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Maíz tardío: densidad, una variable que dejó de ser limitante

Hoy el maíz es un cultivo con menor respuesta a densidad
Marcelo Manera

La densidad ha sido una de las prácticas de manejo más relevantes, si no la más, a la hora de diseñar el sistema de cultivo de maíz. En este cereal, cuando los recursos por planta alrededor de floración eran escasos o excesivos se reducía marcadamente la partición de asimilados a la espiga y, en última instancia, disminuía el rendimiento.

La densidad en maíz presentaba una clara respuesta de tipo óptimo y este óptimo dependía de los recursos disponibles. El desafío era grande y, para “salir bien parado”, era clave conocer los recursos que el ambiente iba a proveer. Aun cuando se acertara en la densidad a nivel de promedio de lote, al hacer zoom siempre se encontraban sectores en los que la densidad limitaba el rendimiento: había siempre sectores más bajos o profundos, donde “nos quedábamos cortos” con la cantidad de plantas, y también sectores más altos o someros, en los que “nos pasábamos” de plantas.

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En cualquiera de estos casos, el cultivo rendía menos de lo que podría con los recursos disponibles, y esa brecha era consecuencia de un desajuste en la densidad. No era fácil, y hasta hace poco tampoco existía la siembra variable.

Los ciclos de mejoramiento de semillas se fueron sucediendo y el esfuerzo se centró en incrementar su tolerancia a condiciones de estrés o escasez de recursos. Sin dudas, los programas de mejoramiento han tenido un éxito rotundo: la tolerancia al estrés o a la escasez de recursos por planta se ha incrementado drásticamente en los híbridos actuales y, con esto, la tolerancia a la densidad. En definitiva, el mejoramiento redujo la respuesta a densidades supraóptimas y, con ello, el peligro de “pasarnos” de plantas.

Simultáneamente, en la Argentina al menos, y en este caso sin ser un claro objetivo de los planes de mejoramiento genético, se ha incrementado notablemente la plasticidad reproductiva de los híbridos. Dos o más espigas por tallo, espigas más grandes o macollos fértiles son distintos mecanismos que permiten que un incremento en los recursos por planta no sea más un “exceso”.

La mayor plasticidad reproductiva redujo así también la respuesta a densidades subóptimas y, con esto, el peligro de “quedarnos cortos” de plantas. De hecho, nos seguimos sorprendiendo con los rendimientos que se pueden alcanzar con bajas densidades en ambientes que se presupuestaron muy restrictivos y, al final de cuentas, no lo fueron.

Así, hoy el maíz es un cultivo con menor respuesta a densidad. Esta menor respuesta se sostiene en cambios fisiológicos, producto del proceso de mejora genética que, en parte, fue buscado y, en parte, no tanto. Cada vez más seguido nos encontramos con situaciones en las que grandes cambios en densidad de plantas apenas mueven los índices de productividad.

En concordancia, es cada vez más frecuente que el mayor efecto de la densidad de siembra sobre el margen bruto surja desde la celda del costo de la semilla. En definitiva, el rendimiento está cada vez menos limitado por la densidad de siembra. En este sentido, es como si el cultivo de maíz estuviera pareciéndose cada vez más al de soja.

Una respuesta reducida a densidad no implica que se homogeneiza el rinde en los distintos ambientes del lote; es más, muchas veces ocurre lo contrario, y esto es algo que no siempre está tan claro. En el lote, la loma va a rendir menos y el bajo va a rendir más, y esto es consecuencia de los recursos disponibles (agua). Lo que está cambiando es que la densidad interfiere cada vez menos en el logro del máximo rinde alcanzable en cada uno de esos ambientes. Esta última consideración es importante, porque lo que se modificó relativamente poco con el mejoramiento es la necesidad de nutrientes por tonelada de grano producido (por ejemplo, nitrógeno). El requerimiento de nutrientes en cada sector del lote será entonces directamente proporcional al rinde alcanzable.

En este punto, queda claro que la “nutrición por ambientes” va a ser una herramienta cada vez más relevante para maximizar la eficiencia de uso de los recursos disponibles.

El autor es investigador en Ecofisiología - UI Balcarce (INTA-UNMdP)