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El último López de la lista: soportó burlas, convirtió el cabezazo en una obra de arte, brilla en Lanús y tiene futuro de... ¿Bundesliga?

El Flaco José Manuel López, feliz y goleador, con el clásico Topo Gigio, para acallar algunas críticas en las redes sociales; atrás, José Sand, también correntino y goleador, como un padre para él.
El Flaco José Manuel López, feliz y goleador, con el clásico Topo Gigio, para acallar algunas críticas en las redes sociales; atrás, José Sand, también correntino y goleador, como un padre para él.

Un año y un puñado de meses atrás, corría sobre el césped desparejo de Colegiales, de Tres Arroyos. Todo sumaba: le garantizaban sueldo, casa y comida. Era el goleador del Escolar, con 16 tantos (5 en el Apertura y 11 en el Clausura), aunque solía transpirar como una suerte de extremo, con un ida y vuelta incansable, entre patadas, estadios descamisados, vestuarios con agua fría y la indumentaria hecha en casa. José Manuel López jugaba en la Liga Regional, con sueños de Federal.

En el primer torneo, perdió la final contra Huracán, en el clásico. A la revancha, seis meses después, la ganaron por penales. El ascenso fue un premio enorme para el Flaco. Independiente lo había dejado en la calle; Lanús lo cobijaba, pero hasta ahí nomás. Estuvo a punto de viajar a Riestra, hasta que las vueltas del destino, el arribo de Nicolás Orsini a la Bombonera y unos 15 minutos inolvidables lo cambiaron todo.

López controla la pelota frente a Sarmiento; es otra de sus virtudes: saber jugar de espalda.
Fotobaires


López controla la pelota frente a Sarmiento; es otra de sus virtudes: saber jugar de espalda. (Fotobaires /)

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De un día al otro lo llamaron para entrenarse en la primera. Entró con la varita mágica: la primera pelota que tocó fue directa a la red. Más tarde, tiró magia, la que puede tirar un gigante de 1,88m con cara de nene y sonrisa enmarcada. El Flaco juega, mientras ríe. O ríe, mientras ataca. Se inclinaba por la banda, pero le sugirieron algo más grande: ser, a sus 20 años, el otro 9 correntino, la sombra de Pepe Sand, que era algo así como su padre, con 41 años. El goleador lo tranquiliza, le baja la ansiedad, cuando no hablan de la pesca, de Corrientes, de las tardes de siesta. “Cuando Pepe debutó, yo no había nacido. José es un grande, estoy muy contento de jugar al lado de él”, cuenta.

El gol contra Independiente

Un auténtico desconocido en las grandes marquesinas, López tiene 6 goles. Si se suman los 10 de Sand, entre ambos tienen la misma cantidad de goles de Talleres, el otro puntero del Torneo 2021.

Habla como un estudiante aplicado (solía sacarse 10 en la mayoría de las materias). Hijo de una ama de casa y de un padre dedicado a los embarques pesqueros que solía alejarse por semanas, nunca abandonó los libros. “Tenés tiempo, pero la cabeza tiene que estar preparada para afrontar las dos cosas”, asume. Nació en San Lorenzo, un pueblo de 3000 habitantes, allí donde todo llega un segundo más tarde, a unos 70 kilómetros de la capital correntina. “Un pueblito humilde, donde hay una sola escuela primaria y secundaria”, cuenta. Era un niño y jugaba en El Progreso cuando fue a verlo Boca, pero no convenció. Más tarde, Independiente se lo llevó en una valija. López iba y volvía, esa suerte de sacrificio de kilómetros entre ómnibus, trenes y automóviles. Con el transcurrir del tiempo, la familia se instaló en La Plata.

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Casi abandonó en la sexta división. “Tuve un problema que casi me hizo dejar el fútbol. Tenía una lesión en la cintura, en los huesos, que casi no me dejaba caminar. Pensé en dejar un tiempo, pero las ganas fueron más fuertes”, advirtió, tiempo atrás.

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Una vida roja de inferiores en Avellaneda, hasta que, a los 16 años, por un cambio de mando, lo corrieron de la escena. Suele pasar. Pero no bajó la mirada. “Porque hay que confiar. Siempre hay una oportunidad, hay que saber aprovecharla”, suele afirmar. Era enganche, prefería ser wing. Hasta que surgió Lanús en tiempos de vacas gordas: estaba por jugar la final de la Copa Libertadores contra Grêmio. Se sorprendió con el mundo Lanús. Desde la alimentación hasta el sistema: todos los equipos de inferiores suelen jugar con el mismo dibujo, el clásico 4-3-3.

El gol del 42 a Independiente, el club en el que se formó pero que terminó deshaciéndose de él.
Mauro Alfieri


El gol del 42 a Independiente, el club en el que se formó pero que terminó deshaciéndose de él. (Mauro Alfieri/)

“Me enamoré del club”, se entusiasma. Admira a Nacho Fernández, aunque su espejo es de otra era, Thierry Henry. En Lanús aprendió todo, pero cuando no tenía espacio, se instaló en el interior. Fue otro tipo de aprendizaje. Lo aclara Luis Zubeldía, el entrenador: “Lanús tiene muchos jugadores en condiciones de venta a Europa. [Julián] Aude, por ejemplo, es un fuera de serie y tiene 18 años. En el caso del correntino, yo creo que cualquier equipo de Alemania lo ve y viene a buscarlo, porque tiene un poderío físico extraordinario y una manera tremenda de ir a cabecear. Lo veo con características como para un equipo grande de Alemania”.

El Flaco se ríe. Suele celebrar los goles con la letra que identifica al otro puntero del campeonato. “La T es por mi mejor amigo, Mateo, al que le digo ‘Teo’. Siempre me dice que voy a hacer un gol”, dice. Se inclina por el área y la cocina: le gusta preparar sus comidas.

Su primer gol... agónico y de cabeza

Convirtió al cabezazo en una obra de arte. “Hay que entrenar la coordinación para el salto, hay que agarrar la pelota en el punto más alto. Pero me sale natural. Tengo el instinto, el impulso de llegar”, señala. Tiempo atrás, sin embargo, era juzgado en las redes sociales. Le decían que no sabía jugar con los pies, que sólo sabía saltar. Entonces, festejó un gol con el clásico Topo Gigio.

“Me salió, porque había gente que estaba criticándome en las redes. Para que no se hablara tanto, para que se calmaran un poco. Me j... con que no sabía jugar con los pies y cosas así… Pero no me afectan las críticas, me c... de risa…”, dijo, días atrás. El López de la lista que suele tomarse todo con humor. Y con altura.