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De las lágrimas de Julio Iglesias al plantón de Arjona y a una vieja cuenta pendiente con Luis Miguel

Juan Alberto Mateyko, el creador del ciclo musical que se convirtió en un fenómeno de público
Mauro V. Rizzi

La Movida del verano debutó el tercer domingo de enero de 1995 , una fecha histórica e inolvidable para mí, ya que fue el programa que me cambió la vida ”, reconoce Juan Alberto Mateyko, emocionado por la convocatoria de LA NACION para recordar al show televisivo que marcó toda una era.

Con la belleza natural de la ciudad de Mar del Plata como telón de fondo y una impactante puesta en escena, pasaron por allí figuras internacionales como Julio Iglesias, Roberto Carlos, Shakira, José Luis Perales, Thalía, y Ricky Martin, entre otros.

Aún hoy son muchos los que recuerdan la pegadiza cortina musical que preludiaba cada emisión que salía en vivo, cada domingo desde las 21, por la pantalla de Telefe.

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Shakira debutó en el programa y después se presentó, por primera vez, en el Festival de Viña del Mar. También Enrique Iglesias, a quien le auguré una gran carrera más allá de su apellido y no me equivoqué. Chayanne también debutó en La Movida. En el caso de Enrique, el programa fue la llave para que luego pudiera ingresar al mercado brasileño”, explica el animador con indisimulable orgullo por la importancia que el programa llegó a tener para esas estrellas.

Un escenario internacional

Cuando los artistas llegaban al país, la frutilla del postre era ir a La Movida del Verano . Juan (Mateyko) era y es muy querido por todos, a los músicos les abrió las puertas, los ayudó a vender entradas. Hubo gente que arrancó apoyada por él y que luego se hizo muy famosa”, sostiene Gustavo Yankelevich, el responsable de manejar los destinos del flamante -y también actual- líder del rating, Telefe, durante la década del noventa.

Cada emisión se montaba en un escenario de grandes dimensiones a espaldas de la playa Las Toscas y mirando hacia los edificios de la ciudad de Mar del Plata. Las barrancas naturales y un enorme playón de cemento oficiaban de platea de ese anfiteatro natural. Cada domingo, podían concentrarse más de 70.000 personas que disfrutaban de un espectáculo gratuito de rango estelar. Los edificios iluminados, la costa con luces titilantes y la multitud amuchada le otorgaban al programa un contexto único.

Y así como miles gozaban del show presencial, millones lo seguían por televisión. La Movida del verano podía llegar a los 25 puntos de rating, una cifra hoy inusual: “Fue un programa líder que ganaba siempre su franja”, afirma Yankelevich. Sin soberbia, Mateyko reconoce: “lo que medíamos en verano, equivalía a 40 puntos del invierno”. El cálculo no es errado ya que históricamente el período vacacional marca un momento de menor encendido televisivo.

El formato difundía a los músicos populares, ofreciéndoles la posibilidad de interpretar tres o cuatro temas y de conversar con el conductor, quien, por delicadeza, evitaba que fueran los invitados quienes publicitaran sus próximos conciertos, algo que Mateyko se encargaba de hacer con generosa maestría.

“Ante un marco tan imponente como el de La Movida, muchos artistas llegaban con dudas y con miedo, pero, cuando terminaban su show, no se querían ir”, recuerda con orgullo el anfitrión del programa que llevaba su sello, su tempo. Remera y saco arremangado, buen decir con fraseo propio y tono medido. Jugaba su juego con la comodidad de quien sabe de lo que habla. Le decían “el programa de Mateyko”. Y con eso bastaba.

Las lágrimas de Julio Iglesias

El animador recuerda con notable precisión el día a día de su querido hijo artístico, como si se tratase de una bitácora impregnada en sus retinas. A lo largo de la charla con LA NACION, irá desgranando anécdotas tan jugosas como simpáticas, algunas hasta de rango épico.

“La noche en la que se presentó Julio Iglesias, antes de comenzar el programa salí al escenario para arengar al público. Había cerca de 100.000 personas desde temprano y se me ocurrió que sería muy grato que todos pudieran saludarlo coreando: ´Olé, olé, olé, Julio, Julio´. Cuando, dos horas después, salió Julio y la gente lo ovacionó, se emocionó de una forma que jamás había visto. Tenía los ojos vidriosos, pero conteniéndose el llanto. Ante la multitud mirándolo, se acercó y me dijo por lo bajo: ´En cámara no se llora´. Y no lloró”.

Los orígenes de un clásico

Juan Alberto Mateyko desarrolló gran parte de su carrera en la ciudad de Mar del Plata, donde sus ciclos radiales y televisivos siempre dijeron presente durante los veranos. El locutor reflejaba el pulso de las temporadas desde LU9 Radio Mar del Plata, LU6 Emisora Atlántica o desde las frecuencias porteñas que se instalaban en “La Feliz” durante enero y febrero. En televisión, Una ventana al mar fue uno de los ciclos pioneros en llevar las cámaras de los canales porteños a la arena. Aquel recordado envío salía desde la terraza del Hotel Provincial que miraba a la popular playa Bristol.

Años después, Gustavo Yankelevich fue el responsable de hacerlo cambiar de camiseta. En 1992, de aquellas tardes diarias en el antiguo Canal 13 pasó a las de Telefe, donde condujo Las olas y el viento desde el complejo Torres de Manantiales. La impronta del programa no era solo musical, ya que solían frecuentarlo los actores y actrices que hacían temporada teatral en la Costa.

En en verano siguiente, y durante dos años, el conductor hizo pie en el Torreón del Monje para animar El show del verano. El ciclo salía al aire los domingos a la hora de la siesta y contaba con la participación del trío Midachi. En ese tiempo, Mateyko también estaba al frente de Movida 630, un exitoso ciclo que salía por Radio Rivadavia.

“Fue Gustavo Yankelevich quien me ofreció pasar a la noche, él cambió mi historia” , dice Mateyko con indisimulable agradecimiento. Corría el último trimestre de 1994 y el alma mater de Telefe pensaba que él era el conductor perfecto para encargarse de la difusión musical entre febrero y marzo. “Durante el año, los artistas locales e internacionales iban a Jugate conmigo y a Ritmo de la noche, pero, en verano, ninguno estaba al aire, así que Juan Alberto Mateyko era la persona ideal para conducir un gran show musical, ya que era el conductor que más llegada tenía con los artistas y quien, desde hacía mucho tiempo, cultivaba una amistad con las estrellas locales y los músicos internacionales”, sostiene Gustavo Yankelevich.

“Gustavo me propuso hacerlo desde las 21 hasta la medianoche. Su propuesta me sorprendió gratamente, ya que me lo pedía alguien que estaba muy seguro de su decisión. Mi duda duró cinco minutos. En ese horario estaba Marcelo Tinelli con Ritmo de la noche, así que ocupar ese lugar durante el verano era un desafío muy grande”, dice Mateyko, quien viajó a Mar del Plata en la primera quincena de diciembre del ´94 para encontrar el lugar indicado para llevar adelante el nuevo proyecto.

No había tiempo para perder, en menos de un mes La Movida del verano debía estar al aire: “Me reuní con Florencio Aldrey Iglesias, quien era el titular del lugar que hoy se llama Paseo Hermitage y en ese entonces era Las Toscas, para ofrecerle hacer el programa allí”. Al famoso empresario marplatense la idea le cerró de primera mano y en ese mismo viaje selló el acuerdo de palabra con el animador y productor general del ciclo por estrenar. El nombre del programa no fue difícil de definir. Yendo a lo seguro, se adaptó el Movida 630, nombre del programa que el conductor hacía en Radio Rivadavia.

“El escenario era único, en una ubicación privilegiada, un lugar ideal para que la gente se reuniera. Con 20.000 o 25.000 personas yo cantaba bingo, pero la historia cambió y llegamos hasta las 100.000 personas. No lo podíamos creer, nosotros ni tampoco los artistas”, rememora Mateyko, aún sorprendido por la proeza del festival popular en el que se convirtió el programa, fenómeno que nunca se volvió a repetir.

Gustavo Yankelevich recuerda que “los artistas pedían ir a cantar porque había más de cien mil personas y salía en vivo por Telefe para todo el país, lo cual se convertía en un trampolín, una puerta enorme. El programa les dio a los artistas más de lo que esperaban y Juan se brindó con mucha calidez y desinterés. Mateyko nunca se involucró comercialmente con un artista, es un profesional de una ética tremenda e hizo su enorme carrera sin hablar mal de nadie”. Si Mateyko era el maestro de ceremonias perfecto sobre el escenario, en los camarines una debutante Vero Lozano se encargaba de mostrar la previa de los artistas.

La anécdota con Arjona

“En 1998 -recuerda Mateyko- cuando Ricardo Arjona se presentó en La Movida, trajo a su propio sonidista, con lo cual, la calidad de lo que se escuchaba era su responsabilidad. Mientras cantaba el primer tema, lo noté incómodo, incluso veía como le marcaba el micrófono al sonidista. Terminó la canción, que era una presentación para un show del que aún quedaban 18 minutos, pedí la pausa y anuncié que Arjona seguía en el bloque siguiente. En el corte, Carlos Capacho, que era el representante de Sony, me contó que se había enojado mucho con su técnico, razón por la cual, se había ido. Fue desesperante, pero, como teníamos buen vínculo con Viña del Mar, me pidieron que no dijera nada sobre lo acontecido con Arjona y que presentara a Rossana que estaba en el festival de Chile. Así fue. Nos quedamos con Rossana hasta el final del programa y cuando salimos del aire, le conté la verdad a la gente que estaba en el anfiteatro del Parque de la Costa. Me aplaudieron. En el 2003, estando en el aeropuerto de Miami, el manager de Luciano Pereyra me señala a una persona con un pasamontaña y me dice que es Ricardo Arjona. Dudé si ir a saludarlo o no, pero me acerqué y le dije: ´Del sonido no se habla´. Y nos dimos un abrazo”.

“Tal fue la repercusión de lo que sucedió con Arjona, que, tiempo después, me crucé en Miami con los Backstreet Boys y uno de ellos me preguntó si tenía algo que ver con La Movida, porque quería saber si era verdad lo que había sucedió con Arjona y su sonidista. Le expliqué que yo era el conductor y que era cierta aquella anécdota. La noticia giró por el mundo y eso que era un tiempo sin WhatsApp”.

La Movida del verano tenía una puesta en escena similar a la de los especiales de música de las principales cadenas televisivas del mundo como la RAI o TVE y recuerda a los escenarios de festivales como el de Viña del Mar de Chile, el Ruido Fest montado en Chicago, el HeartRadio Fiesta Latina que se realiza en Miami o el Festival de San Remo, un clásico italiano que también visitan estrellas argentinas. Sin embargo, y a diferencia de las citas del calendario musical del mundo, acá se trataba de un programa de televisión semanal, difundido para todo un país y Latinoamérica, y con ingreso libre para el público asistente.

“La puesta que teníamos era tan imponente. Mar del Plata nos daba un marco natural tan fabuloso que, en la industria de la música del mundo, ya sea en Latinoamérica, Estados Unidos o Europa, circulaban los casetes VHS donde se veía todo eso y causaba asombro. Los artistas veían eso y querían venir”, dice Mateyko.

Enumerar a los artistas que tocaron en La Movida es una proeza improbable. Casi todos los grandes de la música latina pasaron por este show que también se hizo frente al Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba en 1996 y en el anfiteatro del Parque de la Costa, a orillas del río en la localidad de Tigre, durante las temporadas ´98 y ´99.

“La primera vez que salí al escenario de Córdoba sentí que estaba en Mar del Plata, pero sin mar, la gente tenía el mismo furor”, recuerda el locutor que recibió allí a figuras populares como Xuxa o la banda argentina Man Ray. La Movida era un show amplio que incluía a los diversos géneros musicales.

Producción millonaria

Durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, con Domingo Cavallo a cargo de la cartera económica, se instauró la convertibilidad cambiaria que estableció que un peso tenía el valor de un dólar. La paridad llevó a la ruina a buena parte de la industria local ya las PyMEs, y trajo aparejados algunos beneficios como la posibilidad de viajar a bajo costo. Fue un tiempo donde la importación explotó, haciendo desembarcar en el país todo tipo de mercancía. En ese contexto, también los bienes culturales del mundo eran accesibles. Esta fue una de las razones por las que La Movida del verano pudo contar con figuras internacionales que cobraban onerosos cachets en dólares.

“En esa década de Telefe, se contaba con un presupuesto muy importante. La economía nos permitía darnos el lujo de contar con artistas que, en muchos casos, no vinieron al país nunca más. De todos modos, la plata no es todo, siempre tiene que estar acompañada por grandes ideas, como sucedía en La Movida”, resalta Yankelevich. Juan Alberto Mateyko rememora: “En ese uno a uno de los ´90, en un solo programa tuve a Rossana, Shakira, Miguel Bosé y Marco Antonio Solís”. Como un efecto rebote, La Movida, además, acrecentaba la venta de discos de los músicos.

“El lugar se había consolidado como un sitio de interés turístico. En una oportunidad, mi mujer, Naanim (Timoyko), viajaba, con mi hija Rosita, en el trencito que recorre la ciudad. Al pasar por Las Toscas, el guía dijo: ´Acá, cada domingo, hace el programa Juan Alberto Mateyko´. Y la nena, inmediatamente gritó: ´Es mi papá´”.

Lo que no pudo ser

Juan Alberto Mateyko, muy atento a la producción del programa, trabajaba todo el año para el gran show de los veranos. Durante el invierno, asistía a las presentaciones de discos de los artistas que luego estarían visitando Mar del Plata. “Acumulaba todo ese material para tenerlo luego en La Movida o se lo llevaba a Susana Giménez. Eran entrevistas con Luis Miguel, Ricardo Arjona o Ricky Martin. Eran tiempos donde no era tan fácil combinar, había menos comunicación”, sostiene Mateyko, quien tuvo dos asignaturas pendientes: los shows de Luis Miguel y Sandro, quienes no eran afectos a realizar actuaciones en vivo por televisión.

A Luis Miguel lo conocí en el ´83, pero no teníamos una relación muy profunda. Cuando Hugo López, que era muy amigo mío se convierte en su manager, me abrió muchas puertas. Con los años, para cada evento que hacía Luis Miguel, el presidente regional de Warner y el propio Hugo López me convocaban para participar. Así fue como viajé con él a Chile, a Mónaco o a la presentación de Romance en Las Vegas. También con Sandro nos apreciábamos mucho, pero nunca lo pude convencer para que cantase en La Movida. En diciembre de 1996 cenamos en su casa, pero no hubo forma. Vino a El show del verano, pero La movida le parecía algo demasiado fuerte”, recuerda Mateyko. Para Gustavo Yankelevich, una de las claves de convocatoria residía en el anfitrión: “Juan atraía mucho. Había artistas que no hacían shows en domingo, para poder estar en el programa”.

La lluvia, el gran enemigo siempre latente

Y si durante todo el año, Juan Alberto Mateyko acopiaba material, cuando el programa estaba en el aire, trabajaba toda la semana con vistas al domingo. Tal era el compromiso con el programa, que no dudaba en ir hasta el aeropuerto Astor Piazzolla de Mar del Plata a recibir a las estrellas y organizar cenas para agasajarlas. Mateyko, que durante varios años trabajó para la cadena Telemundo, se ponía el overol y estaba atento a la estadía en Mar del Plata de sus figuras invitadas.

“Cuando no me daban el pronóstico del tiempo, era porque algo estaba pasando. No había Internet, así que me lo ocultaban. Cuando, finalmente, me decían que había probabilidades de lluvia, temblaba. Mi madre era devota de la Virgen de Lourdes y Naanim (Timoyko) con Rosita iban a la gruta para pedir que no lloviera. Llovió poco, pero cuando sucedió, nos trasladábamos a los estudios de Canal 8″.

“Teníamos un equipo técnico fantástico, que se ponía el programa al hombro y salvaba todas las dificultades que siempre aparecen en un programa realizado en exteriores. En general, el tiempo fue nuestro aliado, ya que corríamos el riesgo del diluvio. Aunque no sucedió demasiado, alguna vez llovió ya estando al aire y la gente se ha quedado debajo de la lluvia”, rememora Yankelevich.

Aunque sucedió poco, alguna vez llovió y uno de los estudios de Canal 8, perteneciente a Telefe, cobijó a Mateyko y compañía. “Marco Antonio Solís llevó a cabo una travesía para poder estar en Mar del Plata. Salío de Los ángeles rumbo a Miami, de ahí partió hacía Río de Janerio, parada previa a Buenos Aires, la última escala para arribar a Mar del Plata. La noche en la que tenía que actuar, nos avisaron quince minutos antes de salir al aire que se había anunciado un alerta meteorológico y que había que huir urgente del lugar. En lo único que pensaba era en la travesía de Marco Antonio Solís para poder estar presente. Cuestión que nos fuimos a Canal 8 y pasamos de una platea de 80.000 personas a las 80 personas que cabían dentro de un estudio”.

Salir a hablar ante 90.000 personas es maravillo y muy fuerte a la vez. Antes de ingresar al escenario pensaba en mis seres queridos, en mis padres que ya no estaban, pero los buscaba en el horizonte”. El público era un personaje más. Vibrante, como suelen ser los fanáticos de los cantores y las bandas, llegaban desde temprano para disputarse el mejor lugar. Los clubes de fans siempre se ubicaban cerca del escenario que contaba con dos pasarelas que se introducían en la zona del público. Más atrás se iban acomodando las familias que llegaban con sus sillas plegables y hasta con la heladerita con bebidas, casi una continuación del ritual playero. Eran infaltables las empresas que repartían cartones con sus marcas impresas y espacios libres para que el público pudiese escribir el nombre de la localidad de la que era oriundo. El espíritu federal dominaba la escena. “Salía una hora antes para probar sonido, soltarme un poco y testear cómo estaba la gente, hacer el termómetro”.

De Gianluca Grignani a Charly García

“En el verano de 1996, invitamos al programa a Gianluca Grignani. Algunas horas antes del programa me llaman, sin darme mayores explicaciones sobre el motivo de la charla. Cuando me reúno con mi equipo, me dicen que Gianluca, que era una persona muy particular, había dicho que, si el público lo ovacionaba o gritaba mucho, haría una sola canción. Me sorprendió mucho, sobre todo porque él venía de un país pasional como Italia. La Movida no era un Unplugged, sino un show con mucho público que brinda su cariño. Cuando me encontré con él, le dije: ´Te presento, vos cantás y depende como te sientas, terminás o seguís´. Así fue. Lo presenté, la gente lo ovacionó cuando subió al escenario, pero, mientras Gianluca cantó, hubo un gran silencio. Por supuesto, en el final de la canción, lo ovacionaron. Me fui a la pausa sin anunciar cómo seguíamos y esperé su reacción. Me dijo: ´No sigo´. Lo respeté. Mucho más preocupados que yo, estaban su manager y la gente de Polygram, que era su compañía grabadora. No entendían lo que estaban viviendo. Fuimos condescendientes, lo traté como un caballero, pero decidió irse. Por suerte cantó un solo tema, porque tener una persona sin ganas, no es bueno”.

Cuando el programa salía desde el Parque de la Costa, el marco también era muy atractivo. En lugar del mar, el río y las coloridas atracciones mecánicas abrazaban el escenario. En una de esas noches en el Tigre, Mateyko reunió a Mercedes Sosa, Charly García y Julio Iglesias. En camarines, la notable y recordada cantora lo puso en caja a Charly: “Cuidado con lo que le va a decir a Julio”. Pero el ídolo rocker, bien ubicado, respondió: “Si hasta cuando viajé en un taxi en Nueva York estaban escuchando a Julio Iglesias, así que lo respeto mucho”.

A pesar de la nómina de celebridades y el nivel de producción del show, Juan Alberto Mateyko solía estar en la mira de la crítica con aires de intelectualidad. Sin embargo, el público nunca se dejó llevar por los detractores de la atmósfera popular del programa: “Había un periodista de Mar del Plata que me criticaba mucho, pero, después de mucho tiempo de darme y darme, se me acercó y se retractó: ´Yo era de los que te pegaba algún palito y te quiero pedir disculpas´”, se ríe Mateyko, el conductor que evitaba la diversión nocturna y tomar frío durante la semana, para poder llegar con sus cuerdas vocales en perfecto estado para conducir su programa dominical.

Mateyko sabe de prejuicios, pero los sobrelleva casi anecdóticamente: “Me asocian a Palito Ortega y ael Puma Rodríguez, pero estuve cerca de muchos artistas como Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén, Los Chalchaleros, Valeria Lynch, Patricia Sosa, Los Ratones Paranoicos”, sostiene Mateyko, quien, radicado en la ciudad de Córdoba, cada noche anima La Movida por la frecuencia local de radio Mitre y difunde a artistas como Nahuel Pennisi.

Un verdadero hito televisivo

A pesar del contacto estrecho con las celebridades y contradiciendo lo que podría suponerse, Mateyko prefirió pararse en una vereda no invasiva: “Nunca me gustó jugar al personaje de ´amigo de…´. No cumplía el papel de cholulo, pero sí de anfitrión. Sí era el tipo que tenía una buena relación y las grandes estrellas se sentían cómodas conmigo, eso es innegable. Alguna vez se me criticó por ser complaciente, pero si te invito a mi living o voy a tu living, no puedo hacer una nota picante y que el tipo nunca más me de pelota. Con mi cordialidad, los artistas se desnudaban mucho más que si yo los atacaba con algo incómodo. Me porté bien con ellos y me respondieron con afecto”, sostiene coherente Mateyko.

Tal era la discreción con la que se manejaba que Luis Miguel se enojó con él cuando se enteró que pernoctaban en el mismo hotel de Madrid y Mateyko, que no lo quería molestar, no lo había llamado. Finalmente, Polo Martínez, amigo de ambos, provocó el encuentro: “Quedamos a una hora y nos vimos. Le dije: ´Mirá que vengo desarmado, sin cámaras´. Eso el artista lo valora”, argumenta con conocimiento de causa.

La Movida del verano era tan imponente, tan fuerte, que marcó un hito en nuestra televisión. Estaba a un gran nivel y conducido magníficamente y con mucha calidez por Juan Alberto Mateyko”, concluye Gustavo Yankelevich, uno de los hombres que más sabe de televisión en la Argentina.

Juan Alberto Mateyko enarboló un estilo propio de conducción e hizo de La Movida del verano una marca que trascendió en el tiempo y fue la cabeza creativa de un tipo de show del que hoy carece la televisión. “Me cambió la vida”, vuelve a repetir sobre el final. En esa parábola de gratitud también se paran las decenas de artistas que encontraron en el programa y en Juan Alberto Mateyko un vehículo noble para llegar a millones de seguidores.