La revolución mundial del streaming toca fondo tras el atentado de Christchurch
En abril de 2016, Facebook Live creo una tendencia que catapultó al gigante de las redes sociales a esferas inalcanzables. El concepto era sencillo y sumamente efectivo: la creación de vídeos a través del celular y otros dispositivos que se comparten en tiempo real. El éxito fue instantáneo y tanto individuales como compañías detectaron los beneficios de esta nueva manera de retratar la realidad al instante. Su universalidad en cuanto a la generación de contenido como en el consumo del mismo conllevó unos resultados estratosféricos. Según la plataforma de vídeo, Vimeo, un 78 por ciento de los usuarios que se conectan a internet vieron vídeos en Facebook Live durante 2018. Las beneficios de esta nueva forma de comunicación e interacción en redes sociales fue tan atractiva que fue imposible no rendirse a sus pies.
Facebook Live se convirtió en un caramelo deseado por más de dos mil millones de usuarios de la red social. Las compañías se dieron cuenta pronto de que el engagement o marketing de compromiso se multiplicaba por tres en comparación con los vídeos publicados en el historial de Facebook. Fue entonces cuando las estadísticas sobre el comportamiento de los usuarios comenzaron a marcar la pauta. Las noticias de última hora relatadas en tiempo real supusieron el 56 por ciento del contenido más visto, mientras que los conferencistas, conciertos y festivales de música fueron el segundo más consumido con un 43 por ciento.
El abanico de posibilidades fue infinito en todos los sentidos, desde los artistas de los shows preferidos de los televidentes grabándose en streaming mientras se maquillaban a individuos anónimos que compartían imágenes tan triviales y poco interesantes como el untar pan en una tostada por la mañana. Ruedas de prensas de políticos, los entre bastidores de eventos deportivos, un campeonato de surf en Hawaii. Todo tenía cabida en el interminable mundo de los vídeos en Facebook Live y las interactuaciones de los usuarios; absolutamente todo.
“Desarrollamos esta gran plataforma tecnológica con el fin de apoyar cualquier tipo de forma de comunicación personal, sensible, pura y visceral”, afirmó el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg en una entrevista a Buzzfeed que coincidió con el lanzamiento de la plataforma streaming.
Lo que no sabía el ejecutivo es que sus palabras serían tomadas en sentido literal. Pronto aparecieron riesgos con los que no contaban que dejaron en evidencia los mecanismos de censura de la red social. Los filtros que diferenciaban contenidos viables de otros totalmente censurables fracasaron estrepitosamente, un hecho que todavía no se ha solventado. El lado más violento de los vídeos a tiempo real comenzó a manchar la imagen de Facebook Live pocos meses después de su lanzamiento.
En julio de 2016, una mujer grabó streaming cómo dos policías caucásicos dispararon a su marido afroamericano. En enero de 2017, cuando cuatro jóvenes realizaron un vídeo streaming desde Chicago mientras secuestraron y maltrataron a otro chico con discapacidad mental. En abril de 2017, un tipo llamado Steve Stephens inmortalizó en vivo y en directo el asesinato a un señor que caminaba por la calle. Ese mismo mes, una chica mató por accidente a otro hombre mientras jugaba con una pistola. Aquello también estuvo disponible en la plataforma de vídeos a tiempo real.
Solo en el primer año de vida de Facebook Live se reportaron en vivo y en directo 50 crímenes mortales y las dudas sobre la falta de control ético de la plataforma no tenían una respuesta clara.¿Cómo era posible que no fueran capaces de evitar que este tipo de contenidos no regulados salieran a la luz sin ningún filtro? ¿Cómo se controla el poder que cualquier individuo tiene con un simple celular, una conexión a internet y acceso a Facebook? Según cuentan desde la compañía californiana, existe un sistema de inteligencia artificial que se encarga de censurar contenidos, pero éste falló con estrépito durante los 17 minutos que el terrorista de Christchurch cometió la matanza más sanguinaria de la historia de Nueva Zelanda.
Tras las críticas sobre la gestión durante el ataque y la mano dura que el Gobierno del país oceánico está desplegando tras el incidente, el gigante de las redes sociales se ha defendido a través de Monika Bickert, vicepresidenta de políticas globales, quien ha afirmado que tan solo 200 personas lo vieron en tiempo real y que antes de que lo eliminaran de la plataforma, lo hicieron unos cuatro mil usuarios. En Facebook no saltaron las alarmas sobre el vídeo hasta que la policía les alertó una hora después del atentado. Aquello supuso un error garrafal que permitió que el vídeo corriera como la pólvora por las redes gracias a usuarios que lo compartieron en Google, Twitter y demás. Precisamente un neozelandés de 18 años de edad se enfrenta a 14 años de cárcel por difundirlo.
El debate sobre la falta de eficacia de Facebook a la hora de localizar y eliminar vídeos streaming al momento tiene otro punto de vista expuesto por Bickert.
“También hay beneficios en tiempo real sobre seguridad. Este medio también permite a la gente compartir información sobre abusos de derechos humanos incluso gente que usa Facebook Live porque se quiere quitar la vida. Podemos identificar ese tipo de situaciones y más de 60 veces por semana alertamos sobre gente que necesita ayuda”, señaló la vicepresidenta de la plataforma.
Al Gobierno de Nueva Zelanda este argumento no le sirve porque a sus ojos nada es comparable con perder a 50 personas, que decenas estén heridas y que el mundo haya tenido pudiera tener acceso a ello.