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La luz de esperanza que llega desde el norte

Un bañero le agrega un poco de sal al agua del mar por si le faltara. Una mujer cuyo trabajo es dejar cada día resplandecientes las habitaciones de un hotel reparte chocolates por los cuartos en una carretilla. Los apoya con precisión sobre las almohadas. Está contenta. Un joven vestido con elegancia gesticula para pedir silencio y llama la atención de los visitantes que incumplen las reglas en un museo. La sala está completamente vacía. Un aspirante a galán practica inglés en la calle. Tiene más simpatía que buena pronunciación. No importa. Su hospitalidad está muy por encima de los tecnicismos. Lo escucha solo su ovejero alemán, que simula comprender. Una bartender muy joven elabora un trago con esmero. Cuando concluye, apaga un cronómetro y sonríe. Está en tiempo. En simultáneo con esa última escena una voz en off dice: “Ha sido un año largo, pero nos hemos mantenido en forma”.

La película pasa por corte a escenas muy dinámicas de lo que ya puede verse en las calles, en las playas y en los restaurantes del lugar. Vuelve la voz del locutor sobre la base de una música jazzera al estilo de los dorados años 20 (nada es casual). Sin ningún eufemismo que se prestara a confusión, y yendo bien al grano, el locutor remata: “Ahora que Tel Aviv está vacunada, todo lo que nos queda es practicar para lo real. Tel Aviv, nosotros estamos llegando ahí. ¿Y vos?”. Como remate, el bañero prueba el agua y se tranquiliza. Ya está lo suficientemente salada.

Israel permitirá el turismo a todos los extranjeros vacunados a partir del 23 de mayo. Ya ha vacunado al 63% de su población con al menos una dosis. La curva de contagios y fallecimientos ha caído de manera abrupta. Desde el 18 de abril no es obligatorio usar barbijo en las calles. Al presentar el comercial, el ministro de Turismo dijo: “Es hora de que Israel disfrute la ventaja de ser un país seguro y sano”.

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En otra película hilarante suena un smartphone en una cabaña suiza. Desde su departamento en Nueva York, Robert De Niro llama a Roger Federer. El cruce de estas dos glorias de ámbitos tan diferentes garantiza una de las cosas más complejas de la comunicación actual: captar la atención.

Quien ganó uno de sus dos premios Oscar por El padrino II le dice al ocho veces campeón de Wimbledon que no podrá hacer lo que le pidió. El talentoso tenista no entiende por qué. Su idea era que De Niro filmara un corto que mostrara las bellezas de su país y lo bien que se lo puede pasar allí. Seguramente el gobierno le pagaría un muy buen cachet. Pero el legendario actor rechaza la propuesta. Y lo hace de manera enfática. Por más que Roger lo intenta, no logra convencerlo.

Finalmente, se rinde ante el argumento de ese hombre maduro, bonachón y genuino, quien al mejor estilo de su personaje en Pasante de moda lo trata con cariño y respeto, pero se mantiene firme y no renuncia a sus convicciones. En una escena desopilante, se para en el escritorio y además del elegante suéter y chomba que ya se veían, se aprecia que viste un short de baño colorido (¿o son calzoncillos?). Ventajas de las videoconferencias. Y dice: “Mirá dónde estás Roger. Tenés montañas, estaciones de esquí, encantadores pueblos, verdes valles, no hay drama, no hay drama de ningún tipo. Roger, por mi forma de actuar, yo necesito estar al límite, conflictos, peligros. Suiza es simplemente demasiado perfecta. Los suizos son demasiado amables. Tengo que ser honesto contigo, no va a suceder”. Y concluye con una ironía: “Tal vez puedas llamar a [Tom] Hanks”.

El aviso publicitario cierra con bellísimas imágenes de los Alpes con un texto que sobreimprime mostrando un mensaje tan contundente como el israelí: “Cuando necesitas unas vacaciones sin drama, necesitas Suiza”. La película se llama “No drama”. A fin de cuentas, de eso hemos tenido ya demasiado.

La fiesta del regreso

El fin de semana del 1° de mayo, las autoridades británicas decidieron hacer una prueba en la ciudad inglesa de Liverpool. Abrieron la discoteca Circus. Quienes concurrieran tenían que demostrar fehacientemente que no tenían coronavirus. Dispusieron que se usara toda su capacidad: 3000 personas. En la convocatoria se planteaba que no serían necesarias ni máscaras ni distancia social. La fiesta fue desde las 14 horas hasta las 23. La llamaron “The first dance” (El primer baile). Quienes estuvieron allí hablaron de sentirse “en una realidad paralela” o de “viajar en la máquina del tiempo” y volver a 2019, cuando la pandemia no existía. Algunos creían que no habría nadie. Otros, que era falso. La “locura” fue total. El DJ dueño del lugar relató que al poner música podía sentir una inédita liberación de energía entre la gente. Una joven de 21 años tituló finalmente lo que sintió la gran mayoría. Expresó en una extraña mezcla de alegría, melancolía, nostalgia y euforia: “Es increíble estar de vuelta”.

En Gran Bretaña ya se vacunó a más del 52% de la población con al menos una dosis. Al igual que en Israel, las curvas de contagios y fallecimientos cayeron tan abruptamente como habían subido en su momento.

“En un momento en el que hay tanto mal en este planeta roto, todos anhelamos la sanación y la justicia para la humanidad. Mi objetivo fue hacer música que brinde consuelo”. Con estas palabras, el popular cantante canadiense Justin Bieber presentó el 19 de marzo de este año su último álbum, Justice. El pasado jueves 6 de mayo, movió el tablero del negocio global del entretenimiento al anunciar 50 conciertos en vivo y con público que comenzarán en San Diego, Estados Unidos, el 18 de febrero de 2022.

Las cuatro acciones comerciales están ocurriendo literalmente ahora. A muchos pueden parecerle una banalidad. ¿Qué sentido tiene pensar en estas cosas cuando los argentinos estamos cruzando la que probablemente sea la hora más oscura de la pandemia? Los avances preliminares del estudio cualitativo del humor social que realizamos de manera sistemática en Consultora W, y que concluiremos esta semana, muestran una sociedad que se encuentra en las antípodas de los acontecimientos relatados. Cunde el desasosiego, ha desaparecido el entusiasmo, no hay capacidad de ver ningún tipo de futuro, se ha esfumado la alegría. La tristeza, el dolor, el desgano y el hastío dominan la vida cotidiana. La gente se siente aplastada por un agobio y una opresión que parecen no tener final a la vista. Para los argentinos, hoy la crisis es “total”. Supera todo lo conocido.

De crisis económicas, políticas y hasta sociales podríamos dar clases en un máster. Pero sumado a eso, el agregado de una crisis sanitaria que quita el sueño y otra emocional que está haciendo estragos hacia el interior de las familias empiezan a resultar demasiado. Es justamente en estos momentos tan devastadores cuando creo que vale la pena elevar la mirada y el espíritu. Ya aprendimos que el hemisferio norte adelanta seis meses lo que luego ocurrirá en el hemisferio sur.

Hace más de 20 años, Malcolm Gladwell, uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, publicó el libro que lo llevó a la fama: El momento clave: cómo las pequeñas cosas pueden hacer una gran diferencia. Justamente en ese libro, seguramente sin imaginar el desastre que estamos viviendo, Gladwell hacía una comparación entre el modo en el que se propagaban las epidemias virales y cómo se esparcían los fenómenos sociales. Un movimiento que en apariencia era insignificante de pronto podía multiplicarse de manera exponencial hasta cambiar patrones de conducta fuertemente arraigados en la cultura.

Daría la impresión de que ese tipping point (momento clave, punto de inflexión) está empezando a ocurrir en el mundo vacunado. Del mismo modo que se esparció el virus, podrían comenzar a expandirse las señales del final de la pandemia. Es altamente probable que escenas y acciones como las detalladas se multipliquen en muchos países a medida que avancen los planes de inmunización y se acerque el verano boreal. Un día, que ya no se ve tan distante, ellos dirán “terminó”.

Hoy nosotros estamos, lamentablemente, muy lejos de todo eso. Tenemos que cruzar un túnel largo y lastimoso. Ahora que nos abruma la pena y necesitamos más temple que nunca, tal vez nos ayude saber que otros están más cerca de lograrlo.