regalos con valor emocional, más que un refugio: hoy es una pyme familiar que factura $ 280 millones al año, emplea de forma directa a 60 personas, exporta al Cono Sur y cuenta con su propia fábrica de producción, más de 1.500 revendedoras y cinco locales en shoppings. 

Salve Regina se especializa en la venta de accesorios tales como pulseras, collares, rosarios, billeteras, mochilas, llaveros, entre otros. Cuenta también con venta de artículos de decoración, bazar, cuidado personal, librería, libros, aromas, velas y souvenires. Con color y diseño, dio una vuelta de tuerca a los accesorios religiosos clásicos que se comercializan en santerías y locales especializados. "Ya exportamos a Chile, Ecuador, Perú, Uruguay, Colombia, Venezuela. Nuestro mayor mercado en el exterior hoy en día es Ecuador. Depende más que nada de conseguir un socio idóneo en el país de destino que tenga muchas ganas de llevar a cabo el proyecto. Estamos terminando este año en Ecuador con 200 revendedoras", explica Schnabel, en un mano a mano con Forbes Argentina, al frente de la marca que pasó de contar a fin de 2019 unas 500 revendedoras a terminar 2020 con 900 y planea cerrar 2022 con 1.600.


Los inicios de Salve Regina


Corría 2012 y Schnabel, por entonces de 39 años, se propuso liderar su propio emprendimiento. Había trabajado en la administración de una pyme fundada por su padre, que quebró con la crisis de 2001, y a lo largo de su camino laboral se desempeñó en sectores administrativos: primero en un estudio de diseño y después en una obra en construcción de un hospital.

Samanta Schnabel, Salve Regina
Samanta Schnabel, creadora de Salve Regina.

Por entonces, con una hija adolescente y otra muy pequeña, pasaba mucho tiempo fuera de casa. Era momento de hacer un cambio. Su madre, que tenía una pequeña distribuidora de artículos religiosos tradicionales, le ofreció sumarse a su pequeño emprendimiento. Al principio, dudó. Pero aceptó. Schnabel vendió los artículos solo en un mes y después comenzó a sumar vuelo creativo: creó pulseras y rosarios con materiales coloridos y novedosos, muy distintos a lo que se veía en el mercado. Podría decirse que la inversión inicial para lanzar Salve Regina fue de $ 500 (que, por entonces, al tipo de cambio oficial, eran unos US$ 115), que se destinaron a comprar las cuencas coloridas en el Once y una balanza.

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"Los primeros años fueron duros: vendía durante el día y fabricaba durante la noche. Llegó un momento en el que estaba agotada. Y luego, cuando se fueron sumando al negocio familia y amigos y se creció exponencialmente sin una planificación y un orden detrás, fue complejo manejar todo eso sin experiencia y con la presión de querer cumplir y no llegar", recuerda. No obstante, con dedicación y aprendizaje, pudo gestionarlo. Y redoblar la apuesta.

Salve Regina

"Siempre tuve en claro que, si quería dar un paso más, necesitaba un equipo sólido. Tengo la bendición de que mi familia trabaja conmigo y cada uno en su área, respetándonos y admirándonos entre nosotros. Mi marido, José, que dejó en 2013 su puesto corporativo y se sumó a mi proyecto hoy se desempeña como CEO y juntos logramos que mis ideas locas se pongan en marcha y se hagan realidad. Maca, mi hija mayor, que cuando empezamos salía del colegio y venía a hacer pedidos se encarga del marketing y de la parte tecnológica que es tan importante para Salve. Ahora también trabaja mi hija más chica, Lu, en el área de Producción Gráfica. Creo que el momento en que entendí que necesitaba un equipo para llevar adelante este proyecto y se empezaron a sumar personas que hoy son de mi suma confianza, eso fue lo que motorizó Salve Regina", reconoce.

La pandemia de Covid-19 encontró a Salve Regina con el foco puesto negocio era la venta online mayorista, lo cual fue positivo ya que años antes el foco estaba en los locales comerciales de venta al público. La tienda online, de hecho, la habían abierto en 2015. "El 2020 nos encontró teniendo varios años de experiencia en el mundo del e-commerce, no tuvimos que empezar de cero. Durante ese año crecimos en cantidad de nuevos clientes mayoristas lo cual fue realmente grato, a nivel producción, logística, empleados, locales fue realmente complicado y caótico", sostiene.

Samanta Schnabel, Salve Regina

Como los locales, debido al Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO), estuvieron prácticamente todo el año cerrados, varias de las colaboradoras que atendían los locales pasaron a integrar el equipo de atención al cliente que tuvieron que agrandar. Asimismo, muchos procesos cambiaron para que pudieran hacerse en trabajo remoto, y para que se cumplieran los protocolos sanitarios.

"Tuvimos que mejorar nuestros tiempos de entrega para acercarnos a la vara tan alta de entrega en el día que nos puso MercadoLibre. El consumo y las necesidades del consumidor cambiaron y fue un trabajo de estar muy atentos y receptivos a las necesidades de nuestros clientes para no quedarnos en el camino".

En marzo de este año, Salve Regina dejó su fábrica de 500 metros cuadrados para mudarse a una con el doble de superficie. Para lo que queda de 2022, las fichas siguen puestas en apostar a la venta mayorista. "Descubrimos con el tiempo que es el canal que más disfrutamos. Queremos seguir potenciando Salve en los países en los que ya estamos. Y nuestra idea es crecer todos los años un 10% en cantidad de revendedoras", concluye la emprendedora.