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Japón ama a los robots, pero lograr que hagan el trabajo de los humanos no es fácil

Un robot agarra una papa artificial en una instalación de la Organización de Investigación de Hokkaido en la ciudad japonesa de Sapporo, Hokkaido, el 5 de noviembre de 2019. (Noriko Hayashi / The New York Times)
Un robot agarra una papa artificial en una instalación de la Organización de Investigación de Hokkaido en la ciudad japonesa de Sapporo, Hokkaido, el 5 de noviembre de 2019. (Noriko Hayashi / The New York Times)

ASAHIKAWA, Japón — Eliminar los pequeños nódulos o brotes de las papas es un trabajo aburrido, repetitivo y que requiere mucho tiempo, por lo que pareciera que es una labor perfecta para los robots en un país donde la población está disminuyendo y los trabajadores son cada vez más escasos.

Pero no es tan sencillo.

Cuando una planta de procesamiento de alimentos que hace ensaladas de papas y estofados en Hokkaido, la isla ubicada más al norte de Japón, probó un prototipo de robot diseñado para quitar los nódulos de las papas resultó que la máquina no estaba a la altura.

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Los sensores de la cámara del robot no fueron lo suficientemente sensibles como para identificar cada brote. Aunque las manos humanas pueden hacer rodar una papa en todas las direcciones, el robot solo podía rotar las verduras en un solo eje, por lo que no pudo remover muchas de las imperfecciones que son tóxicas para los humanos. Además, otras piezas que estaban perfectamente buenas fueron peladas.

“Fundamentalmente, no podía hacer el trabajo al nivel de los humanos”, dijo Akihito Shibayama, gerente de fábrica en el Grupo Yamazaki, la organización que opera la planta en Asahikawa, una ciudad mediana de Hokkaido donde 30 trabajadores procesan alrededor de 15 toneladas de papas al día.

Japón, la tercera economía más grande del mundo, espera que los robots y otros tipos de automatización ayuden a resolver sus problemas demográficos y la inminente escasez de mano de obra. Esa prioridad se refleja en un plan del gobierno llamado Sociedad 5.0 y que ha sido enfatizado en repetidas oportunidades por el primer ministro Shinzo Abe.

Pero las empresas están luchando porque algunos trabajos que parecen idóneos para ser convertidos en procesos robóticos demuestran ser extremadamente difíciles al momento de cedérselos a una máquina.

Los robots pueden “realizar tareas simples, pero no las tareas que requieren de juicios o la capacidad de evaluar un cambio en una situación”, dijo Toshiya Okuma, director asociado de estrategia global en la división de negocios de robots de Kawasaki Heavy Industries, una desarrolladora japonesa que es líder en el segmento de la robótica y que durante mucho tiempo ha ayudado a automatizar las líneas de ensamblaje de las fábricas de autos.

La situación de los robots permite que Japón evite tomar decisiones difíciles sobre inmigración, un tema delicado en un país reacio a dejar entrar a muchos extraños. Pero también es un buen ajuste cultural.

Japón fue uno de los primeros países que implementaron robots, instalándolos en fábricas de automóviles desde la década de 1970. Y unas de las innovaciones japonesas más queridas son los robots.

Doraemon, un adorable gato robótico de color azul, protagoniza una serie de cómics y uno de los programas de televisión más antiguos del país. Astro Boy, o Tetsuwan Atomu en Japón, es un superhéroe en cómics, programas de televisión y películas, una suerte de Pinocho androide que lucha por mantener la paz entre robots y humanos.

Aunque los negocios japoneses han sido muy hospitalarios con los robots, han aprendido que los robots capaces de realizar tareas algo sofisticadas cuestan mucho más que los trabajadores humanos.

Es por eso que en la fábrica de Asahikawa, donde aproximadamente el 60 por ciento del trabajo está automatizado, muchas tareas aún requieren el toque humano. Los trabajadores pelan las calabazas, por ejemplo, porque parte de la piel mejora el sabor del estofado. Un robot no puede determinar cuánta piel se debe quitar.

Otros esfuerzos para usar robots o procesos automatizados han tenido inconvenientes, en programas que van desde autobuses autónomos hasta drones de entrega de paquetes o robots que confortan a los residentes de hogares de ancianos.

Un hotel atendido por androides en el sur de Japón terminó despidiendo a algunos de sus robots después de que los clientes se quejaron de que no eran tan buenos en la hospitalidad como las personas.

Durante una prueba de autobuses autónomos en la ciudad de Oita, también en el sur de Japón, un autobús se estrelló contra una acera, y las autoridades se dieron cuenta de que los vehículos autónomos no estaban listos para enfrentar situaciones como atascos de tráfico, transeúntes o automóviles que circulan cuando la luz del semáforo está en rojo.

Durante décadas, Japón ha sido líder en el uso de robots. Es el mayor fabricante mundial de robots industriales y alguna vez lideró el mundo en cuanto a la cantidad de robots por empleado, dijo Gee Hee Hong, un economista especializado en Japón en el Fondo Monetario Internacional.

Más recientemente, según la Federación Internacional de Robots, países como Singapur, Corea del Sur y Alemania han superado a Japón en la cantidad de robots por trabajador.

Lo que ayuda a impulsar el interés en los robots son las preocupaciones por la disminución de la población en Japón, donde los nacimientos están en su nivel más bajo desde 1874. Ya industrias como la manufactura, el cuidado, la construcción y la agricultura están comenzando a quedarse sin trabajadores.

En Japón, “en vez de desplazar a los trabajadores, simplemente están remplazando a los trabajadores”, dijo Todd Sneider, subdirector de la división de Japón del Fondo Monetario Internacional.

En Hokkaido, por ejemplo, donde hay 1,2 vacantes de trabajo por cada residente en edad de trabajar, las pruebas recientes de camiones autónomos no se han percibido como una manera de deshacerse de los trabajadores, ya que son escasos, según dicen las autoridades de la prefectura.

Hokuren, una compañía de alimentos que procesa azúcar de remolacha en el noreste de Hokkaido, necesita alrededor de 250 conductores durante la temporada alta de otoño para transportar 6000 toneladas de remolacha por día desde las granjas e instalaciones de almacenamiento hasta su planta de procesamiento.

Debido a la gran escasez de mano de obra que se presentó este año, Hokuren probó vehículos autónomos fabricados por UD Trucks, una subsidiaria de Volvo con sede en Japón. Sin embargo, los funcionarios de Hokuren dicen que se necesitan más pruebas para garantizar que los vehículos puedan manejar impedimentos como carreteras nevadas o heladas o cambios en los semáforos.

Genyou Imai, de 48 años, propietario de una empresa de camiones que regularmente le suministra conductores a Hokuren, reconoció que no podía contratar la cantidad suficiente de empleados para satisfacer las necesidades de sus clientes y que los vehículos autónomos podrían liberar a su empresa para otros tipos de trabajo.

Aunque el Parlamento aprobó un proyecto de ley el año antepasado para otorgar nuevas visas a los trabajadores extranjeros con el fin de ayudar a enfrentar la escasez, el gobierno siempre ha enfatizado que los robots son la solución más probable.

“Entonces, donde potencialmente tendrías inmigrantes haciendo el trabajo, dices: ‘Ve a hacer robots’”, dijo Selma Sabanovic, profesora de Ciencias Cognitivas en la Universidad de Indiana, quien fue investigadora visitante en el Instituto Nacional de Tecnología y Ciencia Industrial Avanzada en Tsukuba, Japón.

Los líderes empresariales han expresado dudas de que los extranjeros puedan resolver rápidamente la necesidad de trabajadores de Japón, en parte debido a la resistencia social.

“Japón ha desarrollado una especie de raza de sangre muy pura”, dijo Noritsugu Uemura, un ejecutivo encargado de las relaciones externas y de gobierno en Mitsubishi Electric, un fabricante líder de productos electrónicos. “Creo que no solo tomará 20 o 30 años, sino que llevará más o menos 40 o 50 años integrar a los inmigrantes en Japón”.

“No podemos esperar tanto tiempo”, agregó.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2019 The New York Times Company