Los museos, a la caza y captura de eventos sociales para cuadrar cuentas
España tiene algunos de los mejores museos del mundo. Tanto que el Museo del Prado suele aparecer siempre entre las 5 mejores pinacotecas en la mayoría de listas por calidad y reconocimiento. Tanto es así que llevan 10 años en los que sólo incrementan en conjunto el número de visitas.
El problema es que la creciente pero insuficiente afluencia de visitantes no reporta los ingresos necesarios de la mayoría de los museos para ser rentables, lo que les ha llevado a pensar alternativas para generar entradas de dinero. La primera y más eficaz: alquilar sus espacios para eventos, celebraciones e incluso visitas privadas. Una práctica que en algunos países europeos tiene ya 50 años de vida pero que no ha llegado a España hasta fechas recientes.
Los límites para esta actividad son ajustarse “a las condiciones de conservación del museo” y no interferir en el desarrollo de su actividad pública. Por tanto, la inmensa mayoría de eventos se desarrollan fuera de horario de visitas y manteniendo un cuidado muy especial con las zonas de exposición propiamente dichas, para evitar percances que dañen alguna obra. Uno de los actos más recurrentes es ofrecer desayunos o cenas en recintos acondicionados y una visita privada guiada a las instalaciones con el museo cerrado.
El pionero en nuestro país fue el Museo del Prado, que hace tres lustros comenzó a aprovechar su excepcional espacio para organizar eventos privados. Ese primer año ingresó 142.732 euros, que subió hasta los 810.000 euros en las cuentas de 2017. Esto quiere decir que, según los últimos datos conocidos, ingresa por esta vía casi un 2% del total de recursos del museo (45 millones de euros).
Muy lejos de los mejores
Pese a los avances que se han hecho en el uso de museos en actividades alternativas, aún queda mucho para siquiera acercarse a el glamour, la repercusión y los ingresos que tiene la gala anual del Museo Metropolitan de Nueva York. La Gala Met es un evento benéfico, creado con la intención de recaudar fondos para el Instituto del Vestido regentado por el museo.
Para asistir simplemente al desfile hay que abonar 31.000 euros. Y si se quiere volver a casa con el estómago lleno, hay que pagar la friolera cantidad de entre 200.000 y 300.000 euros para tener un asiento en la cena. Todo sea por estar rodeado de los ‘famosos más famosos’ del mundo.
Desde luego, mientras se garantice la seguridad e integridad de las obras de arte, parece una gran idea que se desarrollen actividades que permitan ingresos extra a estos centros de conocimiento. Además del beneficio económico, la gente puede disfrutar de experiencias culturales únicas. Parece que todo el mundo gana: sobre todo la cultura.
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